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¿Qué es el marxismo cultural?

En años recientes, se ha popularizado la expresión “marxismo cultural”, normalmente empleado peyorativamente contra los jóvenes ideólogos izquierdos y Guerreros de la Justicia Social. Como cualquier otro término político peyorativo, incluyendo los usados tanto por la izquierda como por la derecha, la réplica común es que, debido a su abuso se ha convertido en vacío de contenido o siempre ha estado vacío de contenido.

Pero “marxismo cultural” es una expresión que tiene un significado real, no necesariamente un significado peyorativo (eso presumiblemente dependerá de tus propias preferencias políticas). La idea del marxismo cultural deriva de la teoría marxista de la historia evolucionada a través de la disciplina de la historia por historiadores marxistas al irse haciendo gradualmente menos ortodoxos.

La teoría marxista de la historia

La teoría marxista original de la historia consistía en unos pocos supuestos. El primero es que la historia de cualquier sociedad podría dividirse en tres épocas: la sociedad antigua, la sociedad feudal y la sociedad capitalista.  Esta era la idea original de Marx de una “teoría de las etapas de la historia”, aunque las doctrinas de las etapas de la historia no eran nada nuevo. La filosofía cristiana premarxista de la historia, por ejemplo, ofrecía un patrón similar de etapas desde la época del placer del pecado a la del malvado sufrimiento y finalmente la salvación cristiana.

Pero la filosofía cristiana de la historia se movía bajo la dirección invisible de un “impulsor principal”: Dios. La teoría marxista de la historia también contiene un impulsor principal invisible: las ambiguamente llamadas “fuerzas materiales de producción”. Cuáles con concretamente estas fuerzas materiales de producción depende de la época. Por supuesto, en tiempos feudales era la tierra. En la época capitalista serían las fábricas o los bienes de capital que reemplazaban concretamente al siervo feudal con el trabajador asalariado capitalista.

Esto lleva a un segundo elemento importante de la teoría marxista de la historia: la conciencia de clase. Marx creía que cada época social contenía contradicciones internas que dividirían progresivamente las distintas “clases” de personas. En los tiempos feudales, serían el siervo y el terrateniente. Por supuesto, bajo el capitalismo Marx dividía a la gente entre el proletariado y la burguesía. Las contradicciones internas llevarían a un conflicto entre clases llamado “lucha de clases” y la clase inferior acabaría apoderándose de la sociedad y dando paso a la etapa siguiente. Este es el famoso análisis marxista de clase.

El tercer y último elemento importante en la teoría marxista de la historia era una historia determinista, que decía que el paso de una sociedad de una etapa a su etapa posterior era inevitable y, debido a esta inevitabilidad, la cuarta y última época se produciría por el triunfo del proletariado sobre la burguesía.  Por supuesto, esta etapa final era el socialismo (como he detallado en otro lugar, Marx no hacía originalmente ninguna distinción entre socialismo y comunismo y esta alteración a su teoría de la historia fue obra de Vladimir Lenin y Josif Stalin).

La visión determinista de la historia no era tampoco original de Marx. Como señala Mises en Teoría e historia, su idea determinista estaba tomada y combinada a partir de la visión ilustrada del progreso humano.

Los pensadores de la Ilustración creían que, al ir progresando la sociedad, la razón humana inevitablemente genera una progresión lineal al alza de la historia, lo que significaba que cada era de la historia humana estaría inevitablemente mejor que el periodo precedente. El determinismo de la Ilustración era necesariamente optimista y Marx adoptaba su idea y la combinaba con su propia doctrina de las etapas. Así, al aceptar tanto la teoría optimista del progreso humano de la Ilustración como la doctrina marxista de las etapas, Marx podía argumentar, sin necesidad de justificar sus afirmaciones, que la etapa inevitable del socialismo sería consecuentemente mejor que la etapa capitalista que la precedería, solo porque llegaría posteriormente.

Las críticas de Marx a los “economistas burgueses” revelan su compromiso con su teoría, al rechazar a sus oponentes acusándolos a los economistas clásicos de estar gobernados por su propia conciencia de clase y de que, por tanto, sus argumentos económicos tendrían que rechazarse sin ninguna consideración. La única prueba que se necesitaba de que el socialismo era el sistema económico superior era aceptar que era el sistema económico históricamente inevitable.

