En junio de 2024, el Banco Central Europeo (BCE) empezó a bajar su principal tasa de interés. Los costes de endeudamiento se redujeron del 4,5% al 2,5% en marzo de 2025, lo que, una vez contabilizada la inflación medida oficialmente, supone casi un cero por ciento en términos reales. La época en que los titulares de depósitos en euros podían obtener una tasa de interés real positiva fue muy breve.
¿Cuál es la razón de los recortes de las tasas de interés? Los responsables del BCE explican a la opinión pública que la inflación está disminuyendo —en febrero, el aumento de los precios de los bienes de consumo en la zona euro fue del 2,4%— y eso justificaría la bajada de las tasas de interés. Sin embargo, la verdadera razón es otra.
La economía de la zona euro ya no puede soportar unas tasas de interés elevados. Muchos países sufren un débil crecimiento económico, especialmente Alemania, la mayor economía de la zona euro, está literalmente en una espiral descendente.
Esto no es sorprendente: Las políticas intervencionistas-socialistas de muchos países europeos, especialmente en Alemania, están sofocando, o más bien destruyendo, las fuerzas del crecimiento económico.
Las finanzas públicas están especialmente mal, a menudo fuera de control. La deuda pública de la zona euro se acerca al 90 por ciento del PIB. La ratio deuda/PIB de Italia es del 137%, y el de Francia supera ligeramente el 112%.
Aunque la relación deuda/PIB de Alemania sigue siendo de sólo el 62%, las fuerzas políticas trabajan ahora para elevar drásticamente la carga de la deuda del país hasta 1 billón de euros o alrededor del 24% del PIB del país.
Dados los enormes niveles de deuda (sin considerar siquiera las obligaciones en materia de pensiones), unas tasas de interés elevados son políticamente indeseables. Hay que tenerlo en cuenta: Una relación deuda/PIB del 90%, financiada a una tasa de interés de… digamos, el 3%, equivale a unos pagos de intereses del 2,7% del PIB, muy por encima de la tasa de crecimiento que pueden alcanzar las economías. En términos sencillos: la deuda pública cuesta entonces a los ciudadanos y a las empresas más de lo que rinde.
Para tapar sus agujeros presupuestarios, los gobiernos europeos deben subir los impuestos, recortar el gasto, pagar sus facturas con más dinero —es decir, imponiendo un impuesto sobre la inflación aún mayor— o aplicar una combinación de estas medidas.
Subir los impuestos y recortar el gasto es políticamente impopular. Para los gobiernos es mucho más fácil emitir nueva deuda, que es monetizada por el BCE y los bancos comerciales, de modo que el gasto adicional pueda pagarse con euros de nueva creación.
Ahora es fácil entender por qué el BCE está bajando las tasas de interés (independientemente de si la inflación oficial supera o no el objetivo prometido del 2 por ciento): Los gobiernos de la zona euro desean confiar en la impresión de dinero, en la inflación, y el BCE actúa en consecuencia.
Y algo más está sucediendo ahora mismo en Europa, y no hace falta ser un científico de cohetes para entenderlo: las «situaciones de emergencia» son exactamente lo que interesa a los políticos. Porque entonces pueden ampliar sus poderes de forma muy rápida y masiva, haciendo cosas que no serían posibles en tiempos normales. No hay más que pensar en la época de los contagiados de covid. Por supuesto, la emergencia máxima es la guerra.
Los que están en el poder tienen incluso un fuerte incentivo para exagerar o fabricar amenazas de guerra, ya que el miedo a la guerra suele hacer que la población en general sucumba a los dictados del Estado. El incentivo es naturalmente mayor si el Estado está al borde de la bancarrota, y si es políticamente indeseable sanear las finanzas públicas de forma honesta.
Lo que se ha dicho hasta ahora debería darle una explicación razonable de lo que está ocurriendo actualmente en Europa, tanto en Bruselas como en muchos parlamentos nacionales: Aumentar la amenaza de guerra, pedir más gasto militar, preparar a la opinión pública para la guerra con Rusia. Mientras que las fuerzas políticas de Europa —en Londres, Berlín y París— siguen firmemente comprometidas con la idea de un Nuevo Orden Mundial, el movimiento de los «globalistas» ha sufrido un serio revés en los EEUU.
Y como la nueva administración de los EEUU de Donald Trump amenaza incluso con cerrar la espita financiera, los globalistas buscan que sus enormes necesidades de financiación sean cubiertas por los contribuyentes europeos. De ahí la creciente retórica bélica y las enormes iniciativas de financiación de la deuda.
¿Qué significa esto para la inflación y las tasas de interés en la zona euro? Lo más probable es que los países de la UE continúen con sus planes de rearme financiados con deuda, independientemente de un acuerdo de paz en Ucrania; los políticos europeos de mentalidad globalista y los grupos de intereses especiales no perderán la oportunidad de hacerse con dinero nuevo.
Cabe esperar que el BCE compre la nueva deuda, aumente la oferta monetaria y garantice que las tasas de interés nominales del euro se mantengan bajos mediante el control del rendimiento de los bonos. La expansión de la oferta monetaria irá acompañada de un gasto que añade poco o nada a la productividad; gastos que en su mayoría son un despilfarro y conducen a una creciente corrupción y mala gestión.
Esto provocará una importante presión al alza sobre los precios de los bienes —por lo que las cifras oficiales de inflación volverán a repuntar tarde o temprano.
Aumentará la interferencia del gobierno en la vida de las personas, lo que conducirá a una especie de economía dirigida que, debido a su ineficacia, erosionará aún más la competitividad internacional de Europa, sobre todo porque el capital y las personas con talento emigrarán, por ejemplo, a los EEUU. Lo que cabe esperar es un elevado nivel de inflación en la zona del euro —pero no hiperinflación inmediata (es decir, precios de los bienes que suben a tasas cada vez mayores debido a un aumento incontrolado de la oferta monetaria), sino más bien una tasa de inflación permanentemente más alta de, digamos, entre el 4% y el 6%?
Al mismo tiempo, lo más probable es que el BCE fije las tasas de interés del mercado de capitales del euro en torno al 3%, de modo que el tipo de interés real será negativo, degradando el poder adquisitivo del euro, el valor real de la deuda gubernamental, destruyendo los ahorros de la gente.
En otras palabras: El BCE volverá a la represión financiera, succionando poco a poco a los ahorradores, empoderando al Estado, y tarde o temprano (aunque probablemente no inmediatamente) llegará una verdadera crisis, una que merezca ese nombre.