Descentralización y secesión

Hasta ahora, cuando se trata de desarmar a la población, los gobiernos no han sido tan terribles como se podría haber predicho durante el pánico del COVID-19.

«Cuando un solo objeto definido se convierte en el fin supremo del Estado... el Estado se convierte por el momento inevitablemente en absoluto». No podemos permitir que la lucha contra un virus supere todos los demás valores de la sociedad.

El coronavirus demuestra cómo las crisis se vuelven locales.

La idea de que una sociedad libre y mayormente privatizada dejaría que las pandemias se desataran sin control se basa en una cruda caricatura. La verdad es que una sociedad libre ofrece la flexibilidad y la resistencia de la que carece un sistema centralizado.

La crisis del coronavirus debe hacernos repensar la idea de que los gobiernos pueden manejar estas situaciones. Es absolutamente cierto que se puede confiar en la mayor parte de la industria privada, porque la alternativa para los proveedores pobres o inescrupulosos es el fracaso.

A medida que los Estados-nación se llevan la peor parte de sus colapsos económicos en el mentón, comenzarán a darse cuenta de que el superestado de la UE es poco más que una irrelevancia obstructiva y costosa.

¿Recuerdas que el día de las elecciones solía ser un día de alivio nacional, sin importar quién ganara? La gente común estaba feliz de que nuestra guerra política terminara por un tiempo, al menos. Pero ya no vivimos en ese país.

Para empezar, hagamos que California secesione y limite el socialismo al estilo de Bernie a la nueva república. Si mis predicciones terminan siendo erróneas y el estado se convierte en un paraíso, entonces el resto del país podría seguir rápidamente.

Recientemente los residentes descontentos de los condados rurales del suroeste de Oregón han estado organizando una petición para desplazar la frontera de Idaho hacia el oeste para formar un «Gran Idaho» que también podría incluir partes del norte de California.

La constitución suiza sabiamente pone una «fecha de caducidad» en la potestad tributaria del gobierno central cada 10-15 años. Los votantes tienen que votar «sí» para extender este poder. Los estadounidenses deberían exigir algo similar, tanto para los impuestos como para mucho más.