La escasez de recursos existe en muchas formas y es el problema de la economía. Si los recursos no fueran escasos, no habría necesidad de economizar. La existencia de escasez es cierta para todos los recursos (como tiempo, energía humana y recursos naturales). Sin embargo, no es necesariamente intuitivo que permitir que los recursos escasos sean poseídos privadamente sea la solución a este problema.
Consecuentemente, el socialismo parece atractivo para muchos y recurren a tener todos los recursos poseídos colectivamente para el «bien común». Por desgracia, una sociedad que desdeña la propiedad privada—y entrega recursos en su lugar a los planificadores públicos—aprende a menudo terribles lecciones de la planificación centralizada y la tragedia de los comunes (es decir, los recursos de propiedad común serán saqueados hasta la extinción).
Si la sociedad rechaza permitir la propiedad privada de los recursos, debe encontrar algún otro medio de impedir la tragedia de los comunes y de asignar bienes. Históricamente, los medios elegidos son el uso de la fuerza y la planificación centralizada. A lo largo de la historia, la mayoría de la humanidad se ha dividido en un sistema jerárquico de amos y esclavos con diversos grados entre los dos extremos. Los amos (faraones, emperadores, reyes, sultanes, señores de la guerra, etc.) ideaban sistemas complejos basados en normas para la distribución de recursos, que eran determinados por un pequeño número de personas y no por los mercados. Y, en definitiva, estos planes dependen del puro terror para su aplicación. Pero esta supuesta solución para el problema de la escasez—restringir la libertad de la gente mediante el uso de la fuerza—no funciona.
Problema 1: no podemos economizar sin ordenar primero eficazmente nuestras preferencias
El crecimiento gradual en la compresión de lo que ahora consideramos como economía básica acabó terminando con miles de años de existencia de subsistencia para las masas en Occidente. La economía moderna explicaba que, sin propiedad privada de los recursos, no había mecanismo para observar o actuar sobre preferencias ordinales en las que las personas priorizan deseos de los más importantes a los menos. Sin una forma se asignar recursos de acuerdo con las preferencias ordinales, no hay medio racional de economizar para la mejora de la sociedad.
En otras palabras, sin mercados ni precios no hay forma de saber qué quiere o necesita realmente la gente, así que los amos en realidad nunca saben que ordenar producir a los esclavos, qué medios utilizar, que materiales alternativos usar, la calidad deseada y cuánto producir. Así, los comisarios de la Unión Soviética ordenaban la producción de productos de mala calidad, producidos ineficientemente. El imperio soviético se vino abajo, a pesar del hecho de que Rusia tiene la suerte de tener enormes recursos naturales y una población industriosa.
Problema 2: pocas materias primas están listas para su consumo
Un segundo problema fatal con la propiedad comunal/pública de los recursos que realmente existen pocos recursos consumibles disponibles de inmediato. No hay recursos en el planeta que no requieran al menos un esfuerzo mínimo para transformarlos en un producto consumible. Incluso las bayas comestibles que crecen en la naturaleza deben ser recolectadas, lo que significa que alguien debe transportarse al lugar de las bayas y tomarlas del arbusto en el momento adecuado. El coste de hacerlo es el valor que se ponga a perder tiempo de ocio. Por supuesto, otros recursos naturales requieren mucho más esfuerzo para convertirlo en productos consumibles, pasando por muchas etapas de producción.
Por ejemplo, madera y minerales deben ser extraídos, recogidos, etc. y luego modelados en algo que pueda consumirse. Consideremos a un paseante perdido en la naturaleza. No le importa en absoluto que haya ante él grandes cantidades de madera fáciles de conseguir o que haya minerales valiosos a sus pies. Estos recursos naturales requieren un gran esfuerzo a lo largo de periodos muy largos de tiempo para convertirse en algo consumible, como pasa al convertir la madera en un refugio o el petróleo crudo en gasolina. Un paseante perdido no tiene el conocimiento, el tiempo ni medios producidos previamente para convertir estos recursos básicos en productos consumibles para garantizar su supervivencia. Todo esto está muy lejos de las capacidades autárquicas de cualquiera.
