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Las previsiones económicas de Marx: más de 150 años de fracasos

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Desde la base defectuosa de la Teoría del Trabajo del Valor, Karl Marx hizo una serie de predicciones sobre el capitalismo que el tiempo ha demostrado incorrectas. Entre ellas, la miseria de las masas debido a la acumulación de capital, la sobreproducción crónica, el imperialismo impulsado por el capitalismo y el inevitable auge de los monopolios.

Emprobecimiento

Incluso durante la vida de Marx, el capitalismo ya estaba mejorando las condiciones materiales de los trabajadores y elevando el nivel de vida. La Revolución Industrial, junto con los avances en tecnología y productividad, permitió que incluso los trabajadores poco cualificados alcanzaran un nivel de vida antes inimaginable incluso para los más ricos.

De hecho, el capitalismo ha cumplido muchas de las promesas que en su día hizo el socialismo. Marx imaginó un futuro en el que la clase trabajadora alcanzaría la prosperidad, el ocio y el desarrollo cultural —objetivos en gran medida realizados bajo los sistemas capitalistas. Hoy en día, los trabajadores disfrutan de salarios reales más altos, semanas laborales más cortas, mejores condiciones de trabajo y un mayor acceso a la sanidad y la educación que en cualquier otro momento de la historia. Las innovaciones que antes se consideraban lujos —como la fontanería interior, la refrigeración y la comunicación global instantánea— son ahora habituales para gran parte de la población mundial.

Equipo de capital

Marx creía que la nueva tecnología:

  • Eliminó puestos de trabajo y obligó a los trabajadores a ocupar puestos con salarios más bajos. Teorizó que la automatización crearía un «ejército industrial de reserva» permanente de trabajadores desempleados, haciendo bajar los salarios.
  • Redujo a los trabajadores a meros operadores de máquinas. Argumentaba que la especialización y la mecanización despojarían a los trabajadores de sus competencias y de su poder de negociación.
  • Extraía más trabajo en menos tiempo. Temía que los capitalistas utilizaran la tecnología para aumentar los beneficios alargando los turnos, reduciendo las pausas e intensificando la velocidad de producción.

En cambio, la tecnología ha aumentado la productividad de los trabajadores, haciéndolos más valiosos para los empresarios, que, a su vez, ofrecen salarios más altos para atraerlos y retenerlos. Aunque se han eliminado algunos puestos de trabajo, han surgido nuevas industrias y ocupaciones, que a menudo requieren mayores niveles de cualificación. Hoy en día, los trabajadores de las fábricas realizan menos tareas serviles y funciones más complejas, como la programación de máquinas CNC (control numérico por ordenador), el mantenimiento y la supervisión de sistemas automatizados.

En lugar de jornadas laborales más largas, el tiempo medio de trabajo ha disminuido considerablemente. En tiempos de Marx, los trabajadores de las fábricas solían trabajar entre 60 y 80 horas semanales. Hoy en día, la mayoría de los países industrializados tienen semanas laborales de 35-40 horas, y las prestaciones como el tiempo libre remunerado, la baja por enfermedad y los planes de jubilación están muy extendidos. Además, la automatización ha eliminado en gran medida las tareas más peligrosas y físicamente agotadoras.

Marx veía el progreso económico como un juego de suma cero, en el que las ganancias de los capitalistas implicaban necesariamente pérdidas para los trabajadores. En cambio, los avances tecnológicos han ampliado la producción económica, creando nuevas industrias, salarios más altos y mejores condiciones de trabajo.

Sobreproducción

Marx afirmaba que los empresarios capitalistas suprimirían los salarios hasta el punto de que los trabajadores no podrían permitirse comprar los bienes que producían, lo que llevaría a inventarios sin vender y al colapso económico. Pero en ningún sistema económico se espera que los trabajadores compren todo lo que producen.

Pensemos en un zapatero de la Europa medieval que fabricaba 30 pares de zapatos al mes. No podía comprarlos todos —tenía que venderlos para comprar comida, ropa y materiales para fabricar más zapatos. Pero el mercado del calzado no se hundió porque la demanda no se limitaba a los zapateros, sino que otras personas también necesitaban zapatos.

