[El ciclo de la exageración: altibajos en nuestra cultura bipolar, por Arnold Schelsky (Open Universe, 2025); 320pp.].
En este notable libro, Arnold Schelsky sostiene que las oligarquías financieras, aliadas con las élites políticas, exageran ciertas tendencias para aumentar su poder y su riqueza. Este es el «bombo» al que se refiere el título del libro, y puede referirse tanto al temor de que ocurra algo malo como a la esperanza de que ocurra algo bueno. El gobierno y los medios de comunicación promueven estos temores y esperanzas para manipular al público.
Schelsky analiza un gran número de estas exageraciones bajo los epígrafes «exageraciones científicas» y «exageraciones culturales». El calentamiento global es un ejemplo del primero: se afirma que, a menos que tomemos medidas drásticas, se avecinan consecuencias nefastas para la humanidad. Un ejemplo de exageración cultural es la afirmación «woke» de que las minorías raciales y sexuales requieren amplias medidas correctivas para superar los efectos nocivos de la opresión de los hombres blancos. Tengo que decir que muchas de las exageraciones son bastante controvertidas, por ejemplo, la afirmación de que no sólo fueron perjudiciales los encierros, las máscaras y las vacunas, como ha quedado bien establecido, sino que no hubo pandemia de covid en absoluto.
Schelsky sostiene además que se suprime a quienes desafían a los hypes, a pesar de que —en muchos casos— son autoridades altamente cualificadas con opiniones que merecen consideración. El propio Schelsky es un ejemplo de esa supresión. Es un matemático aplicado con una gran experiencia técnica en muchas áreas diferentes de la ciencia, y también es filósofo, pero ha tenido que escribir su libro bajo un seudónimo para no poner en peligro su propia carrera.
A continuación, analizaré un modelo de argumentación que Schelsky utiliza en varios capítulos del libro, ya que es de interés e importancia filosófica. Schelsky distingue entre sistemas simples, en los que sólo es necesario determinar unas pocas variables para construir un modelo, y sistemas complejos, en los que se requiere un gran número de variables. Los sistemas complejos, como la Inteligencia Artificial (IA) y el clima terrestre, son lo que Schelsky denomina «no ergódicos», lo que significa que no existe un patrón recurrente que permita hacer predicciones. Dado que las exageraciones del miedo y la esperanza implican sistemas complejos y no ergódicos, no podemos construir modelos sinópticos de ellos, es decir, «un modelo que pueda utilizarse para diseñar una réplica en máquina de un sistema natural dado o para replicar su comportamiento».
Debo confesar que me enfrenté a un problema a la hora de evaluar los argumentos de Schelsky, aunque el problema es enteramente culpa mía. En casi todos los capítulos, Schelsky ofrece consideraciones técnicas muy detalladas en apoyo de sus afirmaciones de que los modelos han sido «exagerados», pero yo no sé lo suficiente sobre las distintas ciencias como para opinar si tiene razón. En un área, sin embargo, que implica una cuestión filosófica, sí creo que tiene razón y, además, es una cuestión en la que está de acuerdo con Ludwig von Mises. Schelsky escribe:
La mente humana es un componente no separable del continuo mente-cuerpo. No puede entenderse de forma aislada.... El cerebro humano es el órgano en el que tienen lugar los procesos que causan nuestras experiencias mentales. Es el sistema biológico más complejo que conocemos. Los procesos ocurren en sistemas. Comprender un proceso significa ser capaz de describir cómo interactúan los elementos del sistema que causan el proceso.... Pero no entendemos en absoluto cómo el continuo mente-cuerpo genera nuestras experiencias: conciencia, emociones, intenciones o capacidades cognitivas. Sólo podemos experimentarlas, observarlas mediante la introspección en nuestra propia experiencia privada y luego comparar nuestras conclusiones con las observaciones de otras personas.
La cuestión crucial que me permite evitar evaluar las cuestiones técnicas es que la ciencia física no incluye ningún término que designe las cualidades internas de la experiencia y, por tanto, no puede explicarlas. Los científicos pueden, por ejemplo, identificar correlaciones entre expresiones de sentimientos como el dolor con zonas del cerebro, pero no explican, en la famosa frase de Thomas Nagel, «cómo es» tener estas experiencias o, de hecho, por qué hay alguna experiencia interior en absoluto. Debo añadir, sin embargo, que pocos argumentos filosóficos importantes, si es que hay alguno, logran un asentimiento universal, y en la literatura hay respuestas a la afirmación que acabo de hacer. Pero este artículo no es el lugar adecuado para seguir debatiéndolos.
Como ya he mencionado, el argumento de Schelsky es bastante similar al de Mises. También él sostenía que si el cerebro determina la conciencia humana, lo que él pensaba que muy bien podría hacer, carecemos de conocimientos suficientes para hacer uso de este determinismo para comprender las acciones humanas. Como dice en Teoría e Historia:
El hombre mortal no sabe cómo puede parecerle el universo y todo lo que contiene a una inteligencia sobrehumana. Tal vez una mente tan exaltada esté en condiciones de elaborar una interpretación monista coherente y completa de todos los fenómenos. Hasta ahora, al menos, el hombre siempre ha errado lamentablemente en sus intentos de salvar el abismo que ve abrirse entre la mente y la materia, entre el jinete y el caballo, entre el albañil y la piedra. Sería absurdo considerar este fracaso como una demostración suficiente de la solidez de una filosofía dualista. Lo único que podemos deducir de ello es que la ciencia —al menos por el momento— debe adoptar un enfoque dualista, menos como explicación filosófica que como recurso metodológico. El dualismo metodológico se abstiene de cualquier proposición relativa a esencias y construcciones metafísicas. Simplemente tiene en cuenta el hecho de que no sabemos cómo afectan los acontecimientos externos —físicos, químicos y fisiológicos— a los pensamientos, ideas y juicios de valor humanos. Esta ignorancia divide el ámbito del conocimiento en dos campos separados: el ámbito de los acontecimientos externos, comúnmente llamado naturaleza, y el ámbito del pensamiento y la acción humanos.
Si piensa que limitar mi reseña al argumento filosófico anterior fue un intento de evitar las controversias que habría generado discutir los temas realmente «candentes» de este libro, por supuesto tiene toda la razón. Siempre evito la polémica.