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El hombre que luchó por liberalizar la Yugoslavia comunista

Yugoslavia fue un país comunista desde el final de la Segunda Guerra Mundial hasta su sangrienta división en 1991. En los años que siguieron directamente a la guerra, fue tan brutal como cualquier régimen comunista: reprimió la propiedad y encarceló a cualquiera que musitara una palabra en contra de la ideología marxista. Sin embargo, en las décadas después de la de 1940 (especialmente en los 70) fue el país comunista más liberal del mundo. En un agudo contraste con la Unión Soviética, este estado balcánico disfrutaba de una dosis de libertad económica que el ruso medio solo podía soñar. Yugoslavia consiguió servir como zona de amortiguación entre los amargados oponentes de la Guerra Fría y fue uno de los fundadores de Movimiento No Alineado. El pasaporte yugoslavo era una de las posesiones más valoradas en el mundo durante la década de 1970, costando unos 10.000$ en el mercado negro. Incluso Milton Friedman comentaba sobre la situación en el país a finales de los 70 en Libre para elegir:

Incluso dos países comunistas, Rusia y Yugoslavia, ofrecen un contraste similar, aunque menos extremo. Rusia está controlado muy de cerca desde el centro. (…) Yugoslavia empezó siguiendo el mismo camino. Sin embargo, después de que la Yugoslavia de Tito rompió con la Rusia de Stalin, cambió radicalmente su camino. Sigue siendo comunista, pero promueve deliberadamente la descentralización y el uso de las fuerzas del mercado. (…) Los habitantes de Yugoslavia no son libres. Tienen un nivel de vida muy inferior al de los habitantes de (…) los países occidentales. Aun así, Yugoslavia sorprende al viajero observador que llega a ella desde Rusia, como fue nuestro caso, como un paraíso en comparación.

Muchos atribuyen falsamente la divergencia del comunismo al presidente yugoslavo, Josip Broz Tito, ya que es sabido que rompió con Stalin en 1948. Pero no fue idea de Tito alejarse del todo de los soviéticos, ni fue idea suya liberalizar Yugoslavia. Fue obra de un hombre al que hoy se ha olvidado en buena medida y su nombre era Konstanin “Koča” Popović. Era escritor, general, político y en último término un comunista convertido en liberal.

Konstanin Popović nació en Belgrado en 1908 en una rica familia de industriales, pero se mudó a Suiza al iniciarse la Primera Guerra Mundial. Al crecer en Génova conoció los valores occidentales. Sin embargo, al llegar a París a estudiar en la Sorbona, se vio rápidamente influido por los movimientos izquierdistas y se convirtió en comunista, Estuvo en la Guerra Civil Española como voluntario y como hábil comandante de artillería entró en el propio Ejército Republicano, no como voluntario de las Brigadas Internacionales. Al terminar la Guerra Civil Española, empezó la Segunda Guerra Mundial y Yugoslavia entró en este sangriento conflicto en abril de 1941. Aunque sus escritos durante la guerra son promarxistas, como hombre de valores occidentales, era muy distinto del general ruso medio y su odio por la guerra haría que reapareciera su antiguo ser pre-comunista.

Su lado liberal salió a la luz durante su mandato como Ministro de Asuntos Exteriores de Yugoslavia, un puesto que mantuvo de 1953 a 1965. Se convirtió en un ferviente promotor de una colaboración más estrecha con Occidente y de la fundación del Movimiento No Alineado para huir de implicaciones en la Guerra Fría. Con sus habilidades diplomáticas, consiguió forjar amistades en Occidente, pero también se mantuvo en terreno neutral con los soviéticos, a pesar de recelar abiertamente de ellos. Visitaba frecuentemente Francia, EEUU, Reino Unido y muchos otros estados con economías de mercado, naciones hasta entonces ajenas a las Yugoslavia comunista. Debido a la ruptura entre Tito y Stalin, los soviéticos tuvieron unas 500.000 tropas estacionadas en la frontera yugoslava desde 1948 a 1954, y Popović consiguió llegar a un pacto con Grecia y Turquía en 1953 y así indirectamente con la OTAN, para detener a los soviéticos. Popović afirmaba que, si hubiera sido por Tito, los yugoslavos todavía seguirían considerando a la Unión Soviética como su mayor aliado y la ruptura entre Tito y Stalin habría sido poco más que una mera discusión académica.

Con una alineación más cercana a Occidente, se aprobaron varias reformas que hicieron crecer la economía yugoslava, aunque seguía restringida por los restos del comunismo. La reforma económica de 1964/65 tuvo un impacto masivo en el sentido de que fue el punto oficial de inflexión del paso de una planificación centralizada doctrinaria a una economía más libre. Popović no era un economista, era sencillamente la persona que llevó a Yugoslavia a la vía de la liberalización, mediante la cual influyó directamente en otros para hablar en contra de la centralización. El líder de la reforma económica fue Kiro Gligorov. Popović presionó en busca de más reformas para un mercado todavía más libre, pero vio como sus reclamaciones de libertad fueron acalladas por los marxistas radicales. Aun así, Popović sabía que Yugoslavia estaba al menos en el buen camino y que no estaba solo en su búsqueda de liberalización. Entretanto había aparecido en la política yugoslava un prominente movimiento liberal, cuyos miembros incluían al presidente del partido comunista de Serbia, Marko Nikezić, y su secretaria, Latinka Perović, entre muchos otros.

Otro aspecto de las políticas liberales de Popović podría verse en su enfrentamiento con Aleksandar Ranković, el ministro yugoslavo de interior y un radical nacionalista serbio que estaba a favor de la centralización de la economía de Yugoslavia. Como ministro de interior, también controlaba la UDBA, el equivalente yugoslavo del KBG, y criticaba abiertamente el alineamiento con Occidente y sus matones de la UDBA trataron a menudo de bloquear los planes de liberalización de Popović. Este disfrutó de una tregua cuando en 1966 Ranković se vio obligado a dimitir en medio de un escándalo.

Por desgracia, muchos marxistas radicales estaban en desacuerdo con los intentos de liberalización y todos los liberales prominentes fueron relevados de sus cargos respectivos. Después de ver a sus camaradas aplastados uno tras otro, Popović dimitió voluntariamente en 1972. Paso el resto de su vida en Dubrovnik, lejos de la política, ya que no veía que hubiera ninguna esperanza de una sociedad verdaderamente liberal con el Partido Comunista todavía en el poder.

Sin embargo, los liberales dejaron su impronta: la última constitución de Yugoslavia, de 1974, descentralizaba el poder político aún más, concediendo a dos provincias serbias, Vojvodina y Kosovo, una mayor autonomía política. Igualmente, la cultura yugoslava en las décadas de 1970 y 1980 suscitó una gran inspiración de Occidente: de la música al cine.

Popović se oponía también a otras formas de colectivismo. No solo se oponía al comunismo, sino que detestaba el nacionalismo serbio (es conocido que indicaba los buena que era la retórica anticomunista cuando su remplazo es un sistema igual de draconiano y brutal). Aunque él mismo era un serbio, se declaraba a sí mismo como “serbio solo por nacimiento” y al ser acusado por los nacionalistas de que no estaba dispuesto a hacer “algo” por Serbia, respondía que no haría “nada estúpido: eso os lo dejo a vosotros, compañeros”. Odiaba tanto a los nacionalistas serbios (los chetniks) de la década de 1990 tanto como a los de la de 1940 contra los que luchó en el campo de batalla.

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