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Los franceses deben redescubrir el gusto por la libertad individual: una entrevista con el profesor Pascal Salin

Pascal Salin es economista, profesor emérito de la Universidad de París-Dauphine, y fue presidente de la Sociedad Mont-Pelerin de 1994 a 1996. Entre la extensa lista de libros que el profesor Salin ha publicado, cabe mencionar los siguientes títulos La vérité sur la monnaie (París: Odile Jacob, 1990), Libéralisme (París: Odile Jacob, 2000), Français, n’ayez pas peur du libéralisme (París: Odile Jacob, 2007), Revenir au capitalisme pour éviter les crises (París: Odile Jacob, 2010), La tyrannie fiscale (París: Odile Jacob, 2014; traducido al inglés como Tax Tyranny [Cheltenham, Reino Unido: Edward Elgar Publishing Ltd, 2020]), Le vrai libéralisme: droite et gauche unies dans l’erreur (París: Odile Jacob, 2019).

Matthieu Creson (MC): ¿Cómo juzgas el primer quinquenio de Emmanuel Macron desde el punto de vista económico y social? Dijiste en una entrevista con la revista Le Figaro, en el momento de la campaña presidencial de 2017, que Emmanuel Macron no era un liberal clásico, y escribiste en 2018 que su política fiscal era un retoque fiscal. En tu opinión, ¿sigue siendo así?

Pascal Salin (PS): Efectivamente, en 2017 publiqué un artículo en Le Figaro-Magazine titulado No, Emmanuel Macron no es un liberal clásico (al contrario de lo que ocurría entonces con François Fillon —que también se presentaba entonces como candidato a la presidencia—). Francia había experimentado un bajo crecimiento en los años anteriores porque las políticas que se habían aplicado, lejos de inspirarse en el liberalismo clásico, se basaban, por el contrario, en el crecimiento de la fiscalidad y las regulaciones. Emmanuel Macron fue nombrado en 2014 ministro de Economía por el presidente François Hollande. Entonces me pareció evidente que no era un verdadero liberal clásico, en contra de lo que a veces se afirmaba. El gasto público representó el 59% del PIB en 2021 (y el 63% en 2020), una cantidad ligeramente superior a la de todos los años anteriores; y el déficit público también se ha vuelto más significativo. Es obvio que no se puede considerar como liberal clásico a un presidente que aumenta las actividades públicas en relación con las privadas. Por ejemplo, los gastos del seguro de enfermedad son públicos y no privados y la elección de la edad de jubilación es el resultado de una decisión pública y no de una elección privada.

MC: ¿Qué opinas de la suposición (de la que parecen partir la mayoría de los medios de comunicación en su cobertura de las divisiones políticas actuales) según la cual habría por un lado los «globalistas» y los «liberales», y por otro los «populistas»? Durante mucho tiempo, la principal línea divisoria política e ideológica fue la existente entre los liberales clásicos, partidarios de la libertad económica y la globalización a través del mercado, y los socialistas, favorables a la redistribución y el intervencionismo estatal. La división actual, que parece servir, sobre todo en los medios de comunicación, como único marco interpretativo del mundo político actual, ¿no enmascara la verdadera división, es decir, la que opone a los auténticos liberales clásicos por un lado, y a los colectivistas por otro?

PD: Es cierto —y lamentable— que la oposición entre liberales clásicos y socialistas no suele ser destacada en el mundo actual por los políticos y por todos los ciudadanos. Así, no conviene considerar que los partidos políticos de izquierda son socialistas y los de derecha liberales clásicos. Ambos tienen más o menos las mismas ideas y tienden a tomar las mismas decisiones. Por eso también un libro que publiqué en 2019 se titula True Classical Liberalism-Right and Left United in Error (en francés: Le vrai libéralisme: droite et gauche unies dans l’erreur). Los ejemplos de este libro demuestran que en las últimas décadas se han adoptado políticas equivalentes (liberales no clásicas) independientemente de los partidos en el poder.

MC: Vuelvo a Emmanuel Macron y su política económica. ¿Crees que tiene la posibilidad (y ya una voluntad real) de liderar, desde el inicio de su segundo mandato presidencial, algunas de las reformas estructurales que Francia necesita realmente desde hace al menos cuarenta años? ¿O es más probable para ti que otras supuestas «reformas» (en la continuidad de las llevadas a cabo por Chirac, Sarkozy o Hollande) vean la luz en los próximos años, en un probable contexto de comunicación presidencial y gubernamental centrada en la necesaria «transformación» y «modernización» de Francia, una transformación y modernización que sí debería ser una prioridad para nuestro país?

PD: Teniendo en cuenta lo que se acaba de decir y el hecho de que Emmanuel Macron no ha cambiado profundamente la política económica de Francia, imagino que será igual en el futuro. Pero es cierto que si alguna vez el liberalismo clásico se convirtiera en un objetivo principal de las convicciones políticas de los franceses (y por tanto de sus representantes políticos) podría haber un cambio significativo en la política económica a favor del liberalismo clásico. Evidentemente no es el caso en este momento, pero sería muy deseable que el liberalismo clásico se mencionara más a menudo y que formara parte de las convicciones de los partidos políticos importantes. Pero si nos tomáramos la molestia de publicar un gran número de artículos a favor del liberalismo clásico, podría ser que los franceses se convencieran cada vez más de él y que apareciera más a menudo en los debates políticos y en las plataformas de los candidatos políticos.

