Mises Wire

El teorema de la imposibilidad, desarrollado por el economista ganador del Nobel Robert Mundell, describe un falso equilibrio entre la libre circulación de capitales, los tipos de cambio fijos y una política monetaria eficaz. Con un patrón oro, las tres cosas son posibles.

«Cuando los hombres se alquilan para disparar a otros hombres por encargo, sin preguntar nada sobre la justicia de su causa, no me importa si ellos mismos son disparados».

En contra de lo que podría argumentar Krugman, el crecimiento del trabajo organizado en la fuerza laboral de EEUU fue mucho más el trabajo de empuje del gobierno y la coerción directa que una progresión natural del lugar de trabajo americano.

El banco central ha destruido básicamente el negocio del riesgo, y el sector inmobiliario comercial sigue siendo un desastre inminente. Como resultado, los bancos no están prestando a la gente normal. La economía depende cada vez más de poco más que el dinero recién impreso.

El medio de cambio y el depósito de valor son productos muy diferentes.

Parece que los gobiernos quieren convencernos de que han salvado el mundo cuando la realidad es que los confinamientos erróneos fueron la causa de la debacle económica y su levantamiento es la principal causa de la recuperación.

Ahora que el votante americano medio apenas presta atención —y que EEUU se enfrenta a una crisis económica y a una débil recuperación— se ha convertido en algo políticamente conveniente para avanzar hacia la conclusión de un par de guerras perdidas más.

La evidencia sugiere que las monarquías —especialmente las pequeñas— son más pacíficas, estables y protectoras de la propiedad privada que sus vecinas republicanas.

¡Debemos actuar ahora! ¡Es mejor hacer algo que no hacer nada! ¡Esto nunca ha sucedido antes! ¡Los expertos nos mostrarán el camino! Desde la gran depresión hasta las crisis actuales, escuchamos estas afirmaciones una y otra vez.

El libro de Jason Stanley sobre el fascismo es un embrollo que parece existir principalmente con el propósito de manchar todo lo que a Stanley no le gusta con la etiqueta de «fascismo».