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Energía y eficiencia económica: el mercado versus la politización de nuestro futuro energético

Mises Wire Jared Wall

En el libro Green Tyranny —una fantástica historia del movimiento del alarmismo ambiental— el autor Rupert Darwall atribuye la responsabilidad del inicio de este movimiento a los alemanes y los suecos.

En 1967, un científico sueco publicó la primera «teoría» sobre la lluvia ácida. Cuatro años más tarde, Bert Bolin, un sueco que llegaría a presidir el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) de la ONU, redactó el primer informe gubernamental de la historia sobre la lluvia ácida. Era el típico informe gubernamental. Con noventa páginas, comienza con una certeza: «La emisión de azufre a la atmósfera . . ha demostrado ser un grave problema ambiental». Cincuenta páginas más adelante, sin embargo, Bolin admite alguna duda cuando dice: «Es muy difícil demostrar que el daño . . . se ha producido de hecho». No obstante, el informe gubernamental concluye con rotundidad: «Es necesaria una reducción de las emisiones totales tanto en Suecia como en los países adyacentes» (el subrayado es nuestro).

Fue en Alemania donde los ambientalistas y los antinucleares contrajeron matrimonio. Reducir la energía nuclear, dificultar la vida a los propietarios de centrales de combustibles fósiles y subvencionar parques solares y eólicos poco fiables e ineficientes ha sido la política constante de Alemania en las décadas posteriores. El resultado ha sido una subida vertiginosa de los precios de la energía y una red eléctrica cada vez menos fiable. Históricamente, los ingenieros alemanes nunca habían tenido problemas con su red eléctrica. Sin embargo, en 2012, el país sufrió mil caídas de tensión. En 2013, esa cifra ascendió a dos mil quinientos, y desde entonces no ha dejado de empeorar. Como resultado, la base industrial de Alemania, siempre líder mundial, ha ido decayendo tristemente a medida que las empresas optan por abandonar el país en busca de pastos eléctricos más fiables.

En 1988, se creó el IPCC durante una reunión en Ginebra, presidida por muchos de los mismos personajes que habían liderado los movimientos ambientalistas de Suecia y Alemania durante las décadas anteriores.

Una de las principales tareas asignadas al IPCC es la publicación periódica de «informes de evaluación» sobre el estado del cambio climático global. Estos informes constan de cientos de páginas y pueden ser extremadamente técnicos. Para los políticos y periodistas con déficit de atención, estos informes van acompañados de un resumen. De forma rutinaria, este resumen tergiversa la sustancia e incluso las conclusiones del informe real. También suele ser objeto de intromisiones políticas; por ejemplo, cuando el IPCC publicó su quinto informe de evaluación en 2014, el delegado alemán ante el IPCC insistió en que se eliminara el lenguaje relacionado con una pausa o hiato en el aumento de la temperatura global porque «confundiría a los votantes alemanes».

Además, los líderes del movimiento ambientalista se han equivocado históricamente en casi todo. Para reírse:

  • 1989 —la ONU predijo que naciones enteras serían «borradas de la faz de la Tierra» por la subida del nivel del mar para el año 2000.
  • 2006 —Al Gore dijo que los humanos podrían tener sólo diez años para salvar al planeta de «convertirse en una sartén total».
  • 2018 —Alexandria Ocasio-Cortez declaró que el «mundo se va a acabar en doce años si no abordamos el cambio climático.»

A pesar de toda esta estupidez, corrupción y fracaso, la atracción emocional de la propaganda de «salvar el mundo» sigue siendo poderosa, y la agenda ambientalista sigue adelante.

Uno de los principales objetivos de esta agenda ha sido que dejemos de consumir electricidad generada por combustibles fósiles y pasemos a consumir electricidad generada por energía eólica y solar. Hay que reconocer que los ambientalistas han tenido mucho éxito instalando un gran número de turbinas eólicas y paneles solares. Sin embargo, han fracasado estrepitosamente en la consecución de su objetivo principal de «sacarnos» de los combustibles fósiles. A pesar del crecimiento masivo de la capacidad de generación de los parques eólicos y solares, las centrales eléctricas que funcionan con combustibles fósiles siguen siendo un componente insustituible de una red eléctrica fiable. La tecnología actual de la energía eólica y solar no puede sustituir adecuadamente a la de los combustibles fósiles. Las turbinas eólicas no funcionan cuando no hace viento y los paneles solares no funcionan cuando no brilla el sol.

