Power & Market

El mal capitalismo y el buen socialismo

¿Es el socialismo el enemigo del orden civilizado? Depende de qué tipo de socialismo estemos discutiendo. Hay varias variedades, no sólo una. Si es la versión que llama a la propiedad y control gubernamental de todos los medios de producción, la nacionalización completa de todas las industrias, entonces sí, el socialismo es obra del diablo. Todo lo que tenemos que hacer para demostrar esto es mencionar los casos de la canasta económica como Venezuela, Alemania Oriental, la China maoísta y la URSS, que produjeron pobreza extrema y la muerte de millones de personas inocentes.

Hay una segunda definición de socialismo tan precisa históricamente como la primera. Se basa en el nostrum marxiano: «De cada uno según su capacidad, a cada uno según su necesidad». Si este objetivo se logra sobre una base coercitiva, entonces, una vez más, este igualitarismo obligatorio es seguramente incivilizado. Eso equivale a robar a los ricos inocentes. Pero supongamos que la gente acepta vivir bajo este principio. Puede que a Ayn Rand no le guste demasiado, pero, si es verdaderamente voluntario, entonces en lugar de ser incompatible con los principios civilizados, es un caso paradigmático de ellos. Es decir, los ricos aceptan ser «expropiados» en favor de los pobres.

¿Existen instituciones de este tipo que realmente prosperen? He aquí algunos: el convento, el monasterio, el kibutz, la comuna, la asociación sindicalista, la cooperativa. Enseño en un colegio jesuita, y todos los miembros de esta orden suscriben la filosofía «de cada uno, a cada uno». Es cierto que los kibbutzim fueron subsidiados inicialmente por el estado de Israel y ahora son una sombra de sus antiguos yoes, y la comuna de Robert Owen en New Harmony, Indiana, ya no está en funcionamiento. Pero tampoco todos los negocios duran para siempre. Luego está la familia estadounidense promedio. También vive según esta doctrina marxista. La niña de 3 años come, recibe juguetes y se viste no de acuerdo con su capacidad de obtener ingresos, sino en función de sus necesidades.

El capitalismo también se divide en varias variedades. Si estamos contemplando el capitalismo de libre mercado, o tan cerca de ese sistema como nos podamos acercar en este valle de lágrimas, entonces esto, junto con el socialismo voluntario, es la base misma del orden civilizado. Todos los barcos se elevan en una marea de maximización de beneficios y de espíritu empresarial sin trabas, siempre y cuando se respeten los derechos personales y de propiedad. Las experiencias de lugares con amplia libertad económica, como Estados Unidos, Suiza, Hong Kong, Singapur (y sí, Bernie, Escandinavia también) dan amplio testimonio de esta afirmación.

Sin embargo, bajo el barniz de la libertad económica, los mercados también tienen su lado oscuro: el capitalismo clientelista. Uber es brutalizada por la industria del taxi en nombre de la protección del público; las mujeres jóvenes que trenzan cabello son molestadas por esteticistas licenciadas; los fabricantes domésticos codician los aranceles de protección; los estados agrícolas trataron de prohibir el teñido amarillo a la margarina; los sindicatos defienden las leyes de salario mínimo para sacar del mercado a sus competidores no calificados. Como dijo sabiamente Adam Smith, bajo este tipo de capitalismo, «la gente del mismo oficio rara vez se reúne, incluso para regocijarse y divertirse, pero la conversación termina en una conspiración contra el público, o en algún ardid para subir los precios».

No, no todas las versiones del socialismo son enemigas de la humanidad y la decencia, ni todos los tipos de capitalismo son amigables. Todo depende de la variedad de cada uno de ellos que estemos discutiendo.

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