Mises Wire

Inflación para principiantes

Mises Wire Henry Hazlitt

[Artículos de Newsweek del 3, 10, 17 y 27 de septiembre y 1 de octubre de 1951 y reimpresos en Business Tides: The Newsweek Era of Henry Hazlitt]

Inflación para principiantes—I

Ningún tema se comenta tanto hoy (o se entiende tampoco) como la inflación. Los políticos de Washington hablan de ella como si fuera alguna horrible aparición del exterior, sobre la que no tenían control, como una inundación, una invasión extranjera o una plaga. Es algo contra lo que siempre prometen “luchar”, siempre que el Congreso o el pueblo les dé las “armas” de “una ley fuerte” para realizar el trabajo.

Aun así, la sencilla realidad es que nuestros líderes políticos han traído la inflación por sus propias políticas monetarias y fiscales. Están prometiendo luchar con su mano derecha contra las condiciones que han generado con su mano izquierda.

La inflación, siempre y en todo lugar, está causada principalmente por un aumento en la oferta de dinero y del crédito. De hecho, la inflación es el aumento en la oferta del dinero y del crédito. Por ejemplo, si acudimos al reciente American College Dictionary, encontraremos que la primera definición de inflación es la siguiente: “Expansión o aumento indebidos de la moneda de un país, especialmente por la emisión de papel moneda no redimir en especie”.

Sin embargo, en años recientes, la palabra ha empezado a usarse en un sentido radicalmente distinto. Esto se aprecian la segunda definición del American College Dictionary: “Un aumento sustancial de precios causado por una expansión indebida en el papel moneda o el crédito bancario”. Evidentemente, un aumento en los precios causado por una expansión de la oferta monetaria no es lo mismo que la expansión de la oferta monetaria como tal. Una causa o condición está claro que no es idéntica a sus consecuencias. El uso de la palabra “inflación” en estos dos sentidos tan distintos lleva a eternas confusiones.

La palabra “inflación” se aplicaba originalmente solo a la cantidad de dinero. Significaba que el volumen de dinero estaba inflado, extendido en exceso. No es una simple pedantería insistir en que la palabra solo debería usarse en su sentido original. Usarla para quiere decir “un aumento en los precios” es desviar la atención de la causa real de la inflación y del remedio real para ella.

Veamos qué pasa con inflación y por qué pasa. Cuando se aumenta la oferta de dinero, la gente tiene más dinero para ofrecer a cambio de bienes. Si la oferta de bienes no aumenta (o no aumenta tanto como la oferta de dinero) los precios de los bienes suben. Cada dólar individual se convierte en menos valioso porque hay más dólares. Por tanto, se ofrecerán más que antes a cambio de, por ejemplo, un par de zapatos o cien fanegas de trigo. Un “precio” es un tipo de intercambio entre un dólar de una unidad de un bien. Cuando la gente tiene más dólares, valoran menos cada dólar. Así que los bienes aumentan de precio, no porque los bienes sean más escasos que antes, sino porque los dólares son más abundantes.

Antiguamente, los gobiernos inflaban recortando y envileciendo la moneda. Luego descubrieron que podían inflar más barato y rápido sencillamente generando papel moneda en una imprenta. Esto es lo que pasó con los assignats franceses en 1789 y con nuestra propia divisa durante la Guerra de Independencia. Hoy el método es un poco más indirecto. Nuestro gobierno vende sus bonos y otros pagarés a los bancos. Al pagar, los bancos crean “depósitos” en sus cuentas, de las cuales el gobierno puede tomar dinero. Un banco a su vez puede vender sus pagarés públicos al Banco de la Reserva Federal, que los paga, o bien creando un crédito de depósito, o bien imprimiendo más billetes de la Reserva Federal y pagando con ellos. Así es como se fabrica dinero.