Supongamos ahora que alguien sí recolecta árboles talándolos, transportándolos a una serrería, serrándolos, almacenándolos en un lugar ventilado y seco durante muchos meses antes de secarlo al horno (todos los procesos que hacen falta para convertir los árboles en madera utilizable), anunciando su disponibilidad a terceros, manteniendo registros de las ventas, emitiendo facturas y recaudando dichas facturas, solo para que un socialista le llame saqueador y confisque su madera para distribuirla gratuitamente a quien el amo considere que le resulta ventajoso para que continúe su posición privilegiada. Nadie más que los compinches favorecidos por el gobierno talarán nunca otro árbol. En otras palabras, la producción de madera utilizable estaría monopolizada y, como pasa siempre con los monopolios, los precios aumentarían y la calidad disminuiría. Además, sin ningún mercado voluntario en funcionamiento en la madera y los terrenos forestales, no habría medio de saber si estos recursos se están usando de una forma valorada por los que más los valoran.
Al mismo tiempo, los planificadores centrales podrían limitarse a no dejar a nadie talar árboles o acceder a los terrenos. Si los árboles no tuviesen dueño, los grandes bosques desaparecerían pronto porque no habría mecanismo social para impedir lo que equivaldría a una tragedia de los comunes por orden del estado.
Problema 3: necesitamos propiedad privada para crear capital
Sin la capacidad de beneficiarse de una propiedad poseída privadamente, no habría incentivo para proveer o guardar capital para ninguna empresa. Asimismo, es necesario un sistema de propiedad privada para determinar si ese capital se utiliza en una forma que valoran los consumidores. Las consecuencias de ignorar este hecho de la ciencia económica son muy evidentes hoy en las ciudades fantasmas de China, donde se han gastado recursos, tanto naturales como humanos, para ningún beneficio observable, excepto en las carreras de políticos que pueden afirmar que han cumplido con los requisitos de último Plan Quinquenal. Se proporcionaron madera y otros recursos para construir ciudades fantasmas, no porque los dueños de los recursos buscaran economizar sus recursos, sino porque los decretos públicos obligaban a usar madera, cemento, gasolina y más cosas para producir lo que ahora son ciudades vacías.
El caso opuesto de desperdicio de recursos viene de grupos de intereses especiales que capturan el aparato político del estado y prohíben la explotación de recursos por individuos privados. En nombre de proteger a la madre Gaia de ser saqueada, los ecologistas modernos han convencido a la clase política de que la mayoría del progreso es insostenible, peligroso para nuestra salud o cualquier otra afirmación engañosa. Se impide a la sociedad que se beneficie de su conversión a productos consumibles. Los pobres son los que más sufren por estas políticas al aumentar los precios de las materias primas—y por tanto de los bienes finales de consumo.
La propiedad privada asegura que los recursos valiosos nunca serán saqueados hasta la extinción, porque su valor se habrá capitalizado. Por el contrario, los propietarios privados buscarán hacer que los recursos estén tan ampliamente disponibles como sea posible sin poder en peligro las perspectivas a largo plazo de recolección futura de recursos. El proceso de determinar el valor capitalizado de un recurso es imposible en ausencia de un capitalismo de libre mercado con defensa estricta de los derechos de propiedad.
A pesar de las evidencias tanto teóricas como empíricas en contrario, los socialistas nos dicen lo opuesto; es decir, que la propiedad estatal de todos los recursos impedirá su saqueo y asegurará la prosperidad para todos. Sin embargo, como explicaba Ludwig von Mies, el socialismo no es un sistema económico alternativo de producción. Es un sistema de solo consumo y un sistema de ignorancia económica y saqueo económico.