Una foto filtrada de mensajes de texto de la secretaria de Agricultura de EEUU, Brooke Rollins, al secretario del Tesoro de EEUU, Scott Bessent, captura lo absurdo y las consecuencias no deseadas de la última intervención económica internacional de EEUU.
Por último, solo un aviso —estoy obteniendo más información, pero esto es muy lamentable. Ayer rescatamos a Argentina y, a cambio, los argentinos están eliminando sus aranceles a la exportación de cereales, reduciendo su precio y vendiendo una gran cantidad de soja a China, en un momento en el que normalmente nosotros se la venderíamos a China. Los precios de la soja están bajando aún más por ello. Esto le da a China más influencia sobre nosotros.
Lo que se pretendía como una herramienta de estrategia geopolítica para inclinar la balanza a favor de Buenos Aires —una línea de swap de divisas de 20 000 millones de dólares concedida a Argentina— ha tenido el efecto de ayudar a canalizar una gran cantidad de soja producida en Argentina hacia el mercado internacional de materias primas y hacia los compradores chinos con un fuerte descuento, dejando a los productores de soja de EEUU en la estacada.
El acuerdo fue presentado por la administración Trump como una herramienta para contrarrestar la creciente influencia de Pekín en América Latina. Con la maltrecha economía argentina enfrentándose a otra crisis de deuda, los EEUU intervino para proporcionar dólares a cambio de pesos con el fin de ayudar al gobierno de Milei a mantener el rumbo hacia las reformas y ofrecer una alternativa a los acuerdos a menudo tentadores de China en vísperas de las próximas elecciones de mitad de mandato.
Pero, como suele ocurrir con las intervenciones gubernamentales en los mercados mundiales, las repercusiones se han desviado considerablemente del guion. Las importaciones chinas de soja procedente delos EEUU se han desplomado hasta cero en las últimas semanas, según los datos comerciales, mientras que los pedidos de Argentina se han disparado. Reuters informa de que Pekín ha adquirido al menos 10 cargamentos de proveedores argentinos en una sola semana, un volumen que rivaliza con los niveles anteriores a la guerra comercial. Las tarifas de flete para los envíos de soja de Argentina a China se han disparado debido a la repentina avalancha de soja a precios competitivos.
La guerra comercial entre Washington y Pekín en 2018 y 2019 afectó a la soja americana con fuertes aranceles y China se decantó por proveedores como Brasil y, cada vez más, Argentina. Incluso después de los acuerdos para suavizar la rivalidad comercial, las compras chinas de soja de EEUU nunca se recuperaron por completo. Los exportadores de los EEUU, —ya golpeados por años de aranceles de represalia durante la primera administración Trump—, sufrieron una vez más las consecuencias de este último acontecimiento.
China suele comprar más de la mitad de todas las exportaciones de EEUU de soja para todo tipo de productos, desde piensos para ganado hasta aceite de cocina, en el país más poblado del mundo. Ese flujo generó miles de millones en ingresos para los agricultores del Medio Oeste y afianzó las economías rurales desde Iowa hasta Illinois. La soja representó alrededor del 20 % de los ingresos por cultivos comerciales de los EEUU en 2024, con un valor de 46 800 millones de dólares, según datos del Departamento de Agricultura de los EEUU. Los 12 600 millones de dólares en soja enviados a China la convirtieron en la mayor exportación de EEUU a ese país.
La ironía es aún mayor si se analiza desde la perspectiva de la retórica «America First» (América primero) de la administración Trump. Contribuye a reforzar la situación fiscal de un país extranjero, al tiempo que supone un duro golpe para los agricultores americanos. La política también tenía por objeto debilitar la posición de China, pero en cambio ha abierto la puerta al acceso de China a la soja no americana con descuento. En un esfuerzo por robar a Pedro para pagar a Pablo en la otra dirección en una intervención fiscal interna, la administración Trump propuso utilizar los ingresos arancelarios para subvencionar a los agricultores americana. Pero es el comercio en sí mismo lo que los agricultores identifican correctamente como el remedio económico. Todd Main, director de desarrollo de mercado de la Asociación de Soja de Illinois, declaró a Fortune: «Podemos cultivar cualquier cosa. Lo que realmente queremos son buenas relaciones con nuestros socios comerciales. Queremos mercados. No queremos rescates financieros».
Al final, la medida de apoyo del secretario Bessent al aliado sudamericano se ha convertido en una baza a favor de las opciones comerciales internacionales y las cadenas de suministro de China, en detrimento de la industria agrícola de los EEUU, que ya de por sí está plagada de los problemáticos incentivos de las políticas gubernamentales. Una vez que se calme la situación en torno a este acuerdo en particular, los responsables políticos deberían detenerse a considerar todas las consecuencias de este tipo de apuestas financieras. El gobierno de los EEUU no solo debería mantenerse al margen de los asuntos fiscales de Argentina y de otros países, sino que también debería dejar el sector agrícola americano en manos de los propios agricultores.