La mayor parte de la “oferta monetaria” de este país no está representada por dinero físico, sino por depósitos bancarios de los cuales se saca dinero con cheques. Por tanto, cuando la mayoría de los economistas miden nuestra oferta monetaria suman los depósitos a la vista (y ahora también normalmente los depósitos a plazo) a la moneda fuera de los bancos para conseguir el total. En total de dinero y crédito así medido era de 64.099.000.000$ a finales de diciembre de 1939 y de 174.200.000.000$ al final de junio de este año. Este aumento del 171% en la oferta de dinero es con mucho la principal razón por la que los precios al por mayor aumentaron un 135% desde 1939 a junio de este año.

Inflación para principiantes—II

Se argumenta menudo que atribuir la inflación solamente a un aumento del volumen del dinero es una “simplificación excesiva”. Es verdad. Hay que tener en cuenta muchos detalles.

Por ejemplo, debe considerarse que la “oferta monetaria” incluye no solo la moneda física, sino la oferta de crédito bancario, especialmente en EEUU, donde la mayoría los pagos se hacen por cheque. Y es una simplificación excesiva decir que el valor de un dólar individual depende sencillamente de la oferta actual de dólares existentes. También depende de la oferta futura esperada de dólares. Si la mayor parte de la gente teme, por ejemplo, que la oferta de dólares va a ser mayor dentro de un año, el valor actual del dólar (medido por su poder adquisitivo) será más bajo del que posibilitaría la cantidad actual de dólares

Repito, el valor de cualquier unidad monetaria, como el dólar, no depende únicamente de la cantidad de dólares, sino también de su calidad. Cuando un país abandona el patrón oro, por ejemplo, significa que el oro, o el derecho a tener oro, se ha convertido de repente en un mero papel. El valor de la unidad monetaria por tanto normalmente cae de inmediato, aunque no haya habido todavía un aumento en la cantidad de dinero. Esto se debe a que la gente tiene más fe en el oro del que tiene en las promesas o juicios de los gestores monetarios públicos. De hecho, apenas si hay algún historial de casos en los que el abandono del patrón oro no se haya visto seguido enseguida por un mayor aumento en el crédito bancario y el dinero impreso.

En resumen, el valor del dinero varía básicamente por las mismas razones que el valor de cualquier mercancía. Igual que el valor una fanega de trigo depende, no solo de la oferta actual total de trigo, sino de la oferta futura esperada y de la calidad del trigo, el valor del dólar depende de varias consideraciones similares. El valor del dinero, como el valor de los bienes, no está determinado por relaciones meramente mecánicas o físicas, sino sobre todo por factores psicológicos, que a menudo pueden ser bastante complicados. Al tratar las causas y el remedio de inflación, una cosa es tener en cuenta las complicaciones reales y otra bastante distinta verse confundido o errado por complicaciones inútiles o inexistentes. Por ejemplo, se dice frecuentemente que el valor del dólar no depende únicamente de la cantidad de dólares, sino de su “velocidad de circulación”. Sin embargo, una mayor “velocidad de circulación” no es una causa para una caída adicional en el valor del dólar: es por sí misma una de las consecuencias del miedo a que el valor del dólar vaya a bajar. (O, dicho de otra manera, la creencia en que el precio de los bienes va a aumentar). Es esta creencia la que hace a la gente más dispuesta a intercambiar dólares por bienes. En énfasis de algunos escritores en la “velocidad de circulación” es solo otro ejemplo del error de sustituir razones psicológicas reales por otras dudosamente mecánicas.

