Contrariamente a las fantasías de ciertos republicanos en Washington —incluido el presidente Trump— la trayectoria actual de la política fiscal de la Casa Blanca es hacia déficits cada vez mayores y una deuda federal cada vez mayor. En su análisis más reciente de la llamada «proyecto de ley grande y hermoso» la CBO estima que la ley añadirá 2,4 billones al déficit en diez años. No son 2,4 billones de dólares en total. Son 2,4 billones extra. Por otra parte, este es esencialmente el mejor escenario porque los análisis de la CBO tienden a suponer la existencia de recesiones —que aumentan los déficits debido a la caída de los ingresos fiscales— y también toman al pie de la letra los planes plurianuales declarados en un proyecto de ley presupuestaria. En la práctica, cualquier plan presupuestario a más de dos años carece de sentido, ya que es imposible que un futuro Congreso se atenga a un proyecto de presupuesto actual.
El resultado más realista es que los «recortes a lo largo de diez años» propuestos en el actual proyecto de ley nunca se aplicarán, pero sí los aumentos del gasto. Después de todo, los pocos recortes tibios que aparecen en el proyecto de ley de Trump se neutralizan aún más por los aumentos del gasto en el Pentágono.
Si observamos lo ocurrido en lo que va de año fiscal, vemos que el gobierno federal ya va camino de un déficit de más de dos billones para este año fiscal. Es probable que el déficit del año que viene sea como mínimo igual.
En otras palabras, para cuando Trump deje el cargo, la deuda federal total será más de cinco billones más de lo que es ahora, y superará los 40 billones de dólares.
Sé que a mucha gente estas cifras le parecen muy abstractas y que hay pocas maneras de poner 40 billones de dólares en perspectiva. Pero las cosas se ven un poco más claras cuando nos fijamos en lo que los contribuyentes se ven obligados a pagar cada año por estos enormes déficits y deudas.
Intentemos desglosarlo: durante el ejercicio fiscal de 2024, los contribuyentes tuvieron que pagar 1,13 billones de dólares en intereses de la deuda. Eso supone casi 7.400 dólares por cada uno de los 153 millones de personas que presentan declaración de la renta. Se trata de una media, por supuesto, y los contribuyentes con ingresos altos pagarán mucho más que los contribuyentes con ingresos bajos. No obstante, los contribuyentes americanos en general están pagando cientos de dólares al año —y algunos pagan muchos miles al año— sólo para evitar que el gobierno federal deje de pagar su deuda. En muchos casos, se trata de dinero pagado por guerras perdidas en el pasado y por innumerables despilfarros sociales exigidos y apoyados por los ciudadanos mayores de hoy y por americanos muertos hace mucho tiempo. Cuanto más aumenten el déficit y la deuda, más ingresos fiscales se destinarán a pagar los intereses de los gastos gubernamentales del pasado.
Dicho de otro modo, el coste de los intereses es como añadir un segundo Departamento de Defensa de un billón de dólares, ya que los pagos de intereses rivalizan ahora con el coste total del gasto militar de EEUU cada año.
En particular, como mostró el Departamento del Tesoro en un informe del 31 de mayo, el país va camino de pagar otro billón de dólares en intereses para el año fiscal 2025.
Como porcentaje de los ingresos gubernamentales totales, los pagos de intereses se dirigen de nuevo hacia el nivel más alto que han tenido nunca —los años en que los EEUU tuvo tanto tasa de interés altos como grandes déficits en la década de 1980.
Gracias a la subida de los tipos de interés y a los crecientes déficits federales, los pagos de intereses como porcentaje de los ingresos federales totales se dispararon tras los enormes déficits del pánico por el COVID, pasando del 13% en 2020 al 21% en 2024.

Todavía no es tan alto como el que experimentó los EEUU a principios de la década de 1980, pero es importante señalar que el interés estaba siendo impulsado en ese período principalmente por los tipos de interés muy altos y no por los déficits. La deuda nacional como porcentaje del PIB a mediados de los 80 era la mitad de lo que es hoy. A mediados de los 80, la deuda federal era aproximadamente el doble de los ingresos federales anuales. Hoy, es más de seis veces los ingresos anuales. Si las tasas de interés subieran hoy a los niveles de principios de los 80, la mayor parte del presupuesto federal se destinaría sólo a intereses.

Así pues, realmente no hay comparación entre la situación de los años ochenta y la actual, sobre todo porque los tipos de interés de los bonos del Tesoro están hoy muy por debajo de lo que estaban a principios de los ochenta, y es poco probable que bajen significativamente en un futuro próximo.
Mientras tanto, los Estados Unidos ha superado en los últimos años a otras grandes economías desarrolladas y se ha convertido en el país con la mayor carga del servicio de la deuda. Por ejemplo, en comparación con Canadá y las principales economías europeas, los EEUU paga, con diferencia, la mayor cantidad de intereses como porcentaje de los ingresos. La tendencia en los EEUU ha sido claramente al alza desde 2012, pero se disparó muy por encima de los países de su grupo a partir de 2021. En 2023, el servicio de la deuda de los EEUU ascenderá al 18% de los ingresos totales.

Los EEUU se encuentra en una posición similar en lo que respecta al pago de intereses como porcentaje del PIB. En este caso, EEUU se ha situado a la cabeza recientemente, superando incluso al Reino Unido e Italia a partir de 2023. En ese año, el servicio de la deuda de los EEUU ascendía al 3,8% del PIB. Por el contrario, el servicio de la deuda de Alemania sólo representa el 0,9% del PIB.

Lo más preocupante no es dónde se encuentra ahora la situación fiscal de los EEUU, sino hacia dónde se dirige. A medida que el costo total del pago de los intereses de su enorme deuda sigue aumentando en espiral, no existe prácticamente ningún apoyo político para recortar el gasto o reducir el déficit. Con una combinación de deuda creciente, tasas de interés al alza y déficits interminables, podemos esperar que los pagos de intereses se traguen aún más el gasto federal. Políticos como Donald Trump estarán encantados de mantener el tren de la fortuna fluyendo hacia los intereses especiales.
Una alternativa a este escenario es aquel en el que el banco central interviene para forzar a la baja los intereses de los bonos del Tesoro, disminuyendo así el repunte al alza de los intereses. Esto, sin embargo, requiere la compra de bonos del Tesoro con dinero de nueva creación. En este escenario, la carga del aumento de los intereses se sustituye por la carga de la inflación de los precios. No hay solución indolora.
Además, los actuales presupuestos previstos se dispararán aún más si la administración Trump consigue ampliar la implicación de los EEUU en la actual guerra entre Israel e Irán. Esto añadirá potencialmente cientos de miles de millones a los déficits en los próximos años. El hecho de que la administración continúe presionando para una mayor intervención extranjera ilustra, quizás mejor que cualquier otra cosa, que la Casa Blanca de Trump nunca se ha tomado en serio el recorte del gasto federal y el déficit.