Thomas Woods nos ha recordado más de una vez que «votes por quien votes, tendrás a John McCain». No es estricta y siempre cierto, por supuesto, pero la evidencia es clara de que a menudo es verdad. El último ejemplo es el presidente de la Cámara de Representantes del Partido Republicano, Mike Johnson (republicano de Luisiana), que ha resultado más o menos exactamente como predijimos los escépticos. Johnson es un amigo del partido de la guerra, un inútil en cuestiones importantes para las bases (como la inmigración), y un verdadero enemigo del pueblo en cuestiones como el espionaje sin orden judicial.
En las últimas semanas, Johnson se ha redoblado cada vez más en su apoyo a la política exterior de Washington e insiste en gastar al menos cien mil millones de dólares —dólares que el Tesoro no tiene y que la Fed tendrá que imprimir— en apuntalar el régimen de Ucrania. Este régimen, que Johnson nos dice que es esencial en la batalla por la «democracia» —lo que quiera que eso signifique— ha abolido las elecciones, ha acabado con la libertad de expresión e incluso ha destruido la libertad básica de ejercer la propia religión.
Pero nada de eso importa porque alguien en el FBI le dijo a Johnson que debe seguir gastando el dinero de los contribuyentes en Ucrania mientras corteja la Tercera Guerra Mundial. Johnson —ignorando a sus electores como hacen la mayoría de los miembros del Congreso— ha asegurado a los agentes del Estado guarnición que les ayudará. Quizás el mayor crimen de Johnson sea su continuo apoyo a una nueva y vasta expansión del estado policial americano. Johnson apoya ahora que se garanticen mayores prerrogativas a las agencias de espionaje de Estados Unidos, que pretenden espiar indefinidamente a los ciudadanos americanos sin orden judicial.
[Más información: «La FISA cambia libertad real por seguridad fantasma», por Ron Paul].
Esto es obviamente contrario a los derechos humanos básicos (es decir, los derechos de propiedad), pero a Johnson ciertamente no le importa. Al fin y al cabo, nos dijo que en el mundo hay tipos malos, y eso significa que la Carta de Derechos se va por la ventana.
El actual impulso para ampliar el poder de las agencias de espionaje no es un asunto menor, y en el evento conjunto del Mises Institute y el Ron Paul Institute en Houston el fin de semana pasado. Daniel McAdams sugirió que el actual esfuerzo del Partido Republicano para ampliar los poderes de espionaje es aún peor que la Ley Patriota.
Sin embargo, para cualquiera que lleve mucho tiempo en el juego, no le sorprenderá observar que entre los mayores defensores de la expansión de los poderes policiales estaduales inconstitucionales en estos momentos se encuentra la cúpula del Partido Republicano. Así fue, por supuesto, en los primeros días de las guerras de Afganistán e Irak. Dick Cheney, George W. Bush y sus acólitos salían a diario en televisión asegurando que los americanos que insisten en la privacidad y los derechos humanos están «con los terroristas».
En otras palabras, esto es lo que hacen los republicanos. Pero, no importa cómo estos funcionarios del GOP destrocen los derechos de propiedad, las bases siguen votando a gente como Mike Johnson porque el GOP tiene cuidado de azuzar a sus votantes de base en un frenesí sobre las horas de cuentos de drag-queen y los códigos de expresión de la universidad. Estas son cuestiones para los gobiernos locales, por supuesto, no para el Congreso, pero el resultado final es que el GOP sigue consiguiendo lo que quiere a nivel federal: dinero sin fin para la guerra, y la continua destrucción de la privacidad y la propiedad privada.
El hecho de que el activista medio del GOP todavía no se haya dado cuenta de la estafa puede verse en el hecho de que todavía se refieren a gente como Johnson como «rinos». Es decir, «republicanos sólo de nombre». Cualquiera que utilice ese término está anunciando que todavía no se ha dado cuenta de que los republicanos como Johnson, McConnell, McCarthy y el tipo habitual del cinturón son, de hecho, republicanos por excelencia. No son republicanos «sólo de nombre». Son republicanos típicos. Son republicanos arquetípicos. Los disidentes como Thomas Massey y Ron Paul son los verdaderos «republicanos sólo de nombre». También se podría incluir a Donald Trump en esta categoría. Estos últimos son los que desentonan con la agenda habitual del GOP. Los republicanos típicos favorecen el gasto federal sin fin, el apoyo incondicional al Estado Profundo y la indiferencia hacia los problemas de los americanos en el día a día.
Para ver una prueba de ello no tenemos más que mirar el hecho de que con cada año que pasa de diversas mayorías republicanas en el Congreso, las victorias del régimen sobre la libertad y la decencia siguen sumándose, y prácticamente nunca se deroga ninguno de los poderes del Estado. Así es exactamente como le gusta a la cúpula del Partido Republicano.