Otro callejón sin salida: en respuesta a quienes señalan que la inflación la causa principalmente un aumento en el dinero y del crédito, se replica que el aumento en los precios de las mercancías se produce a menudo antes del aumento en la oferta monetaria. Es verdad. Es lo que pasó inmediatamente después del inicio de la Guerra de Corea. Materias primas estratégicas empiezan aumentar de precio por temor a que vayan a escasear. Especuladores y fabricantes empiezan a compararlas para guardarlas en busca de beneficio o inventarios protectores. Pero para hacer esto tienen que tomar más dinero prestado de los bancos. El aumento de los precios se vio acompañado por un aumento igualmente notable en préstamos y depósitos bancarios. Del 31 de mayo de 1950 al 30 de mayo de 1951, los préstamos de los bancos del país aumentaron en 12.000.000.000$. Y si no se hubieran otorgado estos préstamos adicionales y no se hubiera emitido nuevo dinero (unos 6.000.000.000$ al final de enero de 1951) para estos préstamos, el aumento en los precios no podría haberse mantenido. En resumen, el aumento de precios solo fue posible mediante una oferta mayor de dinero.

Inflación para principiantes—III

Una de las mentiras más porfiada acerca de la inflación de la suposición de que la causa, no un aumento en la cantidad de dinero, sino una “escasez de bienes”.

Es verdad que un aumento en precios (que, como hemos visto, no debería identificarse con inflación) puede ser causado, o bien por un aumento en la cantidad de dinero, o bien por una escasez de bienes, o parcialmente por ambas cosas. Por ejemplo, el trigo puede aumentar de precio, o bien porque hay un aumento en la oferta de dinero, o bien por un defecto en la cosecha de trigo. Pero pocas veces encontramos, incluso en condiciones de guerra total, un aumento general de precios causado por una escasez general de bienes. Pero es tan porfiada era mentira de que la inflación la causa una “escasez de bienes”, que incluso en la Alemania de 1923, después de que los precios hubieran aumentado cientos de miles de millones de veces, los altos cargos y millones de alemanes culpaban de todo a una “escasez general de bienes”, justo en el mismo momento en el que los extranjeros entraban y compraban bienes alemanes con oro y con sus propias divisas a precios más bajos que los de los bienes equivalentes en su país.

El aumento de precios en estados unidos desde 1939, hubo desde el inicio de la guerra de Corea, se atribuye constantemente a una “escasez de bienes”. Pero las estadísticas oficiales muestran que nuestra tasa de producción industrial en junio de este año, por ejemplo, fue dos veces y media la de 1935 a 1939 y un 12% superior a la de junio de 1950. Tampoco es una explicación mejor decir que el aumento los precios está causado por una escasez en bienes civiles. Incluso en la medida en que los bienes civiles fueran realmente escasos, la escasez no causaría un aumento de los precios si los impuestos eliminaran un porcentaje tan grande de los ingresos civiles como el rearme de los bienes civiles.

Esto nos lleva a otra fuente de confusión. La gente habla frecuentemente como si un déficit presupuestario fuera por sí mismo tanto una causa necesaria como suficiente de la inflación. Sin embargo, si un déficit presupuestario se ve completamente financiado por la venta de bonos públicos pagados con ahorro real no tiene por qué causar inflación. Y ni siquiera un superávit presupuestario, por el contrario, es una garantía contra la inflación. Esto se demostró en el año fiscal que acabó el 30 de junio, cuando hubo una importante inflación a pesar de un superávit presupuestario de 3.500.000.000$. Un déficit presupuestario, en resumen, es inflacionista en el grado en que causa un aumento en la oferta monetaria. Y puede haber inflación incluso con un superávit presupuestario si hay a pesar de todo un aumento en la oferta monetaria.

La misma cadena causal es aplicable a todas las llamadas “presiones inflacionistas”, especialmente a la llamada “espiral de salarios-precios”. Si no se ve precedido, acompañado o seguido rápidamente por un aumento en la oferta de dinero, un aumento en los salarios por encima del “nivel de equilibrio” no causaría inflación: solamente causaría desempleo. Y un aumento los precios sin un aumento en el efectivo en los bolsillos de la gente únicamente causaría una caída en las ventas. En resumen, aumentos de salarios y precios son normalmente una consecuencia de la inflación. Solo pueden causarla en la medida en que fuercen un aumento en la oferta monetaria.

