Si los últimos años sirven de indicio, este año volveremos a disfrutar de una serie de artículos sobre la supuesta política que hay detrás del Día de Acción de Gracias y sobre cómo los malos (ya sean de izquierda o de derecha) se oponen a todo lo que es decente al negarse a celebrar esta festividad de una manera que promueva la agenda política correcta. Por un lado están los izquierdistas, que se sienten obligados a utilizar el Día de Acción de Gracias como una prolongación del Día de Colón, en el que se nos recuerda a todos que robar a las tribus indígenas es algo malo. Por otro lado están los conservadores, que insisten en convertir el Día de Acción de Gracias en un día para celebrar la historia del origen de la nación. Al parecer, el 4 de julio no les basta.
Desgraciadamente, ambos intentos de secuestrar la festividad para batallas políticas se niegan a desaparecer. Afortunadamente, parece que a la gran mayoría de los americanos no les importa, y la mayoría planea disfrutar de la festividad como se ha disfrutado durante unos 150 años: como una celebración de la vida doméstica y la prosperidad económica.
La evolución del Día de Acción de Gracias
Como festividad, el Día de Acción de Gracias ha pasado por varias formas diferentes. Tal y como se describe en el estudio de James Baker sobre la festividad, Thanksgiving: The Biography of An American Holiday, ha habido una gran variedad de tradiciones de Acción de Gracias practicadas en todo los EEUU, pero pocas de ellas se parecían mucho al Día de Acción de Gracias que conocemos hoy en día.
Además, las actividades que la gente adoptaba para conmemorar la festividad cambiaron significativamente con el tiempo. Según Baker, en los primeros años de la festividad, esta servía como «sustituto puritano de una Navidad (una festividad que rechazaban por no ser canónica y ser pagana), una época temprana del invierno para festejar y albergar piadosas esperanzas antes de los largos y tristes meses de frío y privaciones que se avecinaban».
Aunque a menudo se celebraba con una gran comida, la festividad tenía un carácter principalmente religioso. El «momento culminante» del día era un sermón largo y severo, presumiblemente de un clérigo calvinista.
La festividad se celebraba desde hacía mucho tiempo en Nueva Inglaterra y otras regiones como una especie de fiesta de la cosecha, pero no solía incluir ninguna narración sobre los peregrinos. Ese tipo de cosas se reservaban para el «Día de los Antepasados», que se conmemoraba en Nueva Inglaterra el 21 de diciembre. Huelga decir que el resto del país, —especialmente aquellos que tenían poca conexión con Nueva Inglaterra— no celebraban con entusiasmo el establecimiento de la colonia de Plymouth.
De hecho, el uso de relatos sobre el «primer Día de Acción de Gracias» de los peregrinos no se generalizó hasta el siglo XX. Fue una invención completa de las escuelas públicas que, entonces como ahora, dedicaban muy poco tiempo a las habilidades académicas y se centraban en interminables horas de trabajo rutinario y adoctrinamiento cultural. Según Baker:
La inculcación de esas imágenes de Acción de Gracias en generaciones de escolares fue probablemente un factor importante detrás del éxito final de la iconografía de Acción de Gracias de los peregrinos. Este ciclo familiar no era una parte importante de la educación americana antes de finales del siglo XIX. Ya existían actividades festivas para niños y libros infantiles, como Red-Letter Days in Applethorpe (1866), de Hamilton, que explicaban los fundamentos de la celebración de las fiestas, pero la incorporación completa del calendario cívico al plan de estudios escolar fue el resultado de un nuevo enfoque progresista de la educación, paralelo al impulso contemporáneo de crear nuevas fiestas para todo, desde el trabajo y las banderas hasta las aves y los árboles. Esta adaptación del ritual cívico a la escuela primaria no solo expuso a los estudiantes a las lecciones del «americanismo», sino que también convirtió las historias tradicionales de las fiestas, como la de los peregrinos, en material infantil.
Sin embargo, cuando las escuelas públicas convirtieron la festividad en un día dedicado a los peregrinos, los rituales anuales del Día de Acción de Gracias, —que persisten hasta hoy—, se habían establecido de forma bastante independiente de la agenda política. Lejos de ser una fiesta nacional para celebrar a los «antepasados» o la colonia de Plymouth, el Día de Acción de Gracias ya se había convertido en una celebración de la vida doméstica y la diversión familiar.
El auge del Día de Acción de Gracias como fiesta doméstica y consumista
En su historia de la América victoriana, The Feminization of American Culture, Ann Douglas explica la transformación que se produjo cuando la cultura americana se alejó de la teología y la filosofía intransigentes del siglo XVIII y se orientó hacia algo muy diferente.1 Baker señala:
Como ha demostrado Ann Douglas, las mujeres de clase media que participaron en esta «revolución doméstica» encontraron aliados dispuestos entre los clérigos liberales de la época, que se habían visto privados de la influencia política y social de sus predecesores puritanos. Reivindicando la conciencia social de su generación, instituyeron un régimen de valores «sentimentales» en sustitución de la antigua racionalidad pragmática de la Ilustración y la teología calvinista agresiva y de mentalidad rígida de la época anterior.
