Inflación

Todos los cambios de precios tienen efectos reales en la demanda de bienes y, por lo tanto, alteran los precios de los bienes en relación con los demás. Por esta razón, los cambios en la oferta monetaria no pueden dejar de afectar a la asignación de recursos.

Gracias a los bancos centrales, la gente ahora cree en el mito de que es posible paralizar la economía y todo irá bien si imprimimos mucho dinero nuevo.

La opinión convencional es que la creación de nuevo dinero no es un problema mientras la demanda de dinero aumente. La visión convencional está equivocada.

Hay más ahorro y menos gasto. Esto traería la deflación, pero hay una trampa: estamos haciendo menos cosas, lo que significa más dinero persiguiendo menos bienes.

Sin un banco central monopolista, las fuerzas del mercado restringirían la emisión de billetes. Pero una vez que los bancos centrales monopolizan la creación de dinero, la riqueza se transfiere sistemáticamente al banco central y a los pocos privilegiados que son favorecidos por el Estado.

Si elegimos romper el monopolio estatal del dinero y permitir que las monedas digitales privadas compitan, surgirá una miríada de soluciones diferentes para servir a una miríada de necesidades diferentes.

Como en los años treinta, los gobiernos están recurriendo a nuevos programas y esquemas que sólo prolongarán la crisis y empeorarán las cosas.

La nueva recomendación keynesiana para la política monetaria es «estabilizar el crecimiento de la demanda agregada». En lenguaje llano, esto significa que las autoridades monetarias nunca deben dejar de inundar la economía con papel moneda.

Las malas teorías tienen una larga vida en las ciencias sociales, y la teoría de la cantidad bruta de dinero es una que se niega a desaparecer.

El verdadero problema de la inflación, bien entendida, es que es esencialmente una transferencia de riqueza desde las partes más productivas de la economía. Esto causa burbujas y fragilidad económica.