Del mismo modo, en las economías modernas, las empresas no dependen únicamente de sus empleados como clientes; venden a un amplio mercado que incluye consumidores nacionales e internacionales. El capitalismo ha superado sistemáticamente los desequilibrios entre la oferta y la demanda mediante mecanismos de fijación de precios, expansión del mercado e innovación.

Imperialismo

Marx creía que los capitalistas se beneficiaban extrayendo «plusvalía» de los trabajadores, pagándoles menos que el valor de su producción. Sostenía que, a medida que la automatización y la competencia redujeran los márgenes de beneficio, los capitalistas explotarían a los trabajadores recortando los salarios o aumentando las horas de trabajo, y buscarían nuevas fuentes de mano de obra barata, recurriendo en última instancia a la conquista para mantener los beneficios.

Esta predicción fracasó en múltiples frentes. En primer lugar, la capacidad de los trabajadores para cambiar de empleo, negociar salarios más altos o crear empresas impide que los empresarios lleven los salarios a niveles de subsistencia, aunque no puede decirse lo mismo de las sociedades marxistas-leninistas en las que el Estado es el único empleador.

En segundo lugar, el comercio —no la conquista— ha demostrado ser la vía más eficaz para la expansión económica. Como señaló Adam Smith en La riqueza de las naciones, la guerra y la colonización son más costosas y menos productivas y rentables que el intercambio voluntario. La razón por la que la guerra y el imperialismo se correlacionan con el capitalismo es porque el Estado —aliado con capitalistas compinches— se expande a partir de la riqueza del capitalismo.

Por último, el capitalismo fomenta la innovación, creando nuevos mercados e industrias. El crecimiento económico no procede de la expansión territorial, sino del desarrollo de nuevos bienes, servicios y modelos empresariales que aumentan la riqueza en toda la sociedad.

Monopolio

Marx predijo que la competencia expulsaría inevitablemente a las empresas más pequeñas del negocio, dejando sólo un puñado de monopolios lo suficientemente poderosos como para reprimir los salarios, controlar los precios y sofocar la innovación.

Aunque surgen monopolios, suelen durar poco en los mercados competitivos. Cada vez que un empresario introduce un nuevo producto o servicio, puede disfrutar temporalmente de una posición dominante en el mercado, pero pronto surgen competidores si el gobierno no impide la entrada en el mercado. De hecho, esta situación no describe técnicamente un monopolio, ya que los monopolios implican el privilegio legal de empresas con conexiones políticas por parte del Estado.

Además, cuando las empresas crecen demasiado, a menudo se enfrentan a deseconomías de escala: ineficiencias que aumentan los costes y reducen la agilidad. La burocracia, la lentitud en la toma de decisiones y la complejidad organizativa suelen debilitar a las grandes empresas, abriendo oportunidades a competidores más pequeños e innovadores.

En última instancia, la intervención gubernamental, y no el libre mercado, ha sido el principal facilitador de los monopolios duraderos. Las normativas, las subvenciones y los requisitos para la concesión de licencias suelen servir para proteger a las empresas establecidas de la competencia.

Conclusión

Las predicciones de Karl Marx sobre el capitalismo han fracasado sistemáticamente. En lugar de la miseria, el capitalismo ha aumentado el nivel de vida. En lugar de destruir puestos de trabajo, la tecnología ha creado nuevas industrias y oportunidades. En lugar del colapso económico debido a la sobreproducción, ha florecido el comercio mundial. En lugar de la conquista, el capitalismo ha fomentado la expansión económica a través del intercambio voluntario. Y en lugar del estancamiento monopolístico, la competencia y la innovación siguen impulsando el progreso económico, a pesar de la intervención de los Estados políticos.

Las previsiones económicas de Marx no sólo eran incorrectas, sino fundamentalmente erróneas. El capitalismo, a pesar de sus imperfecciones, ha superado la visión de Marx proporcionando prosperidad a una escala sin precedentes.

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