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El problema de medir el «sentimiento del consumidor»

Según la Universidad de Michigan, el índice de sentimiento del consumidor de EEUU aumentó a 78,1 en junio desde 72,3 en mayo. Muchos expertos consideran que el aumento del índice es un indicador importante del curso probable de la economía estadounidense en los próximos meses.

Para obtener una visión del futuro económico, muchos economistas siguen una variedad de encuestas de consumidores y empresas. En estas encuestas, se pide a consumidores y empresarios seleccionados al azar que den su opinión sobre el rumbo de la economía.

Si una encuesta muestra que la mayoría es optimista, se supone que son buenas noticias para la economía. Por el contrario, si la mayoría de los encuestados son pesimistas, se ve como un mal augurio para el futuro.

¿Es válido suponer que las encuestas pueden decirnos hacia dónde se dirige la economía? Los defensores de las encuestas argumentan lo siguiente. Los conocimientos sobre las condiciones económicas futuras son dispersos, por lo que las posibilidades de que un individuo en particular obtenga una imagen precisa de la economía son muy bajas. Sin embargo, un gran grupo de personas seleccionadas al azar tiene más probabilidades de obtener la imagen más exacta posible.

Es muy posible que un grupo de personas tenga en su poder más información que un individuo determinado. Sin embargo, más información no significa necesariamente que la información sea cualitativamente más precisa. Para separar el trigo de la paja, la información debe ser procesada por medio de un marco teórico.

Los datos sin teoría son inútiles

El hecho de que un pronóstico «tenga sentido» está determinado no sólo por la cantidad de información disponible, sino también por si una teoría, o un proceso de pensamiento, está en sintonía con la realidad. Mientras las personas encuestadas no hayan revelado las teorías en que se basan sus opiniones, no hay ninguna razón de peso para considerar que las diversas encuestas de confianza o de opinión constituyen la base de una evaluación precisa del estado futuro de una economía.

Dada la idea de que las expectativas son la principal fuerza motriz de la economía, muchos economistas sostienen que el pensamiento «positivo» y una gran dosis de «buenas» noticias pueden impedir que se desarrollen malas expectativas. Se considera que los individuos son impulsados por una psicología misteriosa que es susceptible a los cambios bruscos. Entonces se vuelve crucial no alterar esta psicología para mantener la economía próspera.

Por eso, cuando la economía cae en recesión, los economistas citados por la prensa suelen ser muy cautelosos en su discurso. Sobre esto Rothbard escribió en «Economic Depressions: Their Cause and Cure»

Después del desastre de 1929, los economistas y políticos resolvieron que esto no debe volver a suceder. La forma más fácil de tener éxito en esta resolución fue, simplemente definir «depresión» fuera de la existencia. A partir de ese momento, los Estados Unidos no sufriría más depresiones. Cuando la siguiente depresión aguda llegó, en 1937-38, los economistas simplemente se negaron a usar el temible nombre, y se les ocurrió una nueva palabra de sonido mucho más suave: «recesión». Desde ese momento, hemos pasado por bastantes recesiones, pero ni una sola depresión.

Pero muy pronto la palabra «recesión» también se volvió demasiado dura para la delicada sensibilidad del público americano. Ahora parece que tuvimos nuestra última recesión en 1957-58. Desde entonces, sólo tenemos «bajones», o, mejor aún, «desaceleraciones», o «movimientos laterales». Por lo tanto, tened buen ánimo, a partir de ahora, las depresiones e incluso las recesiones han sido proscritas por el decreto semántico de los economistas; a partir de ahora, lo peor que nos puede pasar son las «ralentizaciones». Tales son las maravillas de la «Nueva Economía».

Una vez más, esta charla suave proviene del temor de que el lenguaje duro perturbe la confianza de la gente. Si la confianza de la gente se mantiene estable, entonces le seguirá una actividad económica estable.

El problema de basar todo en las «expectativas»

Lo que importa no es la estabilidad de las expectativas como tales, sino si esas expectativas se corresponden con la realidad. ¿Qué se ganaría si a cada individuo se le lavara el cerebro para creer que las cosas están bien mientras que en realidad la economía se está desmoronando?

Se dice que las expectativas estables implican estabilidad económica, por lo que muchos economistas recomiendan encarecidamente que las políticas del gobierno y del banco central sean «transparentes». Si las políticas se dan a conocer con antelación, se evitarán las sorpresas y se reducirá la volatilidad.

