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Ceguera moral ante la agresión y tortura de EEUU

Mientras leía ayer un editorial del Washington Post condenando a Rusia por su guerra de agresión en Ucrania y la tortura de ucranianos, no dejaba de preguntarme: ¿Por qué el Post no condena al gobierno de EEUU por lo mismo? Y, sin embargo, ni una sola mención a lo que el gobierno de EEUU hizo a los pueblos de Afganistán e Irak.

¿Por qué? ¿Por qué no aprovechar la oportunidad para mostrar al mundo que los funcionarios de EEUU merecen ser castigados por lo que hicieron a la población de Afganistán e Irak tanto como los funcionarios rusos merecen ser castigados por lo que están haciendo en Ucrania?

Empecemos por Irak, una nación que nunca atacó a los  Estados Unidos ni siquiera amenazó con hacerlo. La guerra de los EEUU contra esa nación fue una «guerra de agresión» pura y dura, el tipo de guerra condenada por el Tribunal de Crímenes de Guerra de Núremberg.

El Post entiende claramente el concepto de «guerra de agresión» porque describe la invasión rusa de Ucrania como «una guerra de agresión injustificada». Así las cosas, ¿por qué el Post no utilizó su editorial para condenar a ambos regímenes —de los EEUU y el ruso— en lugar de centrarse sólo en el ruso?

Una de las batallas más encarnizadas de la guerra de agresión de los EEUU contra Irak tuvo lugar en la ciudad de Faluya. Cuando se estaba librando esa batalla, los principales medios de comunicación se referían a las tropas de EEUU como los «buenos» y a los defensores iraquíes como los «malos». Yo no dejaba de pensar: Pero esos «malos» sólo están defendiendo su país de invasores ilegales. ¿Por qué son «malos» por hacer eso? Los soldados ucranianos no son considerados «malos» por defender su país, ¿verdad? ¿Es porque las fuerzas de EEUU son consideradas automáticamente y siempre como «buenos chicos», incluso cuando están librando una guerra de agresión contra otro país?

Afganistán fue calificada de «guerra buena» porque Osama bin Laden, acusado de orquestar los atentados del 11-S, vivía allí. Los funcionarios de EEUU afirmaron que ese hecho sacaba a esa invasión concreta del ámbito de una «guerra de agresión».

Pues no. La razón por la que el presidente Bush ordenó a su ejército invadir Afganistán es que Afganistán se había negado a acceder a su demanda de extradición de Bin Laden. Bush calificó esa negativa de «dar cobijo» a terroristas. Pero Afganistán tenía derecho legal a negarse a acceder a la demanda de extradición de Bush, dado que no existía ningún tratado de extradición entre los estados unidos y Afganistán. Además, nunca hubo pruebas de que el gobierno afgano fuera cómplice de los atentados del 11 de septiembre. Así pues, la guerra de los EEUU contra Afganistán fue una guerra de agresión pura y dura, como lo fue la guerra de los EEUU contra Irak.

Algún tiempo después del lanzamiento de esas dos guerras de agresión, empezaron a circular rumores de que las fuerzas de EEUU estaban torturando a personas. Aquí, en la Fundación Futuro de la Libertad, empezamos inmediatamente a pedir investigaciones y a condenar todos los actos de tortura.

Fuimos inundados de ataques despiadados por parte de los intervencionistas de EEUU, que negaban fervientemente que las fuerzas de EEUU practicaran jamás la tortura y nos criticaban ferozmente por sugerir siquiera la posibilidad de que lo hicieran.

Y entonces empezaron a salir a la luz pruebas como las crueles torturas de Abu Ghraib, Guantánamo, los campos de prisioneros secretos de la CIA y otros lugares.

¿Qué dijeron entonces nuestros críticos? No, no se disculparon. En cambio, sostuvieron que la tortura no era gran cosa. Algunos de ellos incluso defendieron la tortura, lo que para mí era muy extraño, dado que las personas que estaban siendo torturadas eran víctimas de las guerras de agresión de los EEUU.

Recuerdo haber leído sobre un iraquí que no paraba de exclamar durante su sesión de tortura: «Señor, ¿por qué me hace esto?». Me pareció fascinante que se refiriera a su torturador como «Señor», y llegué a la conclusión de que era porque sentía un gran respeto por los americanos. Me resultaba fácil comprender por qué no podía entender por qué los americanos le estaban torturando, dado que ni él ni su nación habían hecho nunca nada contra los Estados Unidos. De hecho, el dictador de Irak, Sadam Husein, había sido incluso socio y aliado de los  Estados Unidos durante los 1980. Los americanos a menudo tienden a olvidar eso, pero sin duda el pueblo iraquí no lo había olvidado.

En un momento dado, se descubrió que el sistema de seguridad nacional de los EEUU estaba grabando en vídeo sus sesiones de tortura. Mi reacción inmediata fue: ¿Por qué harían eso? ¿Para divertirse después? ¿Para futuras sesiones de entrenamiento de tortura? Cuando se descubrió que las cintas de tortura habían sido destruidas para impedir que el Congreso las viera, no me sorprendió que nadie fuera procesado por destruir intencionadamente pruebas de un delito. Para entonces, ya me había dado cuenta de que los altos cargos de la estructura gubernamental de seguridad nacional de los EEUU son inmunes a la responsabilidad penal.

Una de las cosas que he dicho sobre todo este caos es que las guerras de agresión y la tortura son lo que hacen los comunistas y otros regímenes totalitarios y que América no debería hacer lo que ellos hacen. A los partidarios de estas dos guerras de agresión de los EEUU y de la tortura que las acompañó les costó entender mi argumento.

Y ese es el verdadero valor del editorial de ayer del Washington Post condenando a Rusia por su guerra de agresión y la tortura de prisioneros y detenidos. Siempre es fácil sacar la paja del ojo ajeno. No es tan fácil sacar la viga del ojo propio. Aunque el editorial del Post no menciona al gobierno de EEUU, uno puede aplicar fácilmente los principios enunciados en el editorial a las guerras de agresión de los EEUU contra Afganistán e Irak y a la tortura los EEUU de personas de esos dos países.

Reimpreso con permiso de The Future of Freedom Foundation.

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