Power & Market

La locura de los aranceles presidenciales


Extraordinary Popular Delusions and the Madness of Crowds (Delirios populares extraordinarios y la locura de las multitudes) es uno de los primeros estudios sobre psicología de las multitudes del periodista escocés Charles Mackay, publicado por primera vez en 1841 con el título Memoirs of Extraordinary Popular Delusions (Memorias de delirios populares extraordinarios). El libro se publicó en tres volúmenes: «Delirios nacionales», «Locuras peculiares» y «Delirios filosóficos».

Los tres primeros capítulos abordan los acontecimientos económicos:

  • El plan del Mississippi
  • La burbuja del Mar del Sur
  • La manía de los tulipanes

Los capítulos restantes describen manías esencialmente no económicas, incluido el fenómeno de la brujería. Todos los capítulos describen cómo las multitudes pierden periódicamente el sentido común.

Si Mackay estuviera vivo, probablemente reconocería que la guerra comercial actual y los aranceles promulgados por el presidente Trump no son más que la locura de las multitudes. Concretamente, observaría que hoy muchos creen que el crecimiento económico de los Estados Unidos ha sido limitado porque otras naciones se han aprovechado de los Estados Unidos. Una mirada más profunda a las cifras demostraría que esa afirmación no tiene sentido.

El 4 de marzo de 2025, el presidente Trump declaró oficialmente una guerra arancelaria de los Estados Unidos contra sus dos naciones vecinas, México y Canadá. Como era de esperar, ambas naciones correspondieron, al igual que las naciones de todo el mundo correspondieron al Arancel Hawley-Smoot en 1930, firmado por el presidente Herbert Hoover. Como resultado de esta última ley, los Estados Unidos perdió 67 por ciento de sus importaciones y exportaciones, causando más dolor a los americanos durante la Gran Depresión. Éste es sólo un ejemplo de una política arancelaria fracasada. Las políticas arancelarias de Estados Unidos han sido un desastre desde El Arancel de las Abominaciones (1828), el Arancel Morrill que provocó la Guerra entre los Estados (1861) y el Arancel McKinley (1890).

No importa que pocos economistas crean que los aranceles puedan mejorar la economía de un país. Son los políticos y los medios de comunicación los que hablan directamente a los votantes. El partidario medio de los aranceles oye hoy hablar poco de los desastres causados por ellos.

¿Cómo corregir esta situación? La educación económica es la solución ideal, porque la respuesta a las propuestas arancelarias es clara para quien lee la literatura de la escuela austriaca (libre mercado) de economía. Pero la mente de la multitud no se inclina por la obra de Hazlitt Economía en una lección (211 páginas), y mucho menos por Acción Humana de Mises (885 páginas), donde pueden encontrarse las respuestas a las propuestas arancelarias. Es necesaria una vía más rápida, que sólo tiene que suscitar ahora efectivamente dudas sobre las implicaciones de que un presidente americano establezca unilateralmente los niveles arancelarios.

La Constitución de los Estados Unidos tiene aproximadamente 26 páginas, pero basta con consultar dos para saber qué rama del gobierno federal está facultada para crear aranceles:

  • Artículo I, Sección 8 - El Congreso tendrá facultad para establecer y recaudar impuestos, derechos, gravámenes y arbitrios, para pagar las deudas y proveer a la defensa común y al bienestar general de los Estados Unidos; pero todos los derechos, gravámenes y arbitrios serán uniformes en todo el territorio de los Estados Unidos;

  • El Artículo II, Sección 2 es donde se describen los poderes del presidente. La facultad de establecer aranceles no se menciona y, por tanto, queda reservada al Congreso. Un presidente puede firmar una ley arancelaria aprobada por el Congreso, o negarse a firmarla, pero ése es el límite del poder del presidente.

Para los ciudadanos que se niegan a aprender su Constitución, el conocimiento de los dos hechos anteriores debería bastar para suscitar dudas, de modo que pudiera producirse un debate más profundo sobre los méritos/deméritos de los aranceles.

Hoy en día, los medios de comunicación están obsesionados con presentar los argumentos económicos y emocionales a favor y en contra de los aranceles. Como resultado, los políticos tienen libertad para vomitar su propaganda y el pueblo se convierte en un animal atropellado. Con la excepción de los políticos de carrera, en última instancia, la mayoría de los cargos electos pasan por la puerta giratoria del gobierno federal a cómodos puestos de trabajo entre sus amigos del sector privado, a menudo haciendo de lobby para el interés especial que luego representan. Los ciudadanos de a pie quedan en la estacada.

La Constitución es un documento notable, pero aún conserva defectos sistémicos. Su estructura, incluidos los principios de separación de poderes y equilibrio de poderes, proceden directamente de El espíritu de las leyes, de Montesquieu, publicado en 1748. 236 años después de formar un gobierno bajo la Constitución, debería ser obvio que no ha funcionado para proteger las libertades de los ciudadanos de los Estados Unidos. Sin embargo, los americanos no necesitan crear una nueva Constitución. En su lugar, necesitan dar los primeros pasos hacia la cordura en materia de aranceles. Sólo tienen que insistir en que el Congreso tiene el poder de promulgar aranceles, no un presidente.

Ninguna nación que emplee un gobierno representativo puede prosperar gracias a la ignorancia económica, por lo que evitar la crisis arancelaria inmediata no es una solución a largo plazo. Pero eso revelaría que las acciones arancelarias del presidente Trump colocarían a esta nación en el camino hacia la dictadura. Una vez que los americanos se den cuenta de esto, podría materializarse una audiencia más amplia para Economía en una lección.

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