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El «discurso del odio» no es real y Pam Bondi es enemiga de la libertad

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Tras el asesinato del activista conservador Charlie Kirk, muchos críticos de Kirk publicaron contenidos en las redes sociales en los que decían cosas groseras sobre Kirk, —e incluso sobre los miembros de su familia—, al tiempo que expresaban su alegría por la muerte de Kirk.  Como era de esperar, muchos de los seguidores de Kirk, —y mucha otra gente corriente—, consideraron estos comentarios ofensivos y reprensibles. 

Quizás como parte de un esfuerzo por aprovechar la situación para mejorar su propia suerte política, la fiscal general de los EEUU, Pam Bondi, declaró entonces que ella, como fiscal del gobierno, «perseguiría» a quienes participaran en lo que ella denominó «discurso de odio». 

Sin embargo, el «discurso de odio» no existe. En absoluto. Es una expresión que inventó la izquierda para definir el discurso que no le gusta como ajeno a las protecciones legales de la Declaración de Derechos. Dicho de otro modo, el concepto de «discurso de odio» se inventó para justificar la censura del discurso impuesta por el Estado. Que Bondi se cree esta tontería queda claro por su promesa de «perseguir» a las personas culpables de este «delito» de discurso de odio que Bondi aparentemente imagina en su cabeza.  

Estos comentarios, procedentes de una fiscal general en ejercicio, son extremadamente problemáticos, por decir lo menos. El mero hecho de que Bondi utilice sin ironía el término «discurso de odio» ilustra lo profundamente inmersa que está en la cultura de la coacción y el despotismo que impregna la clase dirigente de Washington. Cualquier político que promueva el concepto de «discurso de odio» debe ser considerado un enemigo de nuestros derechos naturales más fundamentales, y su carrera política merece ser terminada de forma permanente. 

No existe el discurso de odio

Los peligrosos comentarios de Bondi sobre el llamado discurso de odio se produjeron durante su aparición el lunes en el podcast de Katie Miller. Cuando la presentadora le preguntó si las universidades eran de alguna manera cómplices del asesinato de Kirk, Bondi se mostró de acuerdo y afirmó:

En un plano más amplio, el antisemitismo —lo que está ocurriendo en los campus universitarios de todo el país— es repugnante, es despreciable y hemos estado luchando contra ello, hemos estado luchando contra estas universidades sin descanso y no vamos a parar.  Existe la libertad de expresión y luego existe el discurso del odio, y no hay lugar, especialmente ahora, especialmente después de lo que le pasó a Charlie, en nuestra sociedad... Te perseguiremos sin piedad si te dedicas a incitar al odio contra alguien.

Miller le dio entonces a Bondi la oportunidad de aclarar sus extravagantes comentarios. Pero Bondi se reafirmó. Miller dijo: «¿Ve usted que las fuerzas del orden persiguen más a estos grupos, que utilizan el discurso del odio, y esposan a la gente para demostrarles que es mejor actuar que no actuar?». Bondi respondió: «Sin duda alguna, les perseguiremos y les daremos caza si atacan a alguien con discursos de odio...».

Los comentarios de Bondi son aún peores cuando los leemos en su contexto completo, porque ella relaciona su ataque a la libre expresión no solo con los comentarios desagradables de quienes odian a Kirk. También busca justificar el enjuiciamiento de los supuestos «antisemitas», con lo que en realidad se refiere a las personas a las que no les gusta el Estado socialista de Israel. 

Sobre este último tema, la administración ya ha intentado perseguir legalmente —y procesar— a activistas culpables del delito inexistente de criticar al Estado israelí. Uno de los ejemplos más famosos es el de Rümeysa Öztürk, que supuestamente fue detenida por apoyar protestas violentas. Sin embargo, nunca se han presentado pruebas al respecto. Ahora está claro que Öztürk fue arrestada por el «delito» de escribir un artículo de opinión crítico con Israel. En otras palabras, la administración emprendió acciones legales contra Öztürk por supuestos discursos de odio contra el Estado israelí. 

[Más información: «Primero vinieron a por los columnistas», de James Bovard].

Quizás animada por el apoyo del presidente a los ataques contra los columnistas, Bondi se comprometió entonces a «perseguir» y «ir a por» las personas que dicen cosas desagradables en Internet. 

Esto, por supuesto, es claramente contrario a la Declaración de Derechos americanos y a más de 300 años de pensamiento liberal clásico. Francamente, si Bondi se considera a sí misma una especie de defensora de las libertades americanas, necesita clases de recuperación sobre el tema. 

Los derechos de expresión son derechos de propiedad

Es importante destacar que el derecho a la libertad de expresión no es algo inventado por la Constitución de los EEUU o los jueces federales. La libertad de expresión es un derecho de propiedad. Se deriva del derecho básico y natural a ser dueños de nosotros mismos y de poseer propiedades. Es decir, el derecho a utilizar el propio cuerpo para expresar determinadas opiniones se deriva del derecho básico y natural a la propiedad de uno mismo. 