Algunos han sugerido que podríamos construir instalaciones de almacenamiento de baterías a gran escala que, en días soleados o ventosos, podrían utilizarse para almacenar el exceso de electricidad para su uso posterior y superar así este problema. Hace poco, Elon Musk llegó a plantear la idea de construir una instalación de almacenamiento de baterías a gran escala alimentada por parques eólicos y solares. Iba a costar 5.000 millones de dólares, necesitaría más baterías de litio de las que existen actualmente en el mundo y sería capaz de almacenar unos cinco minutos de la demanda de electricidad de los Estados Unidos. El almacenamiento de baterías a gran escala es sencillamente inviable.

Otro dato curioso sobre la energía eólica y solar y el almacenamiento en baterías es que almacenar electricidad en baterías es diez mil veces más caro que almacenar petróleo en tanques o carbón en pilas.

Está claro que los parques eólicos y solares no han aportado nada. Pero es peor: nos perjudican activamente. Para que una red eléctrica funcione con fiabilidad, la oferta de electricidad debe equilibrarse constantemente con la demanda. Si las centrales generan más electricidad de la que demandan los consumidores, la red eléctrica puede sobrecargarse y las infraestructuras críticas sufrir daños catastróficos.

Por otra parte, si la oferta no puede satisfacer la demanda, se producen apagones y caídas de tensión. Para hacer frente a esta limitación física, las centrales eléctricas se han diseñado históricamente para servir a dos propósitos complementarios: generación de carga base y generación de carga variable. Dado que una cierta cantidad de demanda eléctrica puede considerarse constante, los generadores de base se diseñan para funcionar de forma fiable y barata para satisfacer esa demanda. De los picos de demanda se encargan los generadores variables.

La energía eólica y la solar no funcionan como ninguna de las dos. A diferencia de los generadores de carga base o de carga variable, los parques eólicos y solares son generadores aleatorios y poco fiables de electricidad.

Es cierto que en días soleados o ventosos pueden producir cantidades MASIVAS de electricidad. El problema es que esto hace que aumente la oferta independientemente de la demanda, de modo que cuando la demanda no es lo suficientemente alta como para tener en cuenta la generación de energía de los parques eólicos y solares, las centrales eléctricas de carga variable e incluso las de carga base deben reducir su generación de energía para proteger la infraestructura de la red contra la sobrecarga.

Sobre todo en las centrales de carga base, que no fueron diseñadas para funcionar así, los efectos negativos sobre el mantenimiento y la vida útil de los equipos son significativos. En tiempo real, estamos viendo cómo la parte fiable de nuestra red eléctrica se desgasta antes de lo que lo haría en otras circunstancias.

El estado de Texas lo demuestra. Texas ostenta el título de estado eólico número uno de los EEUU. Llevan años invirtiendo miles de millones de dólares en la instalación de miles de molinos de viento en todo el estado. Para conectar estos parques eólicos a la red se necesitaron seiscientos kilómetros de líneas de transmisión. Sólo el coste de esas líneas de transmisión superó los 6.500 millones de dólares. La parte fiable de la red eléctrica de Texas se quedó sin fondos para pagar esta mala asignación política de recursos.

Como resultado, el mantenimiento rutinario se ha ignorado cada vez más, y el mantenimiento de emergencia se ha vuelto cada vez más rutinario. Cuando Texas sufrió una tormenta invernal en el invierno de 2021, se produjo un aumento inesperado de la demanda eléctrica en invierno. Por desgracia, en ese momento, varias centrales eléctricas críticas estaban paradas por mantenimiento de emergencia, la red fue incapaz de mantener el ritmo y cientos de personas murieron trágicamente.

Por si todo esto fuera poco, también está el aspecto de corrupción y capitalismo de amiguetes de la eólica y la solar. Cuando los parques eólicos y solares aumentan su oferta, el precio mayorista de la electricidad baja de forma natural. Esto hace que los propietarios de las centrales eléctricas de carbón y gas natural ganen muy poco dinero o incluso pierdan dinero en los días de viento y sol.

