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Carl Menger explica el valor

El concepto general de valor

El valor de un bien resulta del conocimiento de que cada logro parcial de ese bien está vinculado a una satisfacción de los deseos. Un bien se valora sabiendo que su uso sirve para satisfacer nuestros deseos.

Los bienes no económicos no tienen valor. Cuando hay suficiente oferta para satisfacer completamente todos los deseos de este bien, la cantidad parcial de ese bien no tiene valor. Por tanto, los bienes no económicos no sólo no tienen valor de cambio, sino que no tienen valor alguno y, por tanto, tampoco valor de uso. Tanto el valor de cambio como el valor de uso son dos conceptos subordinados al concepto general de valor, es decir, conceptos coordinados entre sí. En consecuencia, el concepto general de valor es válido tanto para el valor de uso como para el valor de cambio.

La utilidad es la idoneidad de una cosa para servir a la satisfacción de las necesidades humanas. Incluso los bienes no económicos son útiles en la medida en que son tan adecuados para satisfacer nuestras necesidades como los económicos. La utilidad y el valor no coinciden. Confundir la utilidad con el valor de uso nunca tuvo consecuencias prácticas, pero obstaculizó el progreso de la ciencia económica. De hecho, las personas prácticas nunca fueron víctimas de este error. Que un bien tenga valor para nosotros reside en el hecho de que tenerlo a nuestra disposición supone la satisfacción de una necesidad. El valor de los bienes no es arbitrario, sino la consecuencia necesaria del conocimiento del hombre de que el mantenimiento de su vida y de su bienestar depende de la disposición de un bien concreto o de un conjunto de bienes concretos.

El valor de los bienes se basa en la relación de los bienes con nuestras necesidades, no en los propios bienes. Con el cambio de esta relación, el valor aparecerá o desaparecerá en consecuencia. El valor no es nada que se adhiera a los bienes, no es su propiedad, y no es una cosa independiente que exista por sí misma. «El valor es un juicio que los agentes económicos hacen sobre la importancia de los bienes de que disponen para el mantenimiento de su vida y bienestar y, por tanto, no existe fuera de la conciencia humana» (p. 86).

Como el valor de un bien resulta de los deseos, el grado de valor de un bien debe depender del grado de satisfacción de nuestros deseos. De los fundamentos del valor de los bienes se derivan las variaciones temporales del valor de los bienes.

Clasificación

El grado de satisfacción de los deseos es variado, empezando por la urgencia del mantenimiento de la vida hasta llegar a proporcionar sólo un breve placer. Esta misma variación se muestra no sólo entre las diferentes áreas de satisfacción en general, sino también con la satisfacción de un tipo específico. El ejemplo de la comida muestra que comer sirve, por un lado, para el mantenimiento de la vida, pero también para aumentar el placer, mientras que el consumo en exceso provoca displacer. Del mismo modo, mientras que la vivienda es esencial para el mantenimiento de la vida y una casa más grande aumenta el placer, un tamaño extremo trae indiferencia y una carga. La satisfacción de un mismo deseo varía incluso en el caso de los deseos esenciales que van desde una necesidad de supervivencia hasta un placer breve y superficial. La variación va de la necesidad al placer y al disgusto.

La apreciación es relativamente fácil en el caso de que un bien proporcione un solo tipo de satisfacción. Sin embargo, en la vida real nos encontramos con bienes polivalentes. Existe un complejo de deseos que el uso de un bien concreto puede satisfacer en distintos grados. Un agricultor, por ejemplo, puede utilizar su cosecha de grano para varios fines, empezando por el mantenimiento de su vida hasta su uso para bebidas espirituosas o comida para mascotas. Así, surge la pregunta: ¿Cuál es el valor, en estas circunstancias, de una determinada cantidad parcial de grano para este agricultor? ¿Cómo deben clasificarse los diferentes usos? ¿Qué fines tienen mayor y cuáles menor valor? La cuestión es que la importancia de la satisfacción cambia drásticamente con el uso, aunque el bien siga siendo el mismo.

El esfuerzo económico se dirige a la satisfacción más completa de los deseos. Si después de satisfacer un deseo hay un exceso de bienes, se satisfarán los siguientes deseos y así sucesivamente en la clasificación. Las personas ordenan la clasificación según la importancia que atribuyen al uso específico de esa cantidad parcial de un bien. El valor de cada parte de la cantidad total del bien a su alcance es igual a la importancia que tiene esa cantidad parcial para satisfacer ese deseo de menor importancia.