Sin duda, existen limitaciones razonables y no estatales a este derecho. Una persona no puede pronunciar discursos ni expresar opiniones en lugares donde el propietario no lo permite. Por ejemplo, una persona no puede distribuir artículos de opinión política en una tienda de comestibles si el propietario de la tienda se niega. No se puede gritar «fuego» en un teatro lleno de gente (cuando no hay fuego) porque se puede suponer que el propietario del teatro desaprueba ese tipo de cosas.  Por otro lado, si respetamos los derechos de propiedad, nos vemos obligados a concluir que una persona es total y absolutamente libre de expresar sus opiniones en el momento, lugar, publicación o foro en que el propietario no lo prohíba. 

Puede que a Pam Bondi no le guste que la gente critique al Estado de Israel o aplauda el asesinato de Charlie Kirk en un sitio web de propiedad privada. Pero el hecho de que se permita o no a esa persona decir cosas en ese lugar no es algo que el Gobierno de los Estados Unidos pueda regular legítimamente.

La única limitación legítima de la libertad de expresión es cuando esa expresión implica una amenaza real y específica contra otra persona. En este sentido, las cortes federales de los EEUU acertaron más o menos cuando, en el caso Brandenburg v. Ohio de 1969la corte concluyó que la libertad de expresión solo puede limitarse cuando esa expresión «tiene por objeto incitar o provocar una acción ilegal inminente». Decir «Me alegro de que Charlie Kirk haya muerto» ni siquiera se acerca a ese estándar. Tampoco lo hace decir «Espero que maten a los miembros de las Fuerzas de Defensa de Israel». Los ataques vagos contra ejércitos extranjeros son una forma de libertad de expresión, pura y simple. 

Incluso la idea de incitación se presta al abuso, ya que no siempre está claro cuándo el discurso está alentando algo en general o si implica una amenaza específica e inminente. Además, las personas no son autómatas que simplemente actúan según lo que otra persona dice en Internet que debe suceder. No todas las llamadas a la violencia son necesariamente una incitación a «acciones ilegales inminentes». 

Sin embargo, está claro que, en sus comentarios a Katie Miller, a Pam Bondi no le preocupan ni las normas legales ni los derechos de propiedad. Como es una política, no debería sorprendernos en absoluto descubrir que probablemente le preocupe más parecer «dura» para complacer a ciertos grupos de interés.

La aceptación por parte de Bondi de la absurda noción de «discurso de odio» también es peligrosa porque es muy vaga, indefinible y susceptible de ser objeto de abuso. Si un discurso es o no «de odio» es totalmente subjetivo. Lo que para uno es odio, para otro es una observación sensata. Cualquier cristiano practicante lo ve cada vez que la izquierda afirma que la oposición al matrimonio homosexual es una forma de discurso de odio. A los seguidores de Bondi en la izquierda nada les gustaría más que «atacar» y «perseguir» a cualquier clérigo cristiano que critique el matrimonio homosexual desde el púlpito. 

Si se deja en manos de las cortes y los fiscales del gobierno, prácticamente cualquier cosa puede definirse como discurso de odio. Esto ha quedado claro desde los inicios del fenómeno del «discurso de odio», hace más de veinte años. Por ejemplo, en una conferencia celebrada en 2004, el historiador Ralph Raico señaló la maleabilidad inherente al bulo del discurso de odio: 

El discurso de odio puede incluir todo lo que se te ocurra. El discurso de odio podría muy bien incluir —se podría argumentar en una corte— la eliminación de las ayudas sociales en la ciudad de Nueva York. Se podría decir: «Bueno, eso es discurso de odio porque la implicación es claramente que deberíamos eliminar las ayudas sociales para las poblaciones minoritarias, que son la gran mayoría de las personas que reciben ayudas sociales en la ciudad de Nueva York».

En otras palabras, la oposición al estado del bienestar podría definirse fácilmente como «racista» y, por lo tanto, como «discurso de odio». Solo se necesita un juez comprensivo o un fiscal general despótico como Pam Bondi. 

Ahora bien, hay que reconocer que, gracias a muchos miembros del movimiento MAGA, Bondi ha sufrido un importante revés por su postura. Matt Walsh, —por citar solo a un activista del MAGA que ha denunciado los comentarios de Bondi—, ha pedido que sea despedida

Bondi dio entonces marcha atrás e intentó afirmar, de forma bastante poco sincera, que en realidad solo se refería a los discursos que incitan a la violencia. Más tarde afirmó: «El discurso de odio que cruza la línea hacia las amenazas de violencia NO está protegido por la Primera Enmienda. Es un delito».  Esto no fue más que un intento de controlar los daños. 

Sin embargo, es poco probable que Bondi sea destituida por declarar nula y sin efecto la Primera Enmienda. Donald Trump ha demostrado su disposición a ser «flexible» en lo que respecta al estado de derecho, ya que no tiene ningún reparo en utilizar los mismos métodos inmorales e inconstitucionales que utilizaron sus predecesores, tanto de izquierda como de derecha. 

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