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La historia de Irán que Ted Cruz no conoce

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Las operaciones militares de Israel contra el régimen iraní han puesto en primer plano las profundas tensiones latentes en el seno de la derecha americana moderna sobre la cuestión de la política exterior. En primera línea de esta dinámica se encuentra el propio presidente Trump, que intensificó las tensiones con Irán en su primer mandato al poner fin al acuerdo nuclear de la administración Obama y autorizar ataques militares contra Qasem Soleimani antes de dar prioridad a un nuevo acuerdo diplomático con Teherán durante los primeros seis meses de su mandato. El estilo de política exterior de Trump ha permitido tanto a los no intervencionistas como a los halcones identificar elementos alineados con sus valores, lo que refleja una diversidad de opiniones entre los colaboradores de política exterior durante su segundo mandato.

Es precisamente la falta de compromisos ideológicos de Trump lo que ha permitido que su coalición política más amplia atraiga a diferentes elementos de la derecha americana, sin incluir al tipo de oportunistas cínicos que estaban dispuestos a servir en su administración para ser un autoproclamado «adulto en la sala», como John Bolton, subvirtiendo activamente los objetivos políticos.

Las coaliciones electorales, sin embargo, se fracturan fácilmente cuando hay que tomar decisiones políticas, y —a pesar de un primer intento de distanciar a la administración Trump de los ataques israelíes contra Irán— la administración Trump parece cada vez más cómoda con la participación directa de América, provocando críticas de los principales elementos de la base MAGA de Trump, como Tucker Carlson, Steve Bannon y la congresista Marjorie Taylor-Greene.

La crítica a Carlson, en particular, se ha considerado lo suficientemente importante como para que incluso el presidente Trump la haya comentado públicamente, afirmando que solo él puede dictar el significado de «América primero». También llevó al senador Ted Cruz a enfrentarse a Carlson en una entrevista convertida en debate en el podcast de Carlson.

El resultado es una pieza verdaderamente notable del discurso público. A pesar de cualquier crítica a sus propias opiniones políticas, Cruz es ampliamente considerado como uno de los miembros más inteligentes del Senado, un abogado consumado y campeón de debates, y un apasionado defensor del gobierno del primer ministro Benjamin Netanyahu y partidario del cambio de régimen en Teherán. Para Carlson, la plataforma de dos horas de duración supone un cambio significativo con respecto a su anterior programa de máxima audiencia en Fox News, en el que sus críticas a los políticos pro-intervencionistas se limitaban a segmentos de sólo unos minutos.

Es probable que lo que uno saque del debate Cruz-Carlson dependa en gran medida de sus opiniones preexistentes sobre el tema de Irán, pero lo que inmediatamente dio que hablar en las redes sociales fue la defensa que Cruz hizo del gobierno israelí basándose en su propia teología y en su aparente ignorancia sobre la población y la demografía de la república iraní.

Sin embargo, la clave de la visión del mundo que sostiene que el cambio de régimen iraní es una búsqueda necesaria para el «interés americano», por utilizar las palabras del senador Cruz, es la ignorancia de la historia moderna iraní que a menudo se ignora en Washington. La justificación de que las ambiciones nucleares iraníes sean una línea roja es la creencia de que la República de Irán es un actor político irracional que sitúa la muerte de americanos como objetivo primordial de la política del gobierno. Como se deduce de la lógica, los objetivos nucleares de Irán son claramente de naturaleza ofensiva, y el objetivo inevitable son nubes en forma de hongo sobre los Estados Unidos.

Sin embargo, contradice esta opinión la reacción del mismo régimen al 11 de septiembre de 2001. La respuesta del gobierno iraní no fue vitorear la muerte de 3.000 americanos, sino que el presidente iraní expresó su «profundo pesar y simpatía por las víctimas». Los sentimientos públicos de condolencia fueron seguidos de acciones.

El gobierno iraní ofreció ayuda militar directa a los Estados Unidos en sus esfuerzos contra Afganistán y Al Qaeda. El espacio aéreo iraní se abrió a los esfuerzos americano. En palabras de James Dobbins, principal negociador de la administración Bush en Afganistán, los iraníes fueron «de gran ayuda», compartiendo información y ayudando a organizar a los aliados regionales para actuar contra los talibanes —incluso poniendo en contacto a las fuerzas americanas con la Alianza del Norte.

El régimen iraní vio el 9-11 como un posible catalizador de una nueva era de relaciones entre Washington y Teherán por primera vez desde la Revolución iraní. Para perseguir esos objetivos, honraron a nuestros muertos y cooperaron militarmente con América.

La administración Bush, sin embargo, no tenía ningún interés en considerar un reseteo iraní. Unos meses más tarde, el «Eje del Mal» de George W. Bush incluiría al gobierno de Irán junto a su enemigo jurado, Sadam Husein.

Con el acercamiento a Occidente ya muerto, el gobierno iraní trató de consolidar el apoyo desde dentro avivando el sentimiento anti-EEUU y apelando a la línea dura islámica dentro del país. Eligieron a un ingeniero de un pequeño pueblo del norte de Irán que había llegado a ser alcalde de Teherán: Mahmud Ahmadineyad. Como describe Valir Nasr en su libro El auge del capitalismo islámico, los clérigos lo consideraron «el vehículo perfecto para avivar el fervor populista y revolucionario de las clases bajas y hacer retroceder a una marea creciente de sentimiento reformista».

Ahmadineyad hizo lo que se esperaba de él. Fue un defensor populista de los fundamentalistas iraníes que despreciaban a Occidente y querían ver a Israel borrado del mapa. En respuesta tanto a su retórica como a su nuevo compromiso con el programa nuclear iraní, la ONU impuso nuevas sanciones al país. Los EEUU siguió con ataques al sistema bancario iraní.

Curiosamente, los llamamientos populistas de Ahmadineyad acabaron considerándose una amenaza para la supremacía política y religiosa del ayatolá, lo que provocó el destierro político del primero, incluida la inclusión de sus aliados en una lista negra de dirigentes políticos del país.

Aunque esta inconveniente historia de las relaciones entre los EEUU e Irán no puede considerarse una garantía de que las relaciones diplomáticas entre Trump e Irán habrían tenido éxito en ausencia de la intervención israelí, sí socava la hipótesis clave declarada por senadores como Ted Cruz de que un objetivo primordial de la República de Irán es la muerte y destrucción de americanos.

Aunque una reevaluación de los registros históricos es útil para afinar nuestra comprensión del mundo en que vivimos, no altera las condiciones en que nos encontramos ni las horribles realidades de los conflictos militares. Sin embargo, debería guiarnos a la hora de identificar a qué voces debemos escuchar en el futuro.

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