El valor de un bien concreto o de la cantidad parcial de un bien es igual a la satisfacción que sigue garantizando la satisfacción del deseo menos importante. No sólo es subjetivo el valor del bien, sino también la valoración de sus cantidades parciales. «Mientras que un sujeto económico valora una determinada cantidad de un bien igual a una cantidad mayor de otro bien, con otro sujeto económico no es infrecuente observar precisamente la proporción opuesta del valor de los bienes. En consecuencia, el valor es subjetivo no sólo en su esencia sino también en su dimensión» (p. 107).

Valor de los bienes de producción

El valor de un bien no viene determinado por la cantidad que se necesita para su producción, incluida la mano de obra que se gasta en él, sino por la estimación subjetiva. Este principio de subjetividad también se aplica a los bienes de inversión. No son los costes de los bienes de producción los que determinan el valor de los bienes de consumo, sino al contrario: «[E]l valor de los bienes de orden superior está siempre determinado por el valor esperado que tienen para la producción a la que sirven» (p. 124). De esta consideración resulta «el principio del valor de los bienes de orden superior»—que el valor esperado de los bienes de orden superior está condicionado por el valor esperado de los bienes de orden inferior. En consecuencia, los bienes de orden superior sólo pueden adquirir y mantener su valor en la medida en que contribuyan al valor de los bienes de orden inferior.

Lo que cuenta en esta valoración es la diferencia estimada entre la demanda futura y la cantidad que se espera conseguir en el futuro. Así, entra en juego el principio de preferencia temporal, que dice que las mayores preocupaciones humanas se dirigen a la conservación de la vida y el bienestar en el presente o en el futuro próximo. Estas preocupaciones disminuyen en los periodos más lejanos en el futuro. Este fenómeno no es accidental, sino que está arraigado en la naturaleza humana, porque asegurar la satisfacción de las necesidades del presente y de los periodos anteriores debe preceder necesariamente a las de los periodos posteriores (p. 127).

Los bienes que sólo están al alcance en el futuro no ayudan a mantener nuestra existencia o nuestra salud si hay una escasez actual. Así, las necesidades y deseos inmediatos constituyen un límite a la acumulación de bienes superiores. Las circunstancias actuales ponen un límite al esfuerzo por el uso progresivo de bienes de orden superior. La obtención de los beneficios económicos que se derivan de los bienes de orden superior depende de la condición de que se satisfagan las necesidades inmediatas y las del futuro próximo.

Aquí entra en juego la función del empresario como persona que dirige la transformación de bienes de orden superior en bienes de orden inferior y que guía este proceso sobre la base de conocimientos y cálculos económicos y técnicos. Además del uso de conocimientos y cálculos, la función empresarial es también la fuerza de voluntad y la motivación del empresario para supervisar y controlar el proceso de producción bajo el criterio de la rentabilidad. Los bienes de orden superior no sólo incluyen los necesarios para la producción técnica, sino también para el capital y la actividad empresarial.

Conclusión:

El valor es subjetivo e individual, y denota la importancia que una persona concreta atribuye a un bien específico en un momento determinado y en unas circunstancias concretas. Originalmente, sólo tienen valor los bienes que sirven para la supervivencia humana y, como consecuencia lógica, trasladamos este significado a todos aquellos bienes que sabemos que pueden servir para la satisfacción de nuestras necesidades. Esto significa que la importancia que tienen para nosotros las distintas satisfacciones concretas de las necesidades es desigual, y el grado de ésta radica en el grado de su importancia para el mantenimiento de nuestra vida y nuestro bienestar. El ancla de toda valoración es la utilidad de un bien para el bienestar de un ser humano individual. El agente económico transfiere el valor de los bienes de primer orden a los bienes de segundo orden, a los de tercer orden, y así sucesivamente. De este modo, el valor de los bienes de orden superior es una manifestación especial de la importancia que el ser humano concede a su vida y a su bienestar.

Esta es la tercera parte de la serie sobre Principios de economía, de Carl Menger, que apareció hace 150 años, en 1871. (Los aspectos más técnicos se tratarán en otro artículo que trata de la formación de los precios).

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