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La teoría es la siguiente: el capitalismo se combina con el consumismo y la publicidad para hacernos tristes, solitarios y siempre persiguiendo bienes materiales. Así que consumimos sin parar y los capitalistas maquiavélicos cosechan las recompensas. No es una gran teoría.

Es muy poco probable que las grandes empresas políticamente correctas por sí solas puedan convertir a los EE.UU. en una sociedad totalitaria. Históricamente, las políticas empresariales han seguido el ejemplo del Estado, y no al revés. El Estado sigue siendo la amenaza real.

Las consecuencias negativas de las políticas monetarias expansivas tardan en aparecer, pero el colapso del Deutsch Bank puede ser la primera señal de fracaso.

La competencia por la riqueza y el estatus social difícilmente fue creada por el sistema capitalista. La gente siempre ha competido por estas cosas. Gracias al capitalismo, sin embargo, esta competencia es ahora menos violenta, y la verdadera pobreza es más fácil de evitar.

El hecho de que los inversores más conservadores se vean obligados a comprar bonos de empresas casi en bancarrota por casi ningún rendimiento no es un éxito de la política monetaria ni una herramienta para el crecimiento.

A medida que los precios han aumentado, la demanda interna de acero ha caído, lo que significa que los productores de acero están despidiendo trabajadores a medida que los consumidores pagan más.

La gente utiliza el mercado para ofrecer lo que otros necesitan y quieren. El ambientalismo, por otro lado, se construye en torno a la negación de las necesidades humanas.

En junio, el crecimiento interanual de la oferta monetaria se situó en el 1,98%. Eso fue ligeramente inferior a la tasa de mayo de 2,10%, y fue muy inferior a la tasa de junio de 2018 de 4,30%.

En lugar de pagar a los trabajadores de su campaña más de su riqueza personal, Bernie Sanders está recortando las horas de trabajo de los empleados y reduciendo los eventos de la campaña, ilustrando así cómo las subidas del salario mínimo son un problema para los trabajadores.

Las personas compran cosas que reflejan sus sistemas de valores: valores aprendidos en los hogares y en otras instituciones que no son de mercado. Mientras tanto, los mercados no obligan a nadie a comprar nada.