Una vez más hacia el Veatch
Derechos humanos son un término que se utiliza a la ligera en nuestra era politizada. ¿Debe haber una base moral para tales derechos y cómo determinamos esa moralidad?
Derechos humanos son un término que se utiliza a la ligera en nuestra era politizada. ¿Debe haber una base moral para tales derechos y cómo determinamos esa moralidad?
Las «élites» de la política exterior se han equivocado sobre el cambio de régimen, las sanciones, «la lección de Múnich», un «orden basado en normas» y prácticamente todo lo demás.
Mientras la administración Biden sigue inflando el dólar, otras naciones cuestionan la existencia del petrodólar.
Mientras la Casa Blanca de Biden afirma que estamos en una senda de prosperidad, el futuro más realista es el de una recesión global.
En nombre de la «equidad», las dos escuelas de leyes más prestigiosas del país están cambiando las normas de admisión y mucho más.
Podemos estar seguros de que las «élites naturales» de las que escribió Hans Hoppe no se encuentran entre la multitud de Davos. Ese grupo de «élites» tiene una agenda, y no es la libertad y el libre mercado.
En nombre de «combatir el racismo», una serie de escritores y expertos están haciendo más polémicas las relaciones sociales entre personas de distintas razas y grupos étnicos.
El llamamiento del presidente Biden a un mayor proteccionismo no tiene como objetivo mejorar la economía de los EEUU. Se trata más bien de crear una autarquía en pie de guerra.
La respuesta no está en redoblar la unidad política, mantenida a través de una violencia sin fin o de amenazas de violencia. La respuesta está más bien en la separación pacífica.
A las élites políticas, académicas y mediáticas canadienses les «preocupa» que la democracia en ese país pueda estar bajo ataque. En realidad, la democracia funciona demasiado bien allí.