Salud

¿Cuánto debe aumentar la mortalidad total para justificar una suspensión global del comercio y el estado de derecho? ¿Un uno por ciento? ¿Diez por ciento? ¿Y si la mortalidad total ni siquiera aumenta?

La escasez y la falta de flexibilidad causadas por la burocracia gubernamental durante la crisis de COVID-19 ha obligado a muchos gobiernos a replantearse sus muchas regulaciones arbitrarias e innecesarias.

Muchos estadounidenses podrían morir en las próximas semanas y meses gracias al bloqueo de la FDA a las pruebas de coronavirus. ¿Deberíamos considerar a esas víctimas como mártires por el principio de supremacía burocrática?

Los daños duraderos y de gran alcance causados por este precedente autoritario superan con creces los causados por el virus COVID-19. El pueblo estadounidense debe decidir por sí mismo cómo y cuándo reabrir la sociedad y volver a su vida cotidiana.

Los diversos niveles del gobierno de Canadá han respondido a la pandemia del coronavirus. Sus desacertadas soluciones son infligir dificultades económicas y retirar las libertades civiles. Cuanto más tiempo persistan estas políticas autoritarias, mayor será el riesgo para el tejido social.

La idea de que una sociedad libre y mayormente privatizada dejaría que las pandemias se desataran sin control se basa en una cruda caricatura. La verdad es que una sociedad libre ofrece la flexibilidad y la resistencia de la que carece un sistema centralizado.

Es hora de dejar de fingir que las políticas favorecidas por algunos biólogos -que no saben nada sobre cómo funcionan las economías para disminuir los efectos de la pobreza sobre la salud- no tienen un costo grave para la salud pública.

¿Por qué los gobiernos se muestran tan entusiastas en cerrar empresas cuando existen otras medidas menos draconianas y prudentes? La respuesta radica en el hecho de que los gobiernos pueden actuar casi con impunidad y quieren maximizar su poder.

Es probable que los costos de este colapso económico forzado por el gobierno, en términos de vidas perdidas y salud arruinada, sean devastadores.

La última crisis sanitaria ha dejado claro que los gobiernos anteponen sus propios intereses a los del público mientras ocultan información crucial e imponen regulaciones contraproducentes.