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Los británicos se quejaron de la competencia desleal de las mercancías suministradas por los colonos americanos. Así que el Estado intervino para «gestionar» el comercio y hacerlo «justo». Pero los revolucionarios americanos vieron el proteccionismo como la estafa que fue y sigue siendo.

No hay pruebas de que Irán vaya a capitular ante las demandas americanas. Los antecedentes históricos demuestran que las grandes potencias pueden infligir un castigo enorme a sus adversarios y, sin embargo, el dolor rara vez hace que los Estados objetivo se rindan.