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Cómo el Brexit podría ayudar a toda Europa

El Reino Unido (RU) está a punto de celebrar un referéndum el 23 de junio sobre si debería abandonar la Unión Europea (UE) o quedarse en ella. Algo antes impensable, el «Brexit» se está haciendo cada vez más probable. Los principales medios de comunicación lo ven como un factor de incertidumbre en Europa. Para sus críticos, el Brexit llevaría a aumentar el nacionalismo y el proteccionismo. Sin embargo, esos mismos críticos olvidan que la Unión Europea no es un área de libre comercio.

Por el contrario, el Brexit podría abrir nuevas perspectivas para el viejo continente, no trayendo más proteccionismo, sino trayendo más competencia entre gobiernos.

Europa necesita más competencia institucional

Europa tiene una muy larga tradición favorable a la competencia institucional. Uno de los primeros pensadores modernos preocupados por esto es el filósofo francés Montesquieu. Mientras comparaba el sistema político europeo con el asiático, señalaba en El espíritu de las leyes:

En Asia siempre se han visto grandes imperios, en Europa nunca se les permitió seguir existiendo. (…) Por tanto, el poder debería ser siempre despótico en Asia. Pues si la servidumbre allí no fuera extrema, inmediatamente habría una división que la naturaleza del país no podría resistir. En Europa, las divisiones naturales forman muchos Estados de tamaño medio en las que el gobierno de las leyes no es incompatible con el mantenimiento del Estado; por otro lado, son tan favorables a esto que sin leyes este Estado cae en decadencia y se convierte en inferior a todos los demás. Esto es lo que ha formado el genio de la libertad, que hace muy difícil sojuzgar a cada parte y ponerla bajo una fuerza extranjera salvo mediante leyes y mediante lo que es útil para su comercio.

La fragmentación política europea lleva a un pluralismo jurisdiccional, fiscal y regulatorio que es en sí mismo útil para oponerse a leyes que son especialmente dañinas para el comercio. En presencia de leyes onerosas, los ciudadanos pueden verse incitados a «votar con los pies» llevando su capital e industria a un lugar donde estén mejor protegidos los derechos individuales. Es un mecanismo vital para aumentar la prosperidad general. Muchos economistas e historiadores han demostrado que la competencia institucional fue uno de los factores clave de la acumulación de riqueza de Europa. El historiador Paul Kennedy escribía en su libro Auge y caída de las grandes potencias:

Las consecuencias políticas y sociales de este crecimiento descentralizado y en buena parte no supervisado del comercio (…) y los mercados fue de la mayor importancia. En primer lugar, no había manera de que esas evoluciones económicas se suprimieran totalmente. (…) No existía ninguna autoridad uniforme en Europa que pudiera detener eficazmente esta o aquella evolución comercial, ningún gobierno central cuyo cambio en las propiedades pudiera causar el auge o caída de un sector determinado, ningún saqueo sistemático y universal de empresarios y emprendedores por los recaudadores de impuestos. (…) En Europa siempre hubo príncipes y señores locales dispuestos a tolerar a los mercaderes y sus maneras, incluso cuando otros los saqueaban y expulsaban.

Es precisamente por eso por lo que el proceso de centralización europea es dañino. La integración política europea es realmente un proyecto contra la competencia jurisdiccional. Como muchas organizaciones internacionales, la UE es una forma de mutualizar las respectivas soberanías de los gobiernos y cartelizar sus poderes para aumentar u control sobre los individuos. El problema es que este tipo de cartelización tiende a aumentar la carga de las políticas públicas.

A largo plazo, la consecuencia de esta falta de competencia solo puede ser menos libertad y por tanto menos prosperidad. Bajo estas circunstancias, el Brexit sería una evolución positiva. Debilitaría la cartelización política del continente y estimularía la indispensable competencia en Europa.

El Brexit no amenaza al libre comercio en Europa

Los argumentos de la campaña por mantenerse en Europa son contradictorios. Por ejemplo, The Economist ha advertido por un lado en diversos artículos de que un Brexit podría afectar al libre comercio en Europa. Pero por otro, uno de los argumentos usados contra los que se quejan de la regulación de la UE para los Estados miembros es que cualquier país que quiera comerciar con la Unión Europea debe cumplirla. Aunque este argumento es en parte incorrecto, equivale a una admisión de que la UE es más una alianza proteccionista que un área de libre comercio. Una verdadera área de libre comercio no impondría barreras regulatorias para impedir la competencia internacional.