Esta revolución doméstica que describe Douglas fue de la mano del auge de la cultura victoriana en los Estados Unidos. Se combinó con la nueva economía de la producción en masa y la mecanización para ayudar a crear el evento nostálgico, sentimental e impulsado por el consumo que hoy en día consideramos, como la fiesta de Acción de Gracias en la práctica. La comida, la reunión familiar y el entorno doméstico para la celebración, que ahora nos resultan familiares, se establecieron en este período victoriano. El mayor cambio a lo largo de los años ha sido la incorporación del fútbol americano —primero visto en persona y luego por televisión— como una actividad familiar adicional.
La prosperidad de la segunda mitad del siglo XIX lo hizo posible. Aunque hoy en día se critica la Edad Dorada como una época en la que los trabajadores sufrían porque los magnates dirigían las fábricas con mano de hierro, fue durante este periodo cuando innumerables americanos pudieron salir de la pobreza y entrar en la clase media por primera vez.
Estos cambios facilitaron que las familias crearan una experiencia doméstica con todos los adornos que los victorianos valoraban —y que ahora son característicos de la celebración estándar del Día de Acción de Gracias americanos. No solo la comida se volvió más asequible para muchos, sino que más americanos pudieron permitirse versiones mejores y más caras de cubertería, vajilla, ropa y muebles. Podían permitirse más materiales de construcción para tener casas más bonitas y, —al igual que ocurría en Europa—, más trabajadores podían permitirse tomarse un tiempo libre para disfrutar de deportes de equipo recreativos, un día en el parque y otros pasatiempos.
El Día de Acción de Gracias ya no era una fiesta religiosa —en la que los americanos contemplaban complejas verdades teológicas—, sino más bien una fiesta de consumo, ocio y vida doméstica en el hogar y la familia.
Este nuevo fenómeno de comprar productos fabricados en masa para aumentar el disfrute doméstico se extendió a principios del siglo XX, de modo que en la década de 1920, el Día de Acción de Gracias se parecía cada vez más a una fiesta centrada en la compra de cosas.
Baker continúa:
En la década de 1920 surgió un nuevo evento festivo: el desfile del Día de Acción de Gracias. En sentido estricto, los desfiles de Acción de Gracias no tienen nada que ver con Acción de Gracias, sino con la Navidad, pero ofrecen una actividad del Día de Acción de Gracias que disfrutan millones de americanos en persona o por televisión. (...) El primer desfile de Acción de Gracias fue organizado por los grandes almacenes Gimbel Brothers en Filadelfia el 25 de noviembre de 1920. Estaba formado por cincuenta personas, quince coches y un bombero vestido de Papá Noel que desfiló y luego entró en la sección de juguetes de Gimbels por una escalera. El elemento central del desfile de Acción de Gracias de Gimbels, como todos los desfiles similares, era la «llegada oficial de Papá Noel» con su aspecto más comercial como patrón del comercio navideño.
Por supuesto, los grandes almacenes fueron en sí mismos una creación de la cultura victoriana, primero en Inglaterra y más tarde en los Estados Unidos. En términos económicos, ofrecían un nivel de vida más alto a sus clientes y muchos productos que no se podían encontrar en ningún otro sitio. Además, los productos que vendían solían tener precios más bajos que en las tiendas más pequeñas. A nivel cultural, los grandes almacenes también eran importantes. Ofrecían una libertad sin precedentes a las mujeres, que podían utilizarlos como un lugar seguro para reunirse con otras personas en lugares públicos, sin necesidad de ir acompañadas por hombres. El empleo en estas tiendas también ofrecía a muchas jóvenes una vía de escape del trabajo agrícola y fabril. Y, por supuesto, para las principales gestoras del presupuesto familiar —que era lo que eran muchas mujeres de la clase media victoriana—, los grandes almacenes ofrecían un lugar nuevo, limpio y cómodo para hacer sus compras.
Por lo tanto, no es de extrañar que nuestra práctica moderna del Día de Acción de Gracias esté tan ligada a la versión victoriana de la festividad. Surgió de la difusión de los bienes de consumo en el siglo XIX — — y de las libertades sociales que estos trajeron consigo. El Día de Acción de Gracias que conocemos, y que la mayoría de nuestros abuelos conocieron, es una festividad apolítica que se formó en torno al mundo moderno de relativa abundancia que hizo posible la economía industrializada moderna.
No esperen que ninguno de estos hechos detenga a los cruzados que intentarán arruinar la festividad con mucha charla sobre «el primer Día de Acción de Gracias» y si fue una comida sagrada o el preludio de un genocidio. Durante 150 años, el Día de Acción de Gracias ha consistido realmente en sentarse con amigos y familiares y comer una comida muy abundante. Esto es algo que no debemos dejar que nos quiten los guerreros culturales.
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Examino el libro de Douglas con mayor detalle en mi libro Commmie Cowboys, y señalo cómo el cine western posterior a la Segunda Guerra Mundial fue un rechazo del estilo de vida burgués y doméstico que se había promovido durante la época victoriana en América.