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Por qué las criptodivisas nunca serán refugios seguros

Cada nuevo máximo en el precio del bitcoin trae cada vez más afirmaciones de que está destinado a ser el refugio principal para la inversión en la época moderna: el nuevo oro.

Pero no hay que olvidar el hecho de que bitcoin es esencialmente una inversión especulativa en una nueva tecnología, en concreta la blockchain. Muy básicamente, la blockchain son capas de seguridad electrónica independiente que encapsulan una criptodivisa y la mantienen congelada en el tiempo y el espacio, como capas de ámbar en torno a una mosca. Esto es lo que hace “cripto” a una criptodivisa.

Esto no quiere decir que el precio del bitcoin no puede alcanzar más (y más) máximos. Después de todo, eso es lo que hacen las burbujas especulativas (hasta que dejan de hacerlo).

Bitcoin y cada nueva oferta inicial de moneda (OIM) deberían considerarse como herramientas de innovación de infraestructura de software, no como divisas en competencia. Es el ámbar el que determina su valor, no las moscas. Las criptodivisas tienen una innovación tecnológica de gran valor añadido que pone directamente en cuestión el monopolio público sobre el dinero. Esta insurrección con el dinero fiduciario manipulado por el estado solo se hará más pronunciada al irse convirtiendo las criptodivisas en medios fiduciarios de transacción. En ese momento, ¿quién necesitará el dinero del estado? La blockchain, aunque esté en su infancia, es realmente algo serio.

Aunque los estados no pueden controlar directamente las criptodivisas, ¿por qué no deberíamos esperar que estas se enfrentaran al mismo destino al que se empiezan a enfrentar las cuentas bancarias suizas numeradas (cuyo secreto permanece legalmente mantenido por la ley suiza)? Todo lo que los estados tienen que hacer es hacer ilegal esconderlas y así forzar a los ciudadanos cumplidores de la ley a convertirse en delincuentes si no declaran esas cuentas. Deberíamos esperar una higiene e impuestos similares en contra del lavado de dinero para las criptodivisas. Cuantas más capas de seguridad electrónica propias haya en el valor percibido de una criptodivisa, más vulnerable será su precio a un eventual decreto de este tipo.

Los bitcoins deberían considerarse activos, no valores ni divisas. Cada uno es un pequeño plan de negocio, cada uno percibido para crear un valor futuro. No son almacenes de valor, sino más bien expectativas volátiles del éxito futuro de estos planes de negocio. Pero la mayoría de las OIM probablemente no tengan planes viables de negocio: son solo castillos en el aire, basándose solo en efectos impulsivos entre la creciente grey de los criptoinversores. (La SEC tiene razón al verlas como valores). Así que deberíamos esperar que su valor actual derive de las mismas estrechas primas de cartera y las expectativas burbujeantes de crecimiento que vemos hoy en los mercados. Y deberíamos esperar que ese valor sufra el mismo destino que se produce al terminar cualquier burbuja especulativa.

Si quieres crear tu propio país privado con tu propia moneda, no importa lo seguro que estés frente a invasores exteriores, sería sabio que empezaras con algún almacén preexistente de valor, como una moneda extranjera, oro o tierras. De otro modo, ¿por qué iba a usar alguien tu moneda para comerciar? Asignar arbitrariamente un componente de almacén de valor a una criptodivisa, no importa lo segura que sea, es tratar de hacer exactamente eso (salvo que es mucho más fácil que crear un país nuevo). Y por alguna razón está funcionando.

Además, al irse creando criptodivisas en competencia, ya sea para aplicaciones concretas (como contratos automáticos, por ejemplo), estas OIM parecen tener el efecto de hacer subir a todas ellas. Está claro que hay potencial para que criptodivisas adicionales impulsen el valor transaccional de todas las demás, tal vez incluso aumentando la fungibilidad de todas las criptodivisas. Pero al empezar compitiendo entre sí las diversas criptodivisas, no sumarán valor. La tecnología, como las innovaciones, puede de hecho crear algún valor de la nada. Pero no es así para ningún componente de almacén subyacente de valor en las criptodivisas. Al asignarse a una nueva criptodivisa algún almacén subyacente de valor, esas unidades deben necesariamente abandonar otros almacenes de valor, ya sea oro u otra criptodivisa. Los nuevos depósitos de valor deben afectar a los depósitos existentes de valor. A escala global, es en buena medida un juego de suma cero.

O, como podríamos decir, podemos mejorar las capas de ámbar, pero no podemos crear más moscas.

Esta competencia, tanto en la tecnología como en el almacén subyacente de valor, debe, por definición, limitar toda apreciación concreta del precio de la criptodivisa. Dicho de manera sencilla, las criptodivisas tienen un enorme problema de escasez. Las limitaciones para cualquier oferta de criptodivisa son una enorme mejora con respecto a la falta de cualquier limitación sobre los estados en lo que se refiere a imprimir moneda. Sin embargo, al contrario que los activos físicos como el oro y la plata, que tienen atributos físicos característicos que les han proporcionado importancia monetaria durante milenios, el problema es que no hay ninguna barrera de entrada para las criptodivisas: a medida que triunfa cada nueva criptodivisa en competencia, esta diluye o aumenta el universo de las demás.

El componente de almacén de valor de las criptodivisas (que, como mínimo, es un requisito fundamental para el estatus de refugio) es una parte minúscula de su valor y apreciación. Después de todo, los almacenes de valor son precisamente eso: lugares en lo que se mantiene un valor estable y fiable. No crean nuevo valor, sino que son finitos en oferta y se limitan a mantener un valor que ya se ha creado mediante ahorro e inversiones productivas. Olvidar esto es perpetuar la misma falacia que siguen hoy ciegamente los bancos centrales. Sencillamente no se puede crear dinero, ni capital, a partir de la nada (ya sea crédito o una nueva criptodivisa de moda). Más bien representa recursos que se han creado y ahorrado para su consumo futuro. Sencillamente no hay manera de eludir esta verdad esencial.

Ver las criptodivisas como refugio lleva a los inversores a asumir más riesgo en sus carteras. Tener bitcoins y otras criptodivisas similares constituye una apuesta mayor sobre la misma burbuja creada por los bancos centrales de la que algunos esperan protegerse. Lo irónico es que tanto los defensores libertarios de las criptodivisas como los intervencionistas defensores del dinero fiduciario manipulado por los bancos centrales caen ambos en la misma falacia.

Las criptodivisas son una evolución muy importante y un paso enorme en dirección hacia la descentralización del poder monetario. Tienen un potencial enormemente positivo y soy un gran partidario de su éxito. Pero caveat emptor: pensar que estamos creando mágicamente nuevos almacenes de valor y por tanto un nuevo refugio es un profundo error.

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