Después de todo, como demostraba George Stigler en su famoso artículo «The Theory of Economic Regulation», las regulaciones públicas son una manera de satisfacer los intereses especiales buscadores de rentas que tratan de impedir la libre empresa y competencia para aumentar el poder de monopolio concedido por el estado.

La UE: Una fuerza para un comercio regulado, no un comercio libre

La Unión Europea es un poder regulatorio poderoso y no debería ser infravalorada. Bruselas no se convirtió en la segunda capital del cabildeo tras Washington por casualidad.

Es improbable que el Brexit perjudique al libre comercio en Europa más de lo que ya lo hace la UE. Abandonar la Unión Europea no significa necesariamente menos comercio internacional y más proteccionismo. De hecho, el Brexit es una oportunidad para el pueblo británico de librarse de las cargas regulatorias de la UE, el arancel común y las políticas comerciales de la UE y la muy proteccionista política agrícola común. RU podría entonces ser libre para favorecer un verdadero libre comercio con Europa y todo el mundo. Esto es especialmente cierto cuando se considera que el libre comercio no requiere ningún acuerdo intergubernamental. Las escuelas de pensamiento librecambista siempre han sido categóricas a este respecto. Como decía Vilfredo Pareto en el artículo «Traités de commerce» del Nouveau Dictionnaire d’Economie Politique (1901):

Si aceptamos el libre comercio, los tratados de comercio no tienen razón de existir como objetivo. No hay necesidad de ellos, ya que se supone que arreglan algo que ya no existe, dejando a cada nación entrar y salir libremente cualquier producto por sus fronteras. Esta era la doctrina de J.B. Say y de toda la escuela francesa de economía hasta Michel Chevalier. Es el modelo exacto que adopto recientemente Léon Say. Fue también la doctrina de la escuela inglesa de economía hasta Cobden.

El libre comercio es un asunto interno que consiste en abolir unilateralmente todo tipo de arancel y barreras no arancelarias contra productos, vengan de donde vengan.

El alcance simbólico del Brexit

La Unión Europea pretende ser un proyecto racional e inevitable. Su legitimidad deriva de la idea de que la globalización requiere grandes entidades políticas para garantizar altos niveles de vida y tratar asuntos modernos. Un Brexit perjudicaría esta ideología euroconstructivista al aumentar el número de países pequeños y ricos en Europa y el mundo. Aumentaría las presiones regionalistas y localistas a nivel europeo, pero también dentro de las propias naciones-Estado —si se consideran los casos de Escocia, Cataluña, Flandes o algunas regiones del norte de Italia.

Se podría ser escéptico acerca de esta perspectiva, dado que los movimientos regionalistas y secesionistas europeos no son siempre amigos de la libertad. En realidad a menudo siguen siendo colectivistas y nacionalistas. Muchos movimientos euroescépticos son parte de la extrema derecha.

Por ejemplo, la Alianza Libre Europea —el partido político que contiene varios movimientos regionalistas en toda Europa— se sienta con los Verdes Europeos en el Parlamento Europeo. Pero permanece el hecho de que cuanta más competencia institucional haya en un área geográfica, más líderes políticos se verán limitados y menos podrán adoptar políticas estatistas a medio y largo plazo.

En su libro How the West Grew Rich, publicado en 1987, Rosenberg y Birdzell escribían: «puede ser que un requisito previo para un crecimiento económico sostenido sea una economía comerciando en un área geográfica dividida entre varios Estados rivales, cada uno tan pequeño como para soñar con aventuras imperiales y demasiado temeroso de la competencia económica de otros estados como para imponer exacciones masivas en su propia esfera económica».

Mientras que Europa afronta lo que se percibe como una crisis económica y social larga e irresoluble, el pueblo británico —saliendo de la UE— podría ayudar al viejo continente a restaurar las instituciones que hicieron posible su prestigio histórico y prosperidad.

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