Por otro lado, como los políticos quieren obligar a la energía eólica y solar a funcionar independientemente de las realidades del mercado, los propietarios de parques eólicos y solares obtienen una tarifa subvencionada por la electricidad que generan independientemente de la tarifa mayorista. Los propietarios de parques eólicos y solares quedan así aislados de las consecuencias que su producción arbitraria y políticamente incentivada de electricidad tiene en el mercado.

Por último, en los lugares donde la energía solar y eólica son omnipresentes, tanto la calidad de la red eléctrica como el coste de la electricidad son inferiores a los de los lugares donde la energía solar y eólica son escasas. Alemania ha multiplicado por trece su capacidad de generación eólica y solar entre 1999 y 2012; también ha anunciado recientemente el cierre de su última central nuclear, y su coste por kilovatio-hora ha subido a casi cincuenta céntimos.

En las Carolinas pagamos entre seis y diez céntimos por kilovatio-hora de electricidad. Sin duda, los hogares y los dueños de negocios se verían muy afectados si sus facturas de electricidad aumentaran entre cinco y ocho veces. Por desgracia, esa parece ser la dirección que estamos tomando. En Carolina del Norte pagamos un 18% más por la electricidad que nuestros vecinos de Carolina del Sur, simplemente porque los políticos de Carolina del Norte insisten en aumentar la producción solar, mientras que Carolina del Sur sigue dependiendo principalmente de los combustibles fósiles y la energía nuclear.

Ciertamente, hay problemas muy reales relacionados con el estado actual de las cosas. Sin embargo, el problema no es que nos enfrentemos a un cambio climático inducido por los combustibles fósiles tan grave que sea necesario tomar medidas drásticas para «salvar el planeta». Más bien, el problema al que nos enfrentamos es la reacción a esta falsa crisis, que está llevando a la degradación de la red eléctrica de la que dependemos para nuestro estilo de vida moderno.

Un camino prometedor para encontrar una solución a este problema se encuentra en el gran libro de Alex Epstein Fossil Future.

La tesis general de su libro es que nuestra estrategia debe consistir en buscar un cambio de retórica. Para ello, debemos enmarcar nuestros argumentos sobre esta cuestión desde el punto de vista de lo que es mejor para el florecimiento humano.

A este respecto, expone tres hechos:

  1. Los combustibles fósiles son una fuente de energía excepcionalmente rentable.
  2. Una energía rentable es esencial para el florecimiento humano.
  3. Miles de millones de personas sufren y mueren por falta de acceso a una energía rentable.

Por lo tanto, en lugar de insistir en reducir nuestro consumo de combustibles fósiles, deberíamos tratar activamente de aumentarlo, especialmente en las zonas más pobres del mundo.

Más allá de esta brillante tesis, el libro de Epstein es una fantástica refutación científica e histórica de todo lo relacionado con el alarmismo ambiental. Quizá el mejor ejemplo de ello sea su demolición de la infame curva del «palo de hockey» de Al Gore. En primer lugar, demuestra claramente que el gráfico de Gore, que muestra que la temperatura de la Tierra se ha mantenido constante durante siglos para aumentar desde la Revolución Industrial de la década de 1850, es falso. En segundo lugar, demuestra que existe una curva del palo de hockey que es verdadera y que debería dejar estupefacta a la gente: el gráfico del florecimiento humano a lo largo del tiempo.

Durante siglos, el florecimiento humano había sido plano en términos de esperanza de vida, nivel de vida, acceso a la electricidad e ingesta calórica. Todo esto sólo ha cambiado desde los  1850, cuando la humanidad empezó a quemar combustibles fósiles. Desde entonces, el florecimiento humano —se mida como se mida— ha aumentado exactamente de la misma forma que el «palo de hockey».

En conclusión, la economía de mercado lleva a los dueños de negocios  a realizar inversiones informadas y calculadas en elementos como la tecnología de iluminación LED con el fin de aumentar también su cuenta de resultados. La economía de mercado también conducirá al desarrollo de una red eléctrica sólida y fiable. La economía politizada, por otro lado, conduce a la corrupción, al amiguismo, a una red eléctrica al borde del fracaso, a un mayor coste de la energía y a una «solución» desde arriba a una falsa crisis que está provocando una disminución del florecimiento humano.

Como en todo, tanto en el caso de la eficiencia energética como en el de la producción de energía, lo mejor es confiar en el mercado.

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