Con el pretexto de «modernizar» las comunicaciones, el gobierno canadiense está ampliando enormemente su poder para regular las redes sociales y amenazar la libertad de expresión.
Mientras el infame centro de antirracismo de Ibrahim Kendi en la Universidad de Boston implosiona, las doctrinas propugnadas por el centro siguen presentando falsos relatos sociales.
Naomi Wolf se ha enfrentado a la burocracia médica americana por sus mentiras y mala praxis en el tratamiento del covid.
La popular canción de Oliver Anthony, «Rich Men North of Richmond», describe el parasitario mundo del Beltway. Uno espera que la gente comprenda el daño que han hecho las clases políticas.
Las mentes modernas están tan orientadas hacia el poder estatal que la gente a menudo no comprende que hay una forma mejor. En lugar del «pensando fuera de la caja», deberíamos pensar fuera del Estado.
Dado que las políticas de la Reserva Federal distorsionan la economía y crean incentivos perversos, Disney también debe lidiar con problemas de propiedad intelectual. La combinación de ambos arruinará el cuento de Blancanieves.
Dos economistas austriacos de Suecia comentan la elección del banco central sueco para el Premio Nobel de Ciencias Económicas de este año.
La revista Christianity Today apoya con entusiasmo el permiso familiar impuesto por el gobierno, calificándolo de «profamilia». Sin embargo, la coerción gubernamental sigue siendo violencia, no algo que deba defenderse.
Las guerras culturales americanas no son producto de fundamentalistas religiosos ni siquiera de grupos activistas. Existen por la injerencia del Estado en la vida privada de los individuos.
Aunque el porcentaje de mano de obra sindicalizada de EEUU ha disminuido en las últimas décadas, los sindicatos siguen siendo una amenaza para nuestra economía y nuestro bienestar colectivo.
