Trumps afirma que América ha perdido empleos manufactureros muy bien remunerados en favor de China porque el país comunista fomenta sus exportaciones mediante subvenciones, ventajas fiscales y manipulaciones monetarias. La realidad es que no debería importarnos lo que haga China. Cuanto más subvenciona China a sus industrias, más ganan sus socios comerciales con la abundancia de bienes y servicios baratos y, en contra de lo que cree Trump, con la creación de puestos de trabajo bien remunerados. En una economía de intercambio, existe un antagonismo natural entre productores y consumidores. Los productores se benefician de la escasez, los consumidores de la abundancia. Un productor quiere ser la única tienda de una manzana que venda un número limitado de productos durante un periodo de tiempo limitado. Los consumidores, en cambio, quieren abundancia, con más productores y productos disponibles durante más tiempo. Este conflicto surge de forma natural en una economía de intercambio. Está claro que Robinson Crusoe prefiere la abundancia a la escasez.
La competencia fomenta la abundancia y permite la igualdad de ingresos y riqueza
En un entorno no competitivo, puede haber empleos bien pagados en industrias protegidas, pero depende de la capacidad de los sindicatos para captar una parte de los beneficios generados por empresas monopolísticas u oligopolísticas exigiendo salarios más altos. La presión de la mano de obra no sindicada es una amenaza constante para estos empleos bien pagados creados por las acciones gubernamentales de escasez artificial. Sin embargo, no hay garantías de que esto traiga empleos mejor pagados en lugar de sólo mayores lucros a estas industrias protegidas.
En un entorno competitivo en el que la abundancia es la norma, los empleos bien remunerados son el resultado de una productividad elevada. Nuestro nivel de vida es más alto que el de los africanos, no porque seamos más listos o trabajemos más, sino porque nuestra mano de obra está injertada en una base de capital mucho mayor. Robinson Crusoe pescará más con una red que con las manos. Y cuantas más redes tenga, más peces pescará. Su productividad aumenta constantemente a medida que dispone de más recursos.
Así pues, los empleos manufactureros bien remunerados en un entorno altamente competitivo proceden de una productividad de alto valor. Nadie te pagará más que el valor de lo que produces.1 Supongamos que puedes fabricar un widget de cinco piezas que podría venderse a un precio subjetivamente alto de 100 dólares por unidad en una industria de widgets altamente competitiva. Para fabricar este widget contrata a 100 trabajadores que trabajan en el widget de forma independiente y necesitan 10 horas para completar un widget. Haciendo abstracción de otros costes no laborales y de los beneficios, ¿cuánto podría pagar a cada trabajador? Menos de 100 dólares o 10 dólares la hora. Supongamos ahora que se especializa y cada trabajador trabaja en uno solo de los cinco componentes del widget. Las ganancias de la división del trabajo le permiten hacer un widget en la mitad de tiempo o 5 horas. ¿Cuánto podría pagar ahora a cada uno? Menos de 100 dólares o 20 dólares por hora. Supongamos ahora que añadimos una máquina que permite a cada trabajador completar un widget en una hora. ¿Cuánto pueden esperar ahora los trabajadores? Menos de 100 dólares o 100 dólares por hora. Los salarios altos provienen de la división del trabajo y de la abundancia de capital. Cuanto mayor sea la cantidad de capital, mayor será la productividad del valor y, en un entorno competitivo, mayores serán los salarios.
Por supuesto, la competencia acabará reduciendo el precio de los widgets, reflejo de la creciente abundancia, y los salarios nominales de esta mano de obra no cualificada. Sin embargo, si la deflación es la norma, los ingresos reales o el nivel de vida del trabajador medio aumentarán constantemente: cada hombre se beneficiará del aumento de los salarios reales resultante de una mayor abundancia o de unos precios más bajos.
Supongamos ahora que China subvenciona sus exportaciones hasta el punto de que podemos comprarlas prácticamente gratis. Esto significará que ya no tendremos que utilizar recursos escasos para producir estos productos en casa y podremos desviar parte del capital de estas industrias (acero, textiles, etc.) para utilizarlo en otras industrias. Con más capital, estas otras industrias, ceteris paribus, tendrán empleos mejor pagados que antes del comercio con China.
La política comercial de Trump está estructurada sobre la creación de escasez. Las restricciones comerciales no aumentan la cantidad de capital, sino que obligan a desviarlo hacia industrias competidoras importadoras. El capital se dispersaría más y, por tanto, los salarios serían más bajos de lo que serían en otras circunstancias. Su política conduciría a una realidad económica exactamente opuesta a la que promueve.
La palabra clave es ceteris paribus. Trump confunde asociación con causalidad.
El verdadero culpable o causante de la pérdida de poder adquisitivo es el Banco Central americano. Es directamente responsable del aumento de la desigualdad de ingresos y del lento descenso del nivel de vida de la clase media americana (véase aquí). La política monetaria es la «jerga economica» de la falsificación legal. Un ejemplo sencillo lo dejará claro: supongamos que tenemos 10 dólares para gastar en 10 manzanas; las fuerzas del mercado normalmente generarán un precio de equilibrio de 1 dólar por manzana. Si la cantidad de dinero se duplica, los precios subirán a 2 $. El gobierno habrá gravado furtivamente al público con cinco manzanas. Pocos entienden que el banco central es en realidad un ladrón que roba el poder adquisitivo de tu dinero mientras duermes. Aunque los banqueros centrales asistan a almuerzos lujosos con trajes de mil dólares, eso no disminuye la realidad de que no son más que falsificadores. La única diferencia entre ellos y el tipo que imprime moneda en su sótano es que no temen que la policía derribe las puertas del edificio Eccles. Si Trump realmente quiere hacer grande a América de nuevo, debería considerar seriamente devolver a los EEUU a la moneda sólida.
Hay otro aspecto de la política comercial de Trump del que no se habla actualmente. Habla de puentes y coches que pronto serán construidos con acero americano. Pero, ¿cómo respondería su administración a las quejas de los tres grandes fabricantes de automóviles de que Audi, Land Rover, BMW, Hyundai y Toyota tienen una ventaja competitiva injusta a nivel nacional e internacional al utilizar acero chino de bajo costo? ¿Impondría restricciones a todas las importaciones que utilicen componentes chinos? Está claro que esto desembocaría rápidamente en guerras comerciales en las que todos saldrían perdiendo. La globalización, o competencia internacional, ha llevado a márgenes muy estrechos, y la política de Trump pondría a la industria de los EEUU en una desventaja competitiva tanto a nivel nacional como internacional.
Trump también habla de comercio justo. Una vez más, debería sernos totalmente indiferente si China, o cualquier otro país, comercia o no de forma justa. Si la equidad es una preocupación real, tal vez la primera acción de una presidencia de Trump sería cerrar el Banco de Exportaciones e Importaciones, que beneficia injustamente a los exportadores de los EEUU.
También se equivoca al pensar que el comercio es como negociar con un proveedor, donde uno gana a costa de los demás. La mejor política de los EEUU, o de cualquier país, debería ser la eliminación de todas las barreras a las importaciones. Esto puede hacerse unilateralmente. Siempre debe preferirse la abundancia a la escasez.
- 1
Algo que los defensores de un salario mínimo más alto no parecen entender.