En un breve resumen, la teoría marxista de la historia contaba de (1) una doctrina de las etapas, (2) conciencia de clase dictada por un “impulsor principal” y (3) una versión optimista de determinismo histórico. La expresión “materialismo dialéctico” que se refiere a la teoría marxista de la historia deriva del aspecto “materialista” del “impulsor principal” contenido en las “fuerzas materiales de producción” de Marx y el aspecto “dialéctico” de las contradicciones internas que asolan cada etapa de la sociedad.

Los historiadores marxistas

Por supuesto, incluso los historiadores marxistas de los tiempos modernos rechazan la mayoría de la teoría marxista de la historia. Aunque argumento a menudo que el determinismo histórico sigue escondido en ciertas explicaciones históricas (como hacía aquí), los historiadores en general han rechazado cualquier teoría de determinismo histórico. Este fue el primer elemento de la teoría marxista de la historia que fue abandonado en su mayor parte.

La doctrina de las etapas seguía siendo considerada útil por muchos historiadores, al menos para fines analíticos. En la historiografía del Viejo Sur (los estados esclavos antes de la Guerra de Secesión), los historiadores de mediados del siglo XX debatían sobre si la economía esclavista podía considerarse o no una sociedad capitalista. El desacuerdo era sobre bases puramente marxistas, siendo los historiadores marxistas los que rechazaban los argumentos de que el Viejo Sur era capitalista porque era, según las épocas definidas por Marx, una sociedad feudal (aunque fueron llegando algunas alteraciones de la doctrina de las etapas y su análisis al hacerse menos ortodoxos los historiadores marxistas).

Pero, aunque la doctrina de las etapas de la historia marxista podría todavía sobrevivir en la literatura, cada vez se ha rechazado más su uso analítico. Esto deja solo el elemento del análisis de clase de Marx y este es el elemento más persistente de la teoría marxista de la historia que, a pesar de sus propias alteraciones por marxistas no ortodoxos, ha sobrevivido en la literatura más moderna. Sin embargo, a partir de las diversas alteraciones del análisis marxista de clases, encontramos la definición del “marxismo cultural”.

Probablemente el elemento más importante en el análisis de clase específicamente marxista es la idea de “explotación” de Marx. Este concepto es la característica que distingue principalmente el análisis de clase marxista y el austriaco, como observaba primero Rothbard y desarrollaba luego Hoppe (Rothbard usa la distinción de “conflicto de casta” en El hombre, la economía y el estado para destacar la distinción entre explotación marxista, que se desploma bajo un análisis económico serio, y la teoría libertaria de la explotación, que se basa en las relaciones hegemónicas entre diversas personas, comparadas con las relaciones voluntarias).

En el campo de la historia, el historiador marxista Eric Hobsbawm escribió un ensayo titulado “Notas sobre la conciencia de clase”, que ofrecía una interpretación ortodoxa de la teoría marxista de clases. La clase y el conflicto de clases, argumentaba Hobsbawm, estaban presentes “cada vez que la sociedad se dividía entre explotadores explotados” y hacía falta una organización política para “canalizar ese conflicto hacia una conciencia emancipatoria de clase”.1

Pero esto no es marxismo cultural: es solo marxismo. Un historiador marxista menos ortodoxo, E.P. Thompson, modificaba la teoría de clases de Marx destacando los elementos culturales de la clase proletaria. Su conciencia, en lugar de estar dictada solo por fuerzas económicas, como planteaba Marx, estaba también dictada por factores culturales y religiosos. En su influyente libro The Making of the English Working Class, Thompson aceptaba las ideas marxistas de conciencia de clase y proletariado, pero la reacción a la industrialización, en opinión de Thompson, estaba moldeada en parte por su cultura heredada.

Como señalan Anna Green y Kathleen Troup: “Es este énfasis sobre el papel de las ideas o la moralidad popular lo que ha llevado a Thompson a ser calificado como un marxista ‘cultural’”.2 En el libro de Thompson, este escribe: “La conciencia de clase es la manera en la que se gestionan estas experiencias en términos culturales: encarnados en tradiciones, sistemas de valores, ideas y formas institucionales”.3

Marxismo cultural y justicia social

Dada la idea del marxismo cultural que ha existido, no peyorativamente, entre marxistas declarados, podemos acudir al análisis de Mises obre la historia que identifica aún más lo que constituye un genuino marxismo cultural aparte de la mera idea de “conciencia influida por la cultura”.

A lo largo de la historia, argumenta Mises, los filósofos buscan descubrir un patrón absoluto de valores. Escribiendo en la década de 1950, Mises afirmaba que muchos pensadores argumentaban que la “justicia” era el valor principal a perseguir. Por supuesto, esto plantea la eterna cuestión de cómo puede definirse y medirse la justicia, pero ese complejo debate no es importante con respecto al problema del marxismo cultural. Mises señala que en cualquier sociedad existen desacuerdos acerca del mejor método de organización política o social. Por supuesto, esto no se refiere necesariamente a los juicios de valor.