El gráfico adjunto compara el aumento del porcentaje en la oferta monetaria (moneda física más depósitos bancarios) desde 1939 con el aumento y en los precios al por mayor y en el coste de la vida durante el mismo periodo. La correlación es evidente, aunque los factores implicados son demasiado complejos como para esperar que sea exacto. La razón principal por la que los precios no han aumentado tanto como la oferta monetaria es que la tasa de fabricación de bienes también ha aumentado enormemente desde 1939.

Debe asimismo hacerse una advertencia con respecto a la precisión de los dos índices de precios. Muestran una aparente estabilidad desde finales de 1942 a mediados de 1946 y un abrupto aumento cuando se abandona el control de precios. Pero esto es principalmente porque los índices oficiales de precios y coste de la vida tienden a resultar ficticios bajo controles de precios. No miden las realidades de los precios del mercado negro, escaseces, racionamiento, colas, favoritismos, deterioro de la caridad y bienes inexistentes. Cuando se abandona el control de precios, el aumento público de la oferta monetaria muestra su pleno efecto sobre los índices oficiales de precios.

Inflación para principiantes—IV

Mientras nos veamos rodeados por falsas teorías de lo que causa la inflación, nos veremos rodeados por falsas soluciones. A quienes atribuyen principalmente la inflación a una “escasez de bienes”, por ejemplo, les gusta decir que “la respuesta a la inflación es la producción”. Pero esto en el mejor de los casos es una media verdad. Es imposible rebajar los precios aumentando la producción si la oferta monetaria aumenta todavía más rápido.

La peor de todas estas falsas soluciones para la inflación es la fijación de precios y salarios. Pues si se pone en circulación más dinero mientras se mantienen bajos los precios, la mayoría la gente se quedará con balances de caja sin usar en busca de bienes. El resultado final, siempre que no haya un aumento similar en la producción, deben ser precios más altos.

Hay en general dos tipos de fijación de precios: “selectiva” y “general”. Con la fijación selectiva de precios al gobierno trata de retener los precios solo para unos pocos materiales estratégicos de guerra o unos pocos bienes de primera necesidad. Pero entonces al margen de beneficio a la hora de fabricar estos bienes se hace más bajo que el margen de beneficio para fabricar otros, incluidos productos de lujo. Así que, la fijación “selectiva” de precios genera rápidamente una escasez de las mismas cosas cuya producción del gobierno desea estimular más. Entonces los burócratas acuden a la engañosa idea de una paralización general. Hablan de mantener o volver a los precios y salarios que existían el día anterior a que se iniciara la guerra en Corea. Pero el nivel de precios y las infinitamente complejas interrelaciones entre precios y salarios de ese día eran el resultado del estado de la oferta y la demanda ese día. Y la oferta y la demanda raramente permanecen igual, incluso para la misma mercancía, por dos días consecutivos, incluso sin grandes cambios en la oferta monetaria.

Puede estimarse prudentemente que hay unos 9.000.000 de precios distintos en Estados Unidos. A partir de esto, empezamos con más de 40 billones de interrelaciones de estos precios. Y un cambio en un precio siempre tiene repercusiones sobre una red completa de otros precios. Los precios y relaciones entre precios del 24 de junio de 1950 eran presumiblemente los calculados aproximadamente para conseguir una producción máxima equilibrada de bienes de tiempo de paz. Son evidentemente los precios y relaciones de precios incorrectos para generar la producción máxima de bienes de guerra. Además, el patrón de precios de un día concreto siempre incluye muchos errores de juicio y “desequilibrios”. Ninguna persona ni burocracia tiene suficiente sabiduría y conocimiento para corregir estos. Cada vez que un burócrata trata de corregir un desajuste o “desequilibrio” de precios o salarios crea muchos otros nuevos. Y no hay ningún patrón preciso para medir los “desequilibrios” económicos de un caso particular en el que dos personas parecen capaces de llegar a un acuerdo. En resumen, la fijación coactiva de precios sería un problema irresoluble, incluso si los que estuvieran a cargo de resolverla fueran los economistas, estadísticos y empresarios mejor informados del país e incluso si actuaran con la más consciente imparcialidad. Pero están sometidos de hecho a una tremenda presión por los grupos organizados de presión. Los que están en el poder pronto descubren que el control de precios y salarios es un arma tremenda con la que se pueden conseguir favores políticos o castigar a la oposición. Por eso se aplican fórmulas de “paridad” a los precios agrarios y cláusulas de aumento en los tipos salariales, mientras que se penalizan los precios y las rentas industriales.

