Medios y cultura

Woodrow Wilson era un supremacista blanco especialmente dedicado, incluso para el estándar de su época. La izquierda finalmente apunta a Wilson por esto, pero el legado de Wilson es mucho peor de lo que incluso la izquierda admitirá.

La izquierda cree que necesitamos que el estado obligue a la gente a actuar de acuerdo con la «justicia social». Esto significa que alguien debe forzar el cumplimiento de los edictos del Estado, incluso si esas personas no son llamadas «policía».

Es probable que las máquinas políticas que dirigen las ciudades de Norteamérica sigan dirigiéndolas cuando estas protestas y disturbios terminen. Los contribuyentes estarán peor, pero los políticos serán aún más poderosos.

Los disturbios no son la respuesta al abuso policial. La respuesta está en hacer reformas drásticas en el funcionamiento de los organismos policiales, hacia o incluyendo la privatización. Contrariamente a la narrativa popular, no sólo los no blancos están en peligro. Todos somos objetivos de los ejecutores del Estado.

George W. Bush ha reaparecido para complacer a la izquierda y a los medios de comunicación con la esperanza de conseguir algo de atención. Aparentemente, la brutal historia de mentiras, guerras y torturas de Bush está bien ahora que dijo algunas cosas bonitas condenando el racismo.

Las plataformas de medios sociales son, en efecto, empresas privadas y pueden publicar o editar lo que quieran, con sujeción, por supuesto, a las condiciones de servicio entre la plataforma y los usuarios que generan el contenido.

Es importante llamar al gobierno y a los medios de comunicación sobre esta profana alianza, tanto si ven a sus objetivos como si no. Si nos quedamos callados cuando vengan por nuestros enemigos, al final vendrán por nosotros.

En última instancia, no necesitamos confiar en el gobierno (es decir, en que los «hombres del rey» vuelvan a armar a Humpty-Dumpty). La gente que actúa libremente en un mercado podría hacerlo todo por sí misma. Si tan sólo el gobierno les permitiera.

James Bovard informa desde Maryland, donde los confinamientos de COVID-19 han diezmado el empleo y las reglas sólo se aplican a la gente común sin poder. Los policías y los políticos pueden hacer lo que quieran.

Los americanos fueron una vez arengados por los «expertos» del gobierno sobre la necesidad de reducir la velocidad en las carreteras para salvar vidas. Pocos escucharon. Hoy en día, las leyes que exigen que todo el mundo «se quede en casa» pueden sufrir un destino similar.