Supongamos que el gobierno presenta un plan para aumentar los impuestos personales. ¿Cómo puede el mero hecho de que este plan se dé a conocer a todo el mundo evitar la erosión del nivel de vida de los individuos? Aunque los políticos pudieran convencer a la gente de que el aumento de los impuestos es bueno para ellos, no pueden alterar el hecho de que los ingresos después de impuestos de los individuos se reducirán. Alternativamente, digamos que el banco central hace público que aumentará dramáticamente la oferta monetaria. ¿Cómo puede la simple publicación de esta información evitar el consumo de capital y el desarrollo de un ciclo económico de auge y declive?

Las expectativas estables no pueden deshacer el daño causado por las políticas monetarias laxas o por los impuestos más altos. Además, independientemente de si los individuos logran identificar los hechos de la realidad, las opiniones sobre los hechos no cambian los hechos en sí mismos.

Si identificamos que los ingresos reales de la gente están disminuyendo, esto es un hecho de la realidad. Independientemente de las opiniones de la gente y su confianza, es este hecho el que forzará la disminución de los gastos de los consumidores. La caída de los desembolsos de los consumidores no está causada por la caída de la confianza de los consumidores, como parece ser el pensamiento popular, sino por el hecho de que los consumidores ya no pueden permitirse su nivel anterior de desembolsos.

Expectativas en una economía libre vs. una economía obstaculizada

Las expectativas de los consumidores no surgen en el vacío, sino que forman parte del proceso de evaluación de cada individuo, que se basa en sus puntos de vista sobre el mundo real. En una economía de libre mercado y sin trabas, siempre que los individuos se forman expectativas contrarias a los hechos de la realidad, se establecen incentivos para una evaluación renovada y acciones diferentes. El mercado no permitirá prolongar las evaluaciones erróneas.

Supongamos que como resultado de una evaluación incorrecta se invirtió demasiado capital en la producción de automóviles y muy poco en la producción de casas. El efecto de la sobreinversión en la producción de automóviles es deprimir los beneficios, porque la excesiva cantidad de automóviles sólo puede venderse a precios bajos en relación con los costos que entrañó su fabricación. El efecto de la subinversión en la producción de casas, por otra parte, elevará sus precios en relación con el costo y por lo tanto aumentará sus beneficios.

Este proceso conducirá a la retirada del capital de los automóviles y su canalización hacia las casas, lo que implica que si la inversión va demasiado lejos en una dirección y no lo suficiente en otra, se pondrán en marcha fuerzas contrarias de corrección.1 En un libre mercado los hechos de la realidad afirmarán su dominio con bastante rapidez a través de la evaluación de la gente y por lo tanto de sus acciones.

Sin embargo, esto no es así en una economía de mercado distorsionada. Al aplicar sus políticas, los gobiernos y los bancos centrales pueden establecer una plataforma para una prolongada desviación de las expectativas de los hechos de la realidad. Sin embargo, ni el gobierno ni el banco central pueden desafiar indefinidamente estos hechos. Un caso clásico de esto es la reducción artificial de los tipos de interés por parte del banco central, que da lugar a ciclos de auge y declive.

Podemos concluir que en una economía de libre mercado y sin trabas, las expectativas de los individuos tenderán a cambiar en paralelo con las condiciones reales del mercado. Esto contrasta con una economía obstaculizada en la que las políticas del gobierno y del banco central dan lugar a expectativas que no están en sintonía con la realidad. Además, lo que importa no es si las políticas del gobierno y del banco central son transparentes, sino si esas políticas perjudican el bienestar de los individuos.

La opinión popular de que mediante las encuestas de opinión se puede discernir la dirección futura de una economía es problemática. El hecho de que un gran grupo de personas haya expresado una opinión sobre las condiciones económicas futuras no hace que esa opinión sea más exacta que la expresada por cualquier individuo en particular.

Lo que importa aquí no es cuántas personas han participado en una encuesta de opinión, sino el marco de pensamiento que han empleado para respaldar sus opiniones. Mientras su marco de pensamiento no sea revelado, debemos asegurarnos de no ser demasiado influenciados por las encuestas de opinión.

  • 1George Reisman, The Government against the Economy (Ottawa, IL: Janeson Books, 1985), p. 5.
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