Los círculos políticos se lamentan de que las olas de innovación están retrocediendo. El prestigioso economista Robert Gordon afirma que los días de las innovaciones transformadoras han terminado. Al igual que Peter Thiel, está decepcionado por la naturaleza incremental de las invenciones modernas. La tesis del declive se basa en la suposición de que las innovaciones revolucionarias como la máquina de vapor, la electricidad y el teléfono son cada vez más escasas. Educar las pruebas para demostrar esta observación ha sido bastante fácil, pero somos menos astutos a la hora de entender por qué la innovación está disminuyendo.
En su artículo de 2012 titulado «Is U.S. Economic Growth Over? Faltering Innovation Confronts the Six Headwinds», Gordon afirma que la disminución de los niveles educativos, complementada con la reducción de la participación en la fuerza laboral, presagia el futuro de la innovación en Estados Unidos. El nivel educativo complementa el crecimiento económico y las actividades innovadoras, por lo que Gordon tiene razón al expresar su preocupación. Sin embargo, los investigadores han comprobado que durante la Revolución Industrial, la alfabetización y la escolarización no tuvieron un impacto significativo en el crecimiento económico.
El aumento del nivel educativo garantiza que los trabajadores estén en condiciones de emplear tecnologías sofisticadas. De hecho, la educación puede alimentar indirectamente la innovación al exponer a los ciudadanos a formas de pensar divergentes, lo que da lugar a nuevos productos y servicios. En la actualidad, países de gran éxito como Singapur, Finlandia y Canadá cuentan con ciudadanos educados, aunque hay valores atípicos como Japón y Rusia con registros poco impresionantes. Sin embargo, la caída que muestran estos países no socava la teoría de que existe un vínculo entre el nivel educativo y el crecimiento económico. La lentitud de Japón y Rusia es atribuible a las cargas normativas, al exceso de corrupción en este último país y a una serie de otros obstáculos estructurales. La capacidad de una población educada para desbloquear el crecimiento depende de una panoplia de variables que van desde la calidad institucional hasta la cultura.
Sin embargo, las pruebas que revelan que Gran Bretaña produjo innovaciones pioneras en una época en la que la mayoría de la población carecía de educación contradicen la propuesta de que el nivel educativo generalizado es necesario para la innovación y el crecimiento. En realidad, durante la era industrial en Gran Bretaña y en Europa en general, las innovaciones estaban determinadas por la destreza del capital humano de la cola superior. Esta etiqueta describe a las personas muy inteligentes que demuestran la competencia para innovar.
Las medidas de Gordon para calibrar la probabilidad de innovación son inadecuadas. Esencialmente, las innovaciones reflejan las prioridades y la aptitud de la élite cognitiva. Las investigaciones estiman que la fracción inteligente es la principal responsable de la mayoría de los avances revolucionarios en los negocios y la ciencia. Al evaluar el impacto de las diferentes clases en el desarrollo, los académicos observan que la fracción inteligente es crucial para el progreso: «La clase intelectual es la que más influye en el crecimiento económico, seguida por los ciudadanos de capacidad media y la clase no intelectual en ese orden.... El impacto de la clase intelectual en el progreso tecnológico es excepcionalmente más significativo incluso que el número de investigadores profesionales dedicados a actividades de I+D, siendo los ciudadanos de capacidad media y la clase no intelectual poco significativos».
Un ejemplo perfecto es que, durante la Revolución Industrial, los inventores obtuvieron una alta puntuación en la capacidad cognitiva medida por la influencia de sus inventos, a pesar de que muchos carecían de educación formal. Además, una mejor ilustración es el caso de Steve Jobs, que puso en marcha una empresa superestrella a pesar de carecer de credenciales informáticas. La percepción de Gordon de que la innovación está disminuyendo es acertada, pero en su análisis falta una imagen concreta, porque aborda la cuestión desde el ángulo equivocado.
Algunos atribuyen el declive de la innovación a los bajos niveles de productividad de la I+D y otros conjeturan que, como consecuencia, las innovaciones son cada vez más difíciles de materializar. Es innegable que la baja productividad puede obstaculizar el ritmo de la innovación, pero para determinar el verdadero estado de la innovación, los investigadores deben estudiar las actividades de la fracción inteligente. WhatsApp, Twitter y Facebook fueron creados por las élites cognitivas. Aunque son tecnologías disruptivas, reflejan más las innovaciones en el estilo de vida que las invenciones revolucionarias. Estas plataformas han alterado el panorama político; sin embargo, la mayoría de la gente puede arreglárselas fácilmente sin las redes sociales.
El ascenso de los medios sociales ilumina la pasión de las élites cognitivas. Las élites cognitivas reconocen que para lograr un éxito estratosférico en la economía actual deben explotar la economía de la atención. Los empresarios adeptos a cautivar a la audiencia mantendrán un estatus elevado y, por ello, personas excepcionalmente brillantes crearon plataformas para satisfacer los deseos de la economía de la atención. Por lo tanto, una posible explicación de la sequía de innovación podría ser el resultado de que las personas más inteligentes desvíen sus energías hacia el sector del estilo de vida, en lugar de invertir en las ciencias duras.
Conseguir avances en las ciencias duras exige un mayor esfuerzo cognitivo que crear la próxima aplicación popular o plataforma de redes sociales. Por tanto, debido a la posibilidad de obtener recompensas más fáciles en los sectores de estilo de vida, las élites cognitivas se ven motivadas a emprender empresas sociales. Los investigadores deberían explorar las inclinaciones de la fracción inteligente para arrojar luz sobre el descenso de la tasa de innovación. Zoltan Acs también se hizo eco de este sentimiento en una entrevista reciente cuando señaló que, para la innovación, sólo importan las personas excepcionales, ya que son las encargadas de diseñar el futuro. Los investigadores tienen razón al señalar la rareza de las innovaciones rompedoras, pero sus análisis son inexactos. La respuesta es que el carácter de la innovación está cambiando porque las élites cognitivas han adquirido intereses diferentes.