El emprendedor

Los mercados no son el enemigo de la desigualdad. Los mercados regulados lo son. La desigualdad de ingresos que se produce naturalmente en el libre mercado como resultado de la singularidad humana se amplifica innecesariamente por las políticas gubernamentales restrictivas en detrimento de todos.

Los consumidores son impredecibles, por lo que es muy fácil perder importantes oportunidades empresariales. Emprender no es tan fácil como parece.

La economía no consiste principalmente en el ajuste de la inversión de capital entre industrias y empresas, sino en la determinación de qué industrias y tipos de producción existirán y quiénes participarán en esta producción futura.

Las matemáticas gozan del prestigio de ser verdaderamente «científicas», pero es difícil matematizar las confusas e inciertas incertidumbres y los inevitables errores de las empresas y las acciones humanas del mundo real.

El acaparamiento no es ni siquiera un proceso muy perturbador, porque por cada avaro que mete dinero en su colchón, hay numerosos herederos de avaros que lo sacan. Esto siempre ha sido así y no es probable que cambie drásticamente.

Scrooge McDuck (Rico McPato) es el tipo perfecto de avaro: un empresario capitalista — y el hombre más filantrópico (pato, quiero decir) en Duckburg.

La estrategia empresarial exitosa incorpora aprendizaje de todo tipo a partir del ensayo y el error. ¿Qué otra opción tienen los empresarios, ya que no son omniscientes ni omnipresentes en los procesos del mercado?

En un mundo de consumidores exigentes y siempre cambiantes, hay siempre una manera de hacer las cosas mejor, con mayor calidad y a un precio más bajo. Los empresarios deben aprender a hacer esto, o saldrán perdiendo frente a los que puedan.

La desviación de fondos reales del sector privado hacia proyectos gubernamentales, por muy importantes que parezcan ser, perturba el proceso de generación de riqueza real.

Cuando se opera en un régimen de dinero barato, es difícil o casi imposible encontrar inversiones capaces de proporcionar rendimientos razonables. Los vehículos de bajo riesgo se pujan hasta alcanzar rendimientos cercanos a cero, empujando a los inversores a vehículos cada vez más arriesgados para generar un rendimiento suficiente para cubrir los objetivos.