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La OMC: Inútil para el comercio, útil para el Estado

Mises Wire Carmen Elena Dorobăț

El 11 de diciembre, los miembros de la OMC se reunirán en Buenos Aires para su 11ª conferencia ministerial. Hay muy pocas esperanzas de que se llegue a algún acuerdo en el programa, ya que tanto las negociaciones de la OMC como su sistema de resolución de disputas llevan mucho tiempo paralizados por riñas políticas y una ineficiencia profundamente asentada en la propia organización. Ministros ansiosos de la OMC (como los comisarios comerciales de la UE) se agarran a un clavo ardiendo y culpan a Trump y su falta de apoyo de los problemas de la OMC.

Aun así, veintidós años después de su creación, la organización no tiene casi nada que mostrar en lo que se refiere a la liberalización comercial. Los malabaristas 164 países miembros, cada uno con su propio programa proteccionista, no es probable que nunca consigan ‘más comercio abierto’, ‘más mercados competitivos’ o ‘estabilidad y predecibilidad del mercado’. Especialmente no después de que se hayan llevado a la mesa de negociaciones normas comerciales, servicios, propiedad intelectual y protección medioambiental junto a las barreras arancelarias y no arancelarias. Los países empezaron haciendo a los acuerdos rehenes de sus demandas, continuaron no respetando los acuerdos en absoluto y ahora acaban discutiendo minucias sobre el lenguaje usado en declaraciones conjuntas.

Una muestra sencilla, aunque cruda, del fracaso de la OMC puede verse en la figura siguiente, en la que los aranceles mundiales efectivamente aplicados (lo que incluye acuerdos de liberalización unilateral y de comercio preferente) han sido constantemente menores que los alcanzados mediante negociaciones multilaterales (nación más favorecida) en los primeros doce años después de la creación de la OMC, cuando supuestamente tuvo más éxito.

Otra investigación ofrece la misma historia y hemos visto con detalle antes la razón por la que la liberalización comercial unilateral de abajo arriba tiende a funcionar, mientras que los acuerdos comerciales nunca lo hacen (aquí, aquí y aquí).

El fin de la OMC para ahora más cercano y en modo alguno demasiado pronto. Lo mismo pasó sin embargo hace unos años y aún persiste porque los gobiernos tienen unas pocas razones para mantenerla con vida.

Para empezar, una vez se ponen en marcha las máquinas burocráticas del gasto, poco puede hacerse para detenerlas. Cuanto menos eficientes sean y menos hagan, más aumentarán sus presupuestos para reuniones, cumbres y conferencias destinadas precisamente a acabar con sus ineficiencias. Si una empresa privada hubiera sido tan completamente improductiva en su actividad principal, hace tiempo que se habría declarado en quiebra. Pero la OMC, como el FMI, el Banco Mundial y todos los demás cuerpos administrativos nacionales e internacionales no operan sobre una base de pérdidas y ganancias, sino sobre partidismo político. Así que la OMC puede reinventarse fácilmente durante caras comidas en ubicaciones exóticas y desperdiciar casi 200 millones de dólares de dinero de los contribuyentes cada año.

Segundo, y más importante, la OMC es en realidad útil para los gobiernos, aunque sea perjudicial para el libre comercio y los consumidores. Proporciona un foro lleno de oportunidades para satisfacer a grupos nacionales de intereses dañando la competencia internacional, crea alianzas políticas con países favorecidos y usa el comercio como un activo estratégico en un juego de político de tres en raya.

¿Veremos alguna vez la OMC desmantelada? No voy a contener el aliento. Continuará con otras formas, gastando dinero y facilitando el comercio: no el comercio de mercancías, seguro, sino el intercambio de favores políticos.

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