Controles de precio

Nuestro gobierno está siempre quejándose, amenazando contra los altos precios de los fármacos. Nuestra industria farmacéutica está «luchando» contra los chinos en esta «guerra» económica con las manos atadas a la espalda.

Los esfuerzos de los responsables políticos de los EEUU para impulsar los precios del crudo y para lanzar un salvavidas a los productores de crudo de los EEUU de alto costo es exactamente lo contrario de lo que los precios nos dicen que el mercado necesita en este momento.

Si no se permite a los compradores competir en términos de precios, se verán obligados a competir en términos de tiempo de espera, distancia recorrida u otros costos reales.

Gracias a las regulaciones y a la falta de gasto privado, el sistema sanitario italiano tenía una capacidad muy limitada incluso antes de la crisis actual.

A pesar de los muchos intentos que se han hecho, los gobiernos nunca han sido capaces de conjurar más bienes y servicios mediante el control de precios y otros reglamentos.

Las leyes contra el abuso de precios significan que los que realmente terminan perdiendo son los que no tienen el tiempo o los medios para ganarle a las multitudes en la tienda. Peor aún son aquellos de menores recursos que dependen del transporte público o de caminar para llevar los comestibles a casa.

Lo que hay que hacer en una crisis como ésta no es intentar dirigir el mercado para asegurar que proporcione lo que se necesita, sino dejarlo libre para que haga lo que siempre hace: hacer coincidir los objetivos de los productores emprendedores con las necesidades de la población.

Ni siquiera se le permite preguntar: «¿Vale la pena el precio que estamos pagando?» o «¿Es esto una abundancia de precaución, o una sobredosis?». La «gente seria» ataca a cualquiera que insista en la calma y anime a los demás a adoptar un enfoque de «no entrar en pánico». La nueva línea del partido es: pánico = virtud.

El control de alquileres se ve bien a corto plazo, pero con el tiempo significa menos viviendas y mayores costos reales para la mayoría de la gente común.

Cegados por su afán de salvar a las masas de los «excesos» de los codiciosos propietarios, los políticos están ignorando el estado regulador que mantiene los precios de la vivienda en aumento.