Mises Wire

A medida que el gobierno federal se embarca en la acumulación de un estimado de 3,7 billones de dólares en deuda adicional sólo en este año fiscal, es fundamental que el público entienda lo destructivo que será tal acción.

Las personas que realmente dirigen el país son «expertos» no elegidos y burócratas de los bancos centrales, de las agencias de salud pública, de las agencias de espionaje y de una red creciente de juntas y comisiones.

Las paralizaciones del mes pasado no han sido propicios para el bien común. Aunque han salvado la vida de muchas personas, también han puesto en peligro, y siguen haciéndolo, las vidas y los medios de vida de muchos otros. Han creado un nuevo y peligroso precedente político.

Chile, como muchos otros países, necesita hacer esto: reducir los impuestos, desregular y limitar el gasto.

Gracias al crecimiento del Estado a lo largo del tiempo, las apuestas políticas se han hecho mucho más altas, y los grupos temen ser aplastados por el otro lado si pierden. La cohesión inducida por la crisis no es una bala de plata, sino una bomba de tiempo.

30 millones de americanos están ahora desempleados, en parte gracias a los «confinamientos» del gobierno. Mientras tanto, el desempleo en muchos casos duplica el riesgo de muerte de la persona desempleada por enfermedad, suicidio o sobredosis de drogas. Los efectos son peores para aquellos que viven más cerca de la pobreza.

Muchos sostienen que los mercados no regulados fracasarían debido a la falta de conocimiento de los consumidores o a la asimetría de la información. Pero la competencia en los mercados libres da lugar en realidad a todo tipo de mecanismos que ayudan a los consumidores a tomar decisiones informadas. Esto es tan cierto como las pruebas médicas para cualquier otro bien.

Con disculpas a Frédéric Bastiat, así es como su gran ensayo «Lo que se ve y lo que no se ve» podría leerse si se aplica a los actuales cierres forzados del gobierno que obligan a los dueños de negocios a la bancarrota a través de América y el mundo.

Toda la idea de que el Estado regule los llamados monopolios para promover la competencia se basa en falacias. En todo caso, tal intervención sólo sofoca la competencia en el mercado y reduce el nivel de vida.

Tenemos que ir más allá de los triviales tópicos de tratar de arreglar la política en DC. El lamento de la clase parlanchina sobre la división de la política es francamente tonto. En cierto modo, la polarización es nuestra amiga.