Economía global

El pánico del COVID dio a los regímenes del mundo una nueva razón para reclamar que el dinero físico debería ser prohibido. Pero esta es sólo una de las muchas estrategias en juego para acabar con la relativa privacidad y libertad que proporciona el dinero en efectivo.

Se ha demostrado que las políticas de los bancos centrales que se basan en tipos de interés ultra bajos provocan un estancamiento económico. Desafortunadamente, los banqueros centrales no parecen tener otras ideas.

Cuando comenzó el pánico y la crisis actual, ya estábamos en las últimas etapas de una larga burbuja de precios de los activos. La crisis ha expuesto la fragilidad del sistema actual y no volveremos a donde estábamos antes.

El rescate masivo de sectores endeudados que ya tenían exceso de capacidad y estaban en proceso de obsolescencia también puede impulsar la mayor ola de malinversión en décadas.

Décadas de política keynesiana han paralizado la economía japonesa. Sólo un giro hacia el libre mercado ofrece una salida real.

El BCE puede disfrazar el riesgo por un tiempo, pero la realidad de la creciente deuda y la carga fiscal que se avecina probablemente va a terminar en una crisis de deuda.

La eurozona necesita entender que si decide aumentar los impuestos para hacer frente al aumento de la deuda debido a la respuesta de COVID-19, su capacidad de recuperación se verá irreparablemente dañada.

La crisis actual de las aerolíneas es aún peor de lo que fue después del 11 de septiembre.

La industria petrolera se convirtió en una de las principales áreas de mala inversión en los años de liquidez masiva y bajos rendimientos. Esto perpetuó el exceso de capacidad y mantuvo a las empresas ineficientes innecesariamente vivas.

Los países endeudados como Italia dependerán cada vez más de los alemanes y otros europeos del norte para financiar su deuda. Esto requerirá una Europa más unificada. O todo el asunto puede colapsar.