Mises Wire

Cómo la impresión de dinero destruyó a Argentina y puede destruir a otros

Las palabras más peligrosas en política monetaria y economía son «esta vez es diferente». El gran error de los políticos argentinos es creer que la inflación es multicausal y que todo se soluciona con dosis crecientes de intervencionismo.

El índice de precios al consumo en Argentina experimentó una subida interanual del 58 por ciento en abril de 2022, lo que supone 2,9 puntos porcentuales por encima de la variación registrada en marzo pasado. Una verdadera catástrofe. La inflación en Argentina es más de seis veces superior a la de Uruguay, cinco veces superior a la de Chile y cuatro veces superior a la de Brasil y Paraguay, países vecinos expuestos a los mismos problemas globales.

No, la inflación en Argentina no es multicausal, sólo tiene una causa: una política monetaria extractiva y confiscatoria. Impresión de pesos sin control y sin demanda. Argentina infla su base monetaria para financiar un gasto público excesivo, inflado y destructivo.

En lo que va de año, la base monetaria ha aumentado un 43,83 por ciento, lo que es una auténtica locura. La inflación de los precios es del 58,2%.

En los últimos tres años, la base monetaria ha aumentado un 179,73 por ciento y en diez años más de 1.543,8 por ciento. Eso es una aberración económica, no una «política monetaria inclusiva», como la calificó Axel Kicillof, gobernador de Buenos Aires.

En los últimos diez años, el peso argentino ha perdido el 99% de su valor frente al dólar. Se trata de una expropiación de la riqueza del país mediante la impresión de pesos inútiles.

Muchos peronistas argentinos dicen que los Estados Unidos también aumentan masivamente su oferta monetaria y no tiene inflación. El argumento no se sostiene. La base monetaria de Estados Unidos crece a un ritmo del 9,9 por ciento, seis veces menos que la de Argentina, y, además, los Estados Unidos también sufre una inflación del 8,5 por ciento. En el momento álgido del exceso de dinero en Estados Unidos, la base monetaria creció un 26,9 por ciento. En ese mismo período, la de Argentina se multiplicó por tres, con una demanda decreciente de pesos, mientras que la demanda global y local de dólares de EEUU creció.

En términos agregados, la oferta monetaria, incluyendo todo el dinero en circulación, se ha disparado en Argentina un 2.328,09 por ciento en diez años, mientras que en los Estados Unidos se ha duplicado. En otras palabras, la oferta monetaria agregada en Argentina en la última década ha aumentado a un ritmo más de once veces superior al de los Estados Unidos. Sólo Venezuela ha llevado a cabo semejante locura.

No sólo los extranjeros no demandan pesos ni los aceptan en las transacciones internacionales, lo cual es una realidad. Los ciudadanos de Argentina no aceptan su propia moneda como reserva de valor, unidad de medida y método de pago la mayor parte del tiempo.

Lo más triste es que muchos dicen que Argentina ya fue dolarizada antes y que no funcionó. En Argentina no hubo dolarización: hubo un engaño en el que se declaró que un peso era igual a un dólar. Al igual que las stablecoins que se estrellan hoy en el mercado, la llamada dolarización fue simplemente una falacia, y cuando la burbuja estalló, los responsables políticos siguieron destruyendo aún más el poder adquisitivo de la moneda.

Estados Unidos no tiene este problema... todavía. La confianza en el dólar de EEUU no está cayendo todavía; está aumentando, y por eso se está fortaleciendo globalmente en relación con la mayoría de las principales divisas del mundo. La razón principal de esta fortaleza relativa es que la Reserva Federal vigila la demanda mundial de dólares de EEUU y se considera que toma medidas decisivas contra la inflación. Sin embargo, la falacia tantas veces repetida de que la impresión masiva de dinero no provoca inflación terminó abruptamente con el desastre cometido en 2020. Estados Unidos, la zona del euro y la mayoría de las economías mundiales decidieron hacer frente a un choque de oferta con políticas masivas del lado de la demanda, financiando el aumento sin precedentes del gasto público con dinero recién creado, y la inflación se disparó vigorosamente.

El dólar de EEUU no sufre porque las alternativas son peores. Otros países imprimen su moneda de forma aún más agresiva o también tienen controles de capital y carecen de seguridad jurídica y de los inversores. Sin embargo, la Reserva Federal no debe dormirse en los laureles. La confianza en una moneda como reserva de valor, unidad de medida y medio de pago puede desaparecer más rápido de lo que imaginan los responsables políticos. El actual sistema de controles y equilibrios de la economía de EEUU y el sistema financiero abierto mantienen al dólar como moneda de reserva mundial, pero los nubarrones se acumulan. Por un lado, los políticos de Estados Unidos defienden cada vez más la aplicación de políticas monetarias aún más agresivas para financiar un presupuesto público inasequible y creciente. Por otro lado, algunos países están empezando a buscar alternativas al dólar para vender productos básicos. Se trata de amenazas aún lejanas, pero no deben ser ignoradas. El lector puede pensar que Argentina es un ejemplo descabellado para comparar con Estados Unidos, pero la exageración es deliberada. Basta con ver la historia de los gobiernos que impulsan el aumento masivo del presupuesto y lo financian con una moneda cada vez más impopular, y los riesgos para el euro o el dólar se hacen más evidentes. El lector puede decir que los ciudadanos de las economías desarrolladas nunca permitirían que algo así sucediera en sus naciones, pero Argentina también era una economía rica y próspera hace décadas. Era una de las economías más ricas y grandes del mundo a principios del siglo XX. Una combinación de proteccionismo, políticas populistas intervencionistas y decisiones monetarias descabelladas destruyó la economía, y nunca se ha recuperado.

Todas las mencionadas decisiones demenciales de los gobiernos argentinos son ahora defendidas por políticos de todos los Estados Unidos y Europa: «A nosotros no nos pasará» y «Esta vez es diferente». No es diferente.

Los imperios siempre caen porque empiezan a destruir el poder adquisitivo de su moneda y porque su posición en el mundo se derrumba a medida que el proteccionismo y el intervencionismo erosionan la confianza en el gobierno y sus instituciones. Una vez que comienza la destrucción, es sólo cuestión de tiempo que los ciudadanos comiencen a ahorrar en oro u otras reservas reales de valor. Hay una lección para todos aquellos que defienden el llevar constantemente los límites de la política monetaria y las medidas aislacionistas. Una vez que se ha empujado demasiado lejos, no hay vuelta atrás.

J.P. Morgan solía decir que el oro es dinero y todo lo demás es crédito. El crédito es la confianza. Una vez que se pierde la confianza, la moneda se disuelve. Esta es una lección para todos.

image/svg+xml
Image Source: Getty
Note: The views expressed on Mises.org are not necessarily those of the Mises Institute.
What is the Mises Institute?

The Mises Institute is a non-profit organization that exists to promote teaching and research in the Austrian School of economics, individual freedom, honest history, and international peace, in the tradition of Ludwig von Mises and Murray N. Rothbard. 

Non-political, non-partisan, and non-PC, we advocate a radical shift in the intellectual climate, away from statism and toward a private property order. We believe that our foundational ideas are of permanent value, and oppose all efforts at compromise, sellout, and amalgamation of these ideas with fashionable political, cultural, and social doctrines inimical to their spirit.

Become a Member
Mises Institute