Sin embargo, luego describe lo que solo puede llamarse “justicia social”. Mises escribe:

Las instituciones sociales, afirman [las personas], deben ser justas. Es esencial juzgarlas solo de acuerdo con su idoneidad para lograr fines concretos, por muy deseables que puedan ser desde cualquier otro punto de vista. Lo que más importa es la justicia. La formulación extrema de esta idea puede encontrarse en la famosa frase: fiat justitia, pereat mundus. Que se haga justicia, aunque perezca el mundo.4

No obstante, esto no responde a ninguna pregunta sobre qué es realmente la justicia en las mentes de cualquier defensor de esta máxima. Pero la gente que reclama justicia social a menudo carece de una definición coherente de justicia para identificarla; por el contrario , nos ofrecen un rosario de tópicos, a menudo en contradicción entre sí (ver, por ejemplo, la gente que quiere combatir el racismo celebrando ceremonias de graduación segregadas racialmente, como medio de sostener de alguna manera los ideales tópicos incompatibles de diversidad racial e inclusividad racial).

Pero es posible contemplar unas personas que debaten racionalmente el mejor método de organizar una sociedad y dedicarse a un discurso civil acerca de la definición de justicia e instituciones sociales. Mises señala la “formulación extrema” a la que puede llevar la idea de justicia social, pero no todos los que defienden la “justicia social” son culpables de esta formulación extrema. Sin embargo, Mises ofrece otra característica identificadora:

La visión del mundo que fue desplazada por el racionalismo moderno no toleraba juicios de valor disidentes. El mero hecho de la disidencia era considerado una provocación insolente, una atrocidad mortal para los sentimientos propios. Esto generaba largas guerras religiosas. (Cursivas añadidas).5

Aquí tenemos la noción de intolerancia hacia las ideas y preferencias disidentes que culmina en violencia (no necesariamente religiosa, ya que Mises está hablando sobre guerras históricas, pero las implicaciones modernas no son difíciles de extrapolar). La oposición violenta a las ideas disidentes es indudablemente algo que podemos observar en la sociedad moderna, como podemos ver cada vez más en las universidades, con protestas violentas contra conferenciantes políticamente polémicos.

Así que, al ligar las observaciones de Mises con las de E.P. Thompson tenemos una tendencia interesante. Indudablemente es que necesariamente las personas que mantengan ciertos valores culturales (más a menudo atribuidos a la izquierda cultural) sean también anticapitalistas. De hecho, hay muchas personas favorables al capitalismo que están de acuerdo con valores culturales izquierdistas. Sin embargo, sí parece interesante que la izquierda anticapitalista (normalmente las generaciones más jóvenes: como ha señalado Mark Thornton, la etiqueta socialista se está haciendo cada vez más aceptable) a menudo parece ver sus ideas económicas como parte integral de sus opiniones culturales. Esto está claramente conforme con la idea del marxismo cultural atribuida al análisis de clases de E.P. Thompson.

De mayor interés es la observación de que las protestas violentas (siendo la clara indicación de la gente a la que se refiere Mises cuando habla de la “provocación insolente” de la “mera disidencia”) provienen de personas que pueden ser clasificadas según el marxismo de E.P. Thompson y, dada la idea del propio Marx de lucha de clases (que nunca negó que sería violenta), no debería ser muy polémico describir a esta gente como “marxistas culturales”. Creo que el que se vea o no como peyorativo el calificativo apropiadamente aplicado al “marxista cultural” depende de si uno cree o no que la intolerancia violenta hacia alguien con otra “conciencia” es permisible éticamente.

  • 1E J. Hobsbawm, Workers: Worlds of Labor, American ed. (Nueva York: Pantheon Books, 1984), 15-32; Anna Green y Kathleen Troup, The Houses of History: a Critical Reader in History and Theory, 2ª ed. (Manchester: Manchester University Press, 2016), 52.
  • 2Ibíd.
  • 3E P. Thompson, The Making of the English Working Class (Nueva York: Pantheon Books, 1964, 1963), 9-10.
  • 4Ludwig Von Mises, Theory and History: An Interpretation of Social and Economic Evolution (Auburn, AL: Ludwig von Mises Institute, 2007), 52. [Teoría e historia]
  • 5Ibíd., 64.
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