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El uso como arma de la expresión «el Estado judío»

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Cuando se trata de publicar cualquier cosa en mises.org que tenga que ver con el Estado de Israel, aconsejo a los autores que no utilicen la frase «el Estado judío». Esto se debe a que la frase es empleada por los propagandistas proisraelíes para reforzar la táctica deshonesta de denunciar como antisemita a cualquier crítico del Estado de Israel.  

Esto se puede ver en la reacción a los recientes cánticos de «muerte al ejército israelí» que se produjeron en el festival de música de Glastonbury el pasado fin de semana. Los defensores del Estado secular y socialista conocido como «Israel» insisten en que los llamamientos a la destrucción del ejército de ese gobierno son de alguna manera antisemitas. Una reacción representativa proviene de un rabino británico llamado Ephraim Mirvis. Mirvis afirma:  

Este es un momento de vergüenza nacional. La difusión del vil odio hacia los judíos en Glastonbury y la respuesta tardía y mal gestionada de la BBC hacen que la confianza en la capacidad de nuestra cadena nacional para tratar seriamente el antisemitismo alcance un nuevo mínimo.

Debería preocupar a todas las personas decentes que ahora solo haya que disfrazar la incitación abierta a la violencia y el odio como comentarios políticos provocadores para que la gente común no solo no lo vea como lo que es, sino que además lo aplauda, lo coree y lo celebre.

El odio tóxico hacia los judíos es una amenaza para toda nuestra sociedad.

Esta es una conclusión bastante dudosa a la que llega Mirvis. Se refiere a cánticos sobre el ejército de un Estado, pero concluye de forma bastante engañosa que esto es sinónimo de llamar a la destrucción de todo un grupo étnico —es decir, los judíos. ¿Cómo llega a esta conclusión, especialmente cuando muchos de los oponentes más vehementes a los crímenes de guerra del Estado de Israel en Gaza han sido judíos? (Por cierto, según Pew, un tercio de los judíos americanos encuestados en 2024 consideraban «inaceptable» la respuesta del Estado de Israel al ataque de Hamás del 7 de diciembre).

El enfoque de Mirvis no es nada nuevo. Mirvis está empleando una táctica muy utilizada por los agentes del Estado de Israel, diseñada para confundir al Estado de Israel con el judaísmo mundial, precisamente para que los opositores al Estado israelí puedan ser denunciados como antisemitas.

Históricamente, la frase fue popularizada por Theodor Herzl en su panfleto de 1896 Der Judenstaat, como parte de los esfuerzos de Herzl por encontrar apoyo para su nueva ideología del sionismo. Desde entonces, la frase se ha convertido en parte de los esfuerzos de propaganda estándar del Estado israelí para denunciar a todos los críticos como antisemitas y, de facto, nacionalsocialistas. Cada vez más, los grupos de presión israelíes en Occidente también han fomentado la instrumentalización de este concepto, como vemos ahora en  la administración Trump el menoscabo de la Primera Enmienda por parte deal declarar que las críticas a un Estado extranjero —es decir, «Israel»— son terroristas o antisemitas.

Desgraciadamente, esta confusión entre dos grupos diferentes tiene un doble efecto. Tras casi 80 años de propaganda que equipara el Estado de Israel con el judaísmo, mucha gente cree ahora que ambos son esencialmente lo mismo. Esto ha alimentado el antisemitismo real, que no debe confundirse con el falso «antisemitismo» de oponerse a los crímenes del Estado israelí.

En consecuencia, muchas personas que están horrorizadas, con razón, por las tácticas genocidas del Estado israelí en Gaza piensan que esto es algo que prácticamente todos los judíos apoyan necesariamente. Sin embargo, esta conclusión no es más acertada que la idea de que los católicos apoyan necesariamente cualquier política adoptada por los Estados de mayoría católica. Por ejemplo, cuando Mussolini invadió África Oriental en la década de 1930, no se podía deducir que se tratara de una «política católica» porque la población italiana de la época fuera abrumadoramente católica. (Por otra parte, tal vez si Italia se hubiera autodenominado «Estado católico» durante décadas antes de cometer sus propios crímenes de guerra, tal artimaña podría haber funcionado).

Sin embargo, como resultado de los grotescos ataques del Estado israelí contra mujeres y niños, muchos judíos que ni siquiera eligen vivir en Israel ni apoyan las acciones de su gobierno están siendo culpados por los crímenes del Estado. Desgraciadamente, este es uno de los muchos efectos secundarios de la creación de Estados étnicos. Un Estado afirma que sus intereses son sinónimos de los de toda una nación. Entonces, mucha gente cree la mentira y no distingue entre nación y Estado.

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