Otro problema del control de precios es que, aunque siempre se pone en práctica en nombre de una supuesta “emergencia”, crea poderosos intereses creados y formas de pensar que lo prolongan o tienden a hacerlo permanente. Buenos ejemplos de esto son los controles de rentas y el control de tipo de cambio. El control de precios es el principal paso adelante hacia una economía completamente segmentada o “planificada”. Hace que la gente considere algo normal que el gobierno deba intervenir en todas las transacciones económicas.

Pero finalmente, y lo peor de todo desde el punto de vista de la inflación, el control de precios desvía la atención de la única causa real de la inflación: el aumento de la cantidad de dinero y crédito. Por lo tanto, prolonga e intensifica la misma inflación que se supone que pretende remediar.

Inflación para principiantes—V

El remedio para la inflación, como la mayoría de los remedios, consiste principalmente en la eliminación de la causa. La causa de la inflación es el aumento del dinero y el crédito. El remedio es dejar de aumentar el dinero y el crédito. En resumen, el remedio para la inflación es dejar de inflar. Tan sencillo como eso.

Pero, aunque sea sencillo en principio, este remedio a menudo implica decisiones complejas y desagradables en los detalles. Empecemos por el presupuesto federal. Es casi imposible evitar la inflación con un enorme déficit continuo. Ese déficit es casi seguro que se financiará por medios inflacionistas, es decir, imprimiendo directa o indirectamente más dinero. Los enormes gastos públicos no son de por sí inflacionistas, siempre que se atiendan completamente con impuestos o tomando prestado todo de ahorro real. Pero las dificultades de cualquiera de estos métodos de pago, una vez los gastos han sobrepasado cierto punto, son tan grandes que hay que recurrir casi inevitablemente a la imprenta.

Además, aunque gastos enormes completamente atendidos con impuestos enormes no son necesariamente inflacionistas, inevitablemente reducen y perturban la producción y perjudican a cualquier sistema de libre empresa. El remedio para [déficits] públicos enormes no es por tanto impuestos igualmente enormes, sino dejar de gastar insensatamente.

En el lado monetario, el Tesoro y el Sistema de la Reserva Federal deben dejar de crear dinero artificialmente barato. Es decir, deben dejar de mantener arbitrariamente bajos los tipos de interés. Deben dejar de comprar a la par los bonos del gobierno.  Cuando los tipos de interés se mantienen artificialmente bajos, estimulan un aumento en los préstamos. Esto lleva a un aumento en la oferta de dinero y crédito. El proceso funciona en ambos sentidos, pues es necesario aumentar la oferta del dinero y el crédito para mantener artificialmente bajos tipos de interés. Por eso la política de “dinero barato” y la política de apoyo a los bonos públicos son sencillamente dos maneras de describirlo. Mientras los bancos de la Reserva Federal compren bonos públicos del 2,5%, por ejemplo, a la par, mantendrán bajo el tipo de interés a largo plazo en el 2,5%. Y en la práctica pagan estos bonos imprimiendo más dinero. Esto se conoce como “monetizar” la deuda pública. La inflación persistirá mientras esto persista.

