Friday Philosophy

Economía austriaca y realismo científico

Uskala Mäki es uno de los principales filósofos de la economía del último medio siglo; además, es un buen conocedor de la economía austriaca, aunque no sea un adepto de esta escuela. En la columna de esta semana, me gustaría considerar algunas cuestiones que plantea en su artículo «Scientific Realism and Austrian Explanation» (Review of Political Economy, 1990).

Mäki no simpatiza con lo que llama «instrumentalismo», la opinión de que las teorías económicas no son verdaderas descripciones del mundo, sino que tienen como objetivo el éxito predictivo. Apoya el realismo científico, según el cual las teorías económicas sí intentan describir y explicar el mundo real, y considera a los austriacos como importantes defensores de este punto de vista.

Para Mäki, el realismo es una cuestión de ontología. «A diferencia de las formas típicas de instrumentalismo, cualquier versión del realismo científico tiene que suscribir la idea mínima de que las entidades teóricas u objetos científicos—es decir, las entidades postuladas o hipotetizadas en las teorías científicas—existen» (p. 314, énfasis en el original).

La economía austriaca cuenta como objetiva según este criterio, porque explica los fenómenos económicos a través de las personas y sus preferencias, y éstas sin duda existen. Los economistas austriacos no postulan las preferencias como entidades teóricas diseñadas para explicar las observaciones: las preferencias son en sí mismas observables a través de la introspección y se utilizan para explicar otras cosas. Como dice Mäki, «es bien sabido en qué consiste el mobiliario óntico del mundo que describen las teorías austriacas: los individuos humanos, sus deseos, intenciones, creencias, acciones, etc.». (p. 322).

Mäki analiza un tipo de explicación que denomina «explicación como redescripción» y, al hacerlo, ofrece una de las mejores explicaciones del individualismo metodológico que he visto. En este tipo de explicación, el economista austriaco dice: «X es realmente Y», es decir, «X se reduce a Y». El principio de este tipo de explicación que Mäki dice que es relevante para la economía austriaca es que «las entidades sociales son agregados o promedios de entidades individuales, siendo estos agregados investidos de significado por individuos que actúan» (p. 324, énfasis en el original). He aquí un ejemplo de Ludwig von Mises de lo que habla Mäki: «[L]a demanda de dinero de la comunidad económica no es más que la suma de las demandas de dinero de los agentes económicos individuales que la componen» (p. 326, citando a Mises, énfasis en el original). Murray N. Rothbard proporciona esta excelente ilustración del mismo principio: «El “mercado” no es una especie de entidad viva que toma decisiones buenas o malas, sino que es simplemente una etiqueta para las personas individuales y sus interacciones voluntarias. Si A piensa que el «mercado impersonal» no le paga lo suficiente, en realidad está diciendo que los individuos B, C y D no le están pagando tanto como le gustaría recibir. El “mercado” son los individuos actuando» (p. 326, citando a Rothbard, énfasis en el original).

Mäki menciona otro principio que considera básico para el realismo de la economía austriaca, y aquí estoy menos satisfecho con su formulación, aunque el problema puede arreglarse fácilmente. El principio en cuestión es «Las entidades sociales son consecuencias no intencionadas de las acciones de los individuos humanos» (p. 324, énfasis en el original). Este es un tema familiar para todos los lectores de Hayek, pero no es característico de la obra de Mises o Rothbard; de hecho, todo lo contrario. Sobre este tema, el trabajo clásico es «Ludwig von Mises como racionalista social de Joseph Salerno.»

Pero resulta que lo que Mäki tiene en mente principalmente es que las entidades e instituciones sociales surgen como consecuencia de las acciones humanas, y que el hecho de que los actores planifiquen conscientemente los resultados es de importancia secundaria. En resumen, Mäki se refiere al método causal-genético promovido por Carl Menger. Dice de su propia formulación del principio: «Da expresión a la idea misma de la explicación “causal-genética”» (p. 235), y hasta cierto punto permite el punto que he planteado contra él sobre la planificación consciente. Como ejemplo de lo que quiere decir con su principio, da el relato de Menger sobre el origen del dinero, y luego dice de él: «Menger admite que el dinero, es decir, el medio de cambio generalmente aceptado, puede surgir a veces como un resultado intencionado. Sin embargo, Menger insiste en que forma parte de la esencia del dinero el hecho de que sea una consecuencia espontánea de un proceso no planificado de interacción individual» (p. 326).

Retomando las palabras de Mäki, no creo que haya llegado aquí a la esencia. A lo que Menger se refiere es a un caso en el que una sociedad ya familiarizada con el concepto de dinero establece conscientemente una mercancía como dinero. Pero la situación que yo tengo en mente es diferente. Supongamos que una sociedad no tiene un medio de cambio general y comercia a través del trueque. A través del proceso que describe Menger, el dinero llega a existir. No es una condición necesaria para que el proceso se produzca que las personas de esa sociedad no lo hayan previsto. Imaginemos un grupo numeroso de personas en una isla desierta que conocen el concepto de dinero, pero que no tienen dinero—todos sus dólares se perdieron en el mar. También han leído a Menger y Mises y quieren crear dinero, haciéndolo a través del proceso que describen los austriacos. Podrían poner en marcha el proceso conscientemente, y el dinero resultaría. El proceso no tiene por qué ser involuntario.

Mucho más importante que este desliz es un punto perspicaz que Mäki hace sobre la visión austriaca de la causalidad. Las acciones humanas, fuente de los fenómenos económicos, no operan a través de leyes causales fijas. «La ausencia de relaciones empíricamente constantes o de regularidades estables en la sociedad ha sido subrayada con fuerza por varios economistas austriacos» (p. 333). Mäki da un excelente ejemplo de esto en una discusión sobre el rechazo de Mises a la teoría de la cantidad de dinero. Si el gobierno aumenta la cantidad de dinero en circulación, no hay una relación proporcional fija entre la cantidad del aumento y la subida de los precios: «[L]a relación entre la cantidad de dinero y su poder adquisitivo no es constante» (p. 332, citando a Mises). Esta falta de relación fija se produce, en parte, «por la innovación creativa, el aprendizaje y el libre albedrío de los agentes económicos—factores en los que insisten los economistas austriacos» (p. 333).

El artículo de Mäki contiene mucho más de gran interés y espero volver a él en otra ocasión. Insto a todos los interesados en la metodología austriaca a que lo lean. Por razones obvias no añadiré «como quien no puede ser» a la frase anterior.

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