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La regla de Taylor no nos salvará

Se han planteado diversas críticas contra la Fed, no solo desde el bando de los que están a favor de la abolición de la banca centralizada sino también del bando de quienes argumentan que la Reserva Federal es indispensable para la estabilidad. Uno de esos argumentos vino del respetado economista John Taylor, que es el autor de la a menudo mencionada «regla de Taylor» sobre cómo llevar acabo la política monetaria, con dos Republicanos de la Cámara proponiendo recientemente imponer esta «regla» a la Fed.

Como Taylor, los políticos que defienden esa regla culpan de la Gran Recesión a al enorme expansión del crédito. Por desgracia, esos políticos normalmente no están convencidos por el argumento austriaco a favor de la abolición de la Reserva Federal. Por el contrario les convencen las demostraciones estadísticas de John Taylor. Según Taylor, la Fed puso los tipos de interés demasiado bajos al principio de este siglo, lo que llevó a un auge inmobiliario insostenible. Sin embargo añadió: hubiera bastado con que el banco central siguiera su regla de los niveles apropiados de tipos de interés para que la política monetaria hubiera funcionado muy bien.

Para Taylor, el tipo de los Fondos Federales en años recientes debería haber sido algo así:

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Lo primero a advertir acerca de la regla de Taylor es que, hablando estrictamente, no existe una regla universal de Taylor. Hay muchas posibles reglas de Taylor, dependiendo de una variedad de factores, sobre los cuales no hay acuerdo. Cualquier versión de la regla depende de forma crucial del uso de variables matemáticas y sus coeficientes en la ecuación utilizada, que se usa para calcular el nivel “correcto” de tipos de interés fijados por el banco central. Esas variables principales son la inflación de precios y el llamado «diferencial de producción», la diferencia entre la «producción real» y la «producción potencial».

Dependiendo de qué variables escojamos exactamente y cómo las usemos, podemos tener reglas diferentes y por tanto distintas recomendaciones de política de tipos de interés. Todo está bien documentado en la literatura ortodoxa. Los economistas discrepan en cómo medir la “producción potencial” (¿deberíamos usar tendencia, modelos econométricos o “modelos de función de producción”?) y no hay acuerdo sobre cuánta importancia debería asignársele. Hay discusiones sobre la naturaleza de los datos que se van a usar: ¿deberían ser los registrados actualmente o en tiempo real o deberían ajustarse de alguna manera, ya que toda serie de datos antes o después se convertirá en datos revisados? ¿O Quizá como la política monetaria requiere tiempo deberíamos centrarnos más en los datos previstos, en lugar de mirar solo al pasado inmediato? Podemos añadir a esto el toque austriaco: haya problemas con las mediciones apropiadas de la inflación de precios (varios índices puede diferir significativamente) e incluso las mediciones de producción real pueden cuestionarse como indicadores apropiados de actividad económica.

En realidad resulta que puede haber varias versiones de la regla de Taylor. Por ejemplo, podemos tener una que recomendaría tipos de interés más bajos de los que teníamos al inicio de este siglo o podemos tener una versión de la regla de recomendaría tipos de interés más altos. O podemos tener una que no sugiera ningún cambio. La investigación no nos da ninguna respuesta clara sobre qué versión dela regla debería escogerse.

Una versión particular que está usando John Taylor para su crítica a Alan Greenspan, por ejemplo, sirve como demostración ex post de que los tipos de interés deberían haber sido más altos. Pero no hay nada realmente tan especial acerca de esta inferencia. Después del hecho, cualquiera puede aportar una versión alternativa de cualquier regla para demostrar que los tipos de interés deberían haber sido más altos.

La pregunta crucial a responder es la siguiente: ¿confiar en una versión concreta de la regla de Taylor puede abrir un camino a una economía a prueba de burbujas? Como se ha descrito antes, la regla de Taylor en cualquiera de sus versiones puede en el mejor de los casos conseguir el equilibrio entre un índice elegido para la “inflación de precios” y una forma elegida de medir el concepto inventado de “producción potencial” agregada.

El problema es que apuntar a cualquiera de esas variables macroeconómicas no es una receta para la coordinación intertemporal entendida en el sentido hayekiano: como coordinación entre etapas sucesivas de producción. En sus obras principales, Hayek demostraba que centrarse en una variable seleccionada, como la inflación de precios, no es una fórmula apropiada para la estabilidad macroeconómica. En realidad, estabilizar el índice puede acabar causando desestabilización macroeconómica. Lo mismo pasa con las reglas de Taylor, aunque se esconda en la regla el concepto de “producción potencial”. Aun así, esta producción potencial describe la producción en su agregación, así que no puede abarcar la noción de coordinación intertemporal entre muchos individuos que actúan en innumerables sectores.

Las burbujas de malas inversiones siguen siendo posibles cuando el banco central sigue las reglas de Taylor, porque al centrarse en la producción potencial y la inflación e precios, el banco central dispara expansiones artificiales del crédito. Por ejemplo, solo tenemos que fijarnos en la burbuja punto com que se produjo a pesar de que los tipos de los fondos federales eran significativamente más altos en los noventa de lo que la versión más usada de la regla de Taylor recomendaría en ese momento.

La respuesta a la regla de Taylor es la regla de Hayek, que es la regla de equilibrar ahorro con inversión en mercados financieros verdaderamente libres. Entretanto, debemos soportar la situación actual de un mercado estimulado por el banco central con la pretensión de conocimiento acerca del precio «correcto» del dinero y el crédito.

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