El Sistema de la Reserva Federal, si estuviera decidido a detener la inflación y asumir sus responsabilidades, no solo detendría este proceso de mantener bajos los tipos de interés y monetizar la deuda pública, sino que asumiría el liderazgo a la hora de aumentar los tipos de interés. De hecho, nunca deberíamos haber abandonado la tradición de que el tipo de descuento del banco central fuera normalmente (y sobre todo en un periodo inflacionista) un tipo de “penalización”, esto es, un tipo superior al que obtienen en sus préstamos los propios bancos miembros.

El Congreso debería restaurar inmediatamente el coeficiente de reserva legal requerido de los bancos de la Reserva Federal al nivel anterior del 35% y el 40%, en lugar del nivel actual de “emergencia” del 25%, puesto en marcha como medida contra la inflación de guerra en junio de 1945. El Congreso debería además autorizar al Consejo de la Reserva Federal a aumentar todavía más este coeficiente de reserva. Los coeficientes mínimos legales de reserva son realmente un método incómodo de limitar la oferta potencial de dinero y crédito. Pero son una salvaguarda adicional cuando no se usan adecuadamente otros métodos. Además, mientras las autoridades de la Reserva Federal insistan en el poder de controlar los coeficientes de reserva de los bancos miembros, también deberían estar obligadas a controlar los suyos. Un aumento en el crédito del banco de reserva puede causar mucha más inflación que un aumento equivalente en el crédito de un banco miembro.

Como último recurso, las autoridades monetarias podrían paralizar la oferta de crédito, no permitiendo ningún aumento neto en los préstamos en absoluto. Pero esto nunca será necesario si se asumen sensatamente otras medidas.

Finalmente, puede decirse que el mundo nunca podrá salir de la actual era inflacionista hasta que no vuelva al patrón oro. El patrón oro ofrecía un control prácticamente automático a la expansión del crédito interno. Por eso lo abandonaron los burócratas. Además de ser una salvaguarda contra la inflación, es el único sistema que ha proporcionado alguna vez al mundo el equivalente a una moneda internacional.

La primera pregunta planteada hoy no es cómo podemos detener la inflación, sino si realmente queremos hacerlo. Pues uno de los efectos de la inflación es producir una redistribución de riqueza y renta. En sus primeras etapas (hasta que alcanza el punto en el que distorsiona y socava de manera importante la propia producción) beneficia algunos grupos a costa de otros. Los primeros grupos adquieren un interés por mantener la inflación. Muchos de nosotros continuamos bajo la ilusión de que podemos ganar en el juego, de que podemos aumentar nuestra renta más rápido que nuestros costes de la vida. Así que hay una gran cantidad hipocresía en los gritos contra la inflación. Muchos lo que estamos gritando en la práctica es: “Retened los precios y rentas de todos, excepto los míos”.

Los gobiernos son los peores ejemplos de esta hipocresía. Al mismo tiempo que profesan estar “luchando contra la inflación”, estás siguiendo una política de “pleno empleo”. Como admitía francamente hace poco un escritor en el The Economist de Londres: “La inflación son nueve décimas partes de cualquier política del pleno empleo”.

Lo que olvidaba añadir es que la inflación debe siempre acabar en una crisis y una recesión y que, peor que la propia recesión, puede ser el engañar público para que crea que lo que ha causado dicha recesión no ha sido la inflación anterior, sino los defectos propios del “capitalismo”.

Por resumir, la inflación es el aumento en el volumen del dinero y el crédito bancario en relación con el volumen de bienes. Es dañina porque el deprecia del valor de la unidad monetaria, aumenta el coste de la vida para todos, impone lo que es en la práctica un impuesto a los más pobres con un tipo tan alto como el impuesto a los ricos, disipa el valor del ahorro pasado, desanima el ahorro futuro, distribuye riqueza y rentas al azar, estimula y recompensa la especulación y el juego a costa del ahorro y el trabajo, socava la confianza en la justicia de un sistema de libre empresa y corrompe la moral pública y privada.

Pero nunca es “inevitable”. Podemos detenerla de inmediato, si de verdad queremos hacerlo.

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