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Las monedas digitales de los bancos centrales deben estar centralizadas y ser manipulables en cierta medida para poder utilizarlas en la aplicación de la política monetaria, que es el objetivo de los bancos centrales. Esta característica las convierte en una propuesta muy arriesgada.

Incluso cuando aparece una quiebra económica, puede que todavía haya suficientes ahorros reales en la economía para volver a ponerla rápidamente en marcha. Esto es lo que trae la recuperación económica, no un «estímulo» artificial.

No, el valor «social» no es lo que se quiere o piensa que es bueno, y «nosotros» no somos una entidad homogénea de preferencias observables y agregadas.

El artículo de 1920 de Mises es tan desconocido hoy en día por los estudiantes de postgrado en economía como lo fue en 1990, 1950 o 1930. Pero al menos un hombre del campo socialista admitió a los letrados de Nueva York que Mises tenía razón.

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Las razones por las que las monedas digitales son una mala idea son las mismas por las que los bancos centrales están seguros de implementarlas.

Los regímenes socialistas bajo los soviéticos y los nacionalsocialistas silenciaron las teorías científicas que parecían contradecir los dogmas ideológicos del régimen. La moderna politización de la ciencia va por ese camino.

Cuando los gobiernos subvencionan proyectos, los ciudadanos pagan dos veces —una como contribuyentes que pagan indirectamente el subsidio, y luego otra vez como consumidores en precios más altos por los bienes que compran y en consumo reducido.

Durante octubre de 2020, el crecimiento anual de la oferta monetaria fue del 37,08 por ciento. Eso es ligeramente inferior a la tasa de septiembre de 37,54 por ciento, y superior a la tasa de octubre de 2019 de 4,8 por ciento.

Si la palabra «libre» tiene algún significado, debería significar algo más que la libertad que queda después de que el gobierno haya terminado de restringirla.