El consenso sigue siendo eufóricamente optimista acerca de la Eurozona.
Sin embargo, los primeros datos de 2018 son preocupantes. Mientras el consenso esperaba un 2018 fuerte para Europa, los datos adelantados empiezan a cuestionar las expectativas optimistas:
- En las últimas dos semanas, las estimaciones de consenso de ganancias por acción se han revisado a la baja un 32% en el índice Eurostoxx 50 y un 13% en el índice Stoxx 600, según Bloomberg.
- La producción industrial de Alemania cayó un 0,1% en enero, comparada con una estimación de consenso de un aumento del 0,5%.
- En Francia, la producción industrial de enero cayó un 2% y en España un 2,6%, ambas muy por debajo de las expectativas, que señalaban un crecimiento plano en ambos casos.
- El Índice de Sorpresa Económica publicado por Citigroup se desplomó para la Eurozona, mientras que cayó moderadamente para EEUU.
- El Banco Central Europeo ha revisado a la baja en una décima parte sus estimaciones de inflación, hasta el 1,4% para 2018, mientras mantiene la estimación para 2019, como hacen siempre, hasta que tienen que enfrentarse a la realidad.
Estos datos para Europa pueden explicarse en parte por un inicio de año con temperaturas más suaves, que han llevado a que la producción de energía caiga más de lo esperado (un 7,5% en España) y, hasta cierto punto, a una menor actividad en la construcción. Pero ninguno de estos factores estacionales explica la enorme caída en las estimaciones de las ganancias empresariales y la sorpresa económica. Aunque las previsiones de ganancias por acción siguen cercanas al +4,5%, es evidente que estamos lejos de las perspectivas eufóricas vistas hace seis meses, Y solo llevamos tres meses del año.
La ralentización de crecimiento económico en Europa no debería ser una sorpresa. Los datos económicos desde octubre ya mostraban un máximo y una ralentización gradual en el crecimiento. También esto ha resultado evidente en China y Japón.
Japón, el chico del anuncio del estímulo keynesiano, nos muestra de nuevo la dura realidad. Los bancos centrales no imprimen crecimiento. Japón creció solo un 0,3% en el trimestre y se mantuvo en un mero 1,2% anualizado, a pesar de multiplicar la oferta monetaria y de un estímulo mensual de 70.000 millones de dólares.
Aceptémoslo. Europa (como Japón) está creciendo todo lo que puede. A la enorme carga del excesivo gasto público, altos impuestos y exceso de capacidad se suman a las tendencias desinflacionistas del envejecimiento de la población y la tecnología.
El riesgo para Europa es que ha apostado una vez más toda su recuperación a la política monetaria, como hizo en 2009. Y, por supuesto, cuando el banco central inyecta casi dos billones de euros en la economía, se consigue algo de crecimiento, pero la deuda continúa creciendo y la productividad se ve afectada.
El crecimiento de la productividad en Europa está prácticamente estancado. Una de las razones es el declive en la intensidad del capital, porque el crecimiento de la inversión bruta sigue siendo muy pobre. Es algo que cabía esperar. Con la excusa del empleo, se estimula la inversión en sectores de baja productividad mediante subvenciones, mientras que los sectores de alta productividad se ven penalizados fiscalmente y se perpetúa el exceso de capacidad manteniendo vivas empresas zombis. Como alerta el BIS, el número de empresas zombis se ha disparado.
La Eurozona mantiene cierto viento de cola gracias a los bajos precios del petróleo y los bajos tipos de interés, pero es preocupante ver que ha desaparecido el espíritu de reforma en casi todos los países y que muchos piensan de nuevo que el dinero es gratis y la liquidez está garantizada.
La mayor preocupación es la complacencia. De hecho, algunos de estos datos rebotarán, pero son más que peligrosos el abandono de las reformas y el mantenimiento del intervencionismo burocrático, mientras el gobierno se congratula por unas exportaciones que no dependen de él. De hecho, la Eurozona ha alcanzado un envidiable superávit comercial, pero no gracias a su aparato político.
La Eurozona ha salido de la crisis porque evitó las cuatro palabras más peligrosas en una economía: estimular la demanda interna. Las cuatro palabras que han llevado a las economías europeas de crisis en crisis, antes y después del euro.
Hay un componente adicional preocupante. La ralentización se produce en un periodo en el que los tipos de interés son cero, el gasto en déficit es la norma en el 90% de los países de la Eurozona y el BCE continúa comprando 30.000 millones de euros en activos cada mes.
Prestemos atención a estos riesgos. Aunque haya efectos estacionales, Europa muestra algunas debilidades importantes y también es importante reconocerlas. Deben recuperarse las reformas, de forma que el final del efecto placebo de los estímulos monetarios no genere una crisis nueva y mayor.