MC: Los franceses (al menos esa es la impresión que se tiene cuando se habla con muchos de ellos) siguen pareciendo bastante recelosos del capitalismo, del libre mercado y de la flexibilidad en el empleo. Muchos parecen partir todavía del principio de que el capitalismo, para ser «justo», debe ser necesariamente «regulado» o controlado por el Estado. ¿Cómo se explica la persistencia de estas ideas recibidas? ¿Tienen los medios de comunicación y el sistema escolar público una parte de responsabilidad en la forma en que mucha gente sigue percibiendo el capitalismo y el liberalismo clásico?

PS: Ciertamente, la mayoría de los franceses desconfían del capitalismo (y del liberalismo clásico), en parte por diferentes razones. Así, los productores no están a favor del libre comercio internacional, aunque éste permita satisfacer mejor las necesidades de los consumidores (y anime a los productores a mejorar su producción). Además, a menudo se considera que el capitalismo consiste en favorecer a los productores en detrimento de los asalariados y de los consumidores, por lo que se prefiere que la política pueda imponer comportamientos a los productores. Por supuesto, los actores de determinadas categorías consideran que el Estado puede proporcionarles ventajas, lo que no ocurriría con el liberalismo clásico. Pero estas ventajas representan evidentemente costes de financiación para muchas personas.

MC: En 2007, escribiste un libro cuyo título podría traducirse al inglés como My fellow French citizens: No temáis al liberalismo clásico (en francés: Français, n’ayez pas peur du libéralisme ). ¿Crees que los franceses, en 2022, siguen teniendo tanto miedo al liberalismo clásico? ¿Crees que este miedo está relacionado con la pérdida de gusto de nuestros conciudadanos por la libertad y la responsabilidad individuales?

PS: Sí, creo que los franceses siguen teniendo el mismo miedo al liberalismo clásico. Para algunos individuos este miedo puede provenir del hecho de que temen que la libertad de otras personas pueda incitarles a no respetar lo que pueda resultar de los intercambios con otros o lo que el Estado pueda exigir.

MC: Hay una cosa que me llama especialmente la atención en los medios de comunicación franceses: el hecho de que rara vez se hable de lo que funciona en otros lugares, ¡incluidos nuestros propios vecinos europeos! Por ejemplo, el caso de Estonia, miembro de la Unión Europea, del que usted ha hablado en algunos de sus libros. Allí se llevaron a cabo importantes reformas en la década de los 90 por parte del Primer Ministro entonces en funciones, Mart Laar (implantación de un impuesto único, privatizaciones y liberalización del comercio). Pero hoy, según la clasificación 2022 de la Fundación Heritage, conocida por su índice de libertad económica con el que se puede medir el grado de libertad económica en el mundo, Estonia ocupa el séptimo lugar. (En cambio, Francia ocupa... el quincuagésimo segundo.) Otros países europeos también están a la cabeza de esta clasificación: Irlanda es tercera, Holanda octava, Finlandia novena, Dinamarca décima, Suecia undécima, Noruega decimocuarta, Alemania decimosexta, Lituania decimoséptima, Letonia decimoctava. ¿Cómo es posible que apenas hablemos de nuestros vecinos europeos que han emprendido profundas reformas y que hoy están mucho mejor que nosotros, económica y socialmente? ¿Acaso los persistentes conjuros sobre las supuestas bondades de nuestro «modelo social» nos ciegan hasta el punto de no querer saber qué es lo que funciona en otros lugares y que, por tanto, podría transponerse beneficiosamente en casa?

PS: Es cierto que podemos considerar esta situación como sorprendente y lamentable. Pero parece evidente que es así porque el liberalismo clásico no es un objetivo para la mayoría de los franceses, que, por tanto, no tienen un interés particular en las políticas liberales clásicas aplicadas en otros países.

¡MC: Escribiste en 2014 un opúsculo titulado en francés Libérons-nous! (París: Les Belles Lettres), título que podría traducirse al español como Liberémonos, en el que intentas convencer a los franceses de la importancia de rechazar el peso del estatismo para reencontrarse por fin con el gusto por la libertad individual, sin la cual no se puede alcanzar ninguna prosperidad duradera. ¿Cómo podrían más conciudadanos, en 2022, darse cuenta de que les interesa dejar de seguir el «camino de la servidumbre», según la expresión de Friedrich Hayek, es decir, el camino del colectivismo y del estatismo?

PD: Es evidente que no he podido convencer a muchos franceses de que hay que tomar decisiones que contribuyan a reducir el estatismo. Esto no es sorprendente, ya que nunca les ha convencido el liberalismo clásico desde que van a la escuela o a la universidad, o cuando leen los periódicos y ven la televisión. Pero, evidentemente, es deseable que pronto exista un número considerable de publicaciones sobre liberalismo clásico.

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