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Nacido el diez de enero

Si Tom Cruise nació el 4 de julio, puede agradecérselo a Thomas Paine, de quien puede decirse que nació el 10 de enero de 1776, con la publicación de su incendiario ensayo Sentido común. En este panfleto, cuyo precio era barato (dos chelines), Paine defendía apasionadamente la independencia de Inglaterra, y escribía en un estilo directo que los lectores podían entender.

Sentido común alivió la constipación política del Segundo Congreso Continental, estancado entre la reconciliación y la independencia. El panfleto de setenta y siete páginas blasfemaba contra el rey inglés por considerarlo un bruto real y anulaba los argumentos contrarios a la independencia. Además, presentaba las cuestiones en términos de máxima gravedad: «La causa de América es, en gran medida, la causa de toda la humanidad. Han surgido, y surgirán, muchas circunstancias que no son locales, sino universales, y a través de las cuales se ven afectados los principios de todos los amantes de la humanidad».

Había mucho en juego. Paine llamaba a los americanos a salvar el mundo, no sólo mediante las armas, sino repudiando a su santo icono, Jorge III, que en realidad no era más que un «rufián coronado», como todos los monarcas. John Locke había sostenido que los Estados existen para proteger los derechos naturales del hombre; Paine sostenía, en cambio, que nacen en «la conquista y el saqueo desnudos». La independencia también liberaría a América de las guerras y disputas de Europa, mientras que la actual alianza colonial «nos pondría en desacuerdo con naciones... contra las que no tenemos ira ni queja».

Sentido común arrasó en las trece colonias y estableció un fuerte apoyo a la secesión, el suficiente, al menos, para que el Congreso entrara en acción. John Adams, que odiaba a Paine, reconoció más tarde que «sin la pluma del autor de Sentido común, la espada de Washington se habría alzado en vano». Murray Rothbard llegó a la conclusión de que «Paine se había convertido, de un solo golpe, en la voz de la Revolución americana y en la mayor fuerza individual para impulsarla hacia su culminación e independencia».

«Tan apasionante era la prosa de Paine», escribe Jill Lepore en el New Yorker, «y tan vasto era su alcance, que Adams se quejó una vez a Jefferson: ‘La Historia va a atribuir la Revolución americana a Thomas Paine’». Pero, por supuesto, casi nadie lo hace. Paine aparece como uno de los fundadores menos importantes, cuando es que aparece. Cuando Benjamin Franklin murió en 1790, unas veinte mil personas asistieron a su funeral. Cuando Paine murió en 1809, seis personas presentaron sus respetos, ninguna de las cuales era dignataria.

Paine, autodidacta en su mayor parte, llegó a ser el autor más vendido del siglo XVIII, pero también uno de los más vilipendiados. Fustigó sin piedad a las élites gubernamentales por su hipocresía y sus abusos, así como por su desdén hacia los plebeyos. Como escribió en una nota a pie de página de la primera parte de Derechos del hombre (1791): «Apenas es posible tocar algún tema, que no sugiera una alusión a alguna corrupción en los gobiernos».

En la segunda parte de Derechos del hombre (1792), Paine condenó la legislación y la política inglesas, por lo que fue juzgado en rebeldía por libelo sedicioso mientras, irónicamente, abogaba por perdonar la vida a Luis XVI en la Asamblea francesa. Durante el juicio, el fiscal de la corona acusó a Paine de traidor y borracho que había vilipendiado al Parlamento y al rey. Entre las pruebas que citó figuraba una carta que Paine había escrito al fiscal general en la que afirmaba que «el Gobierno de Inglaterra es [la mayor] perfección de fraude y corrupción que ha tenido lugar desde que existen los gobiernos».

Durante cuatro horas, la defensa de Paine argumentó que era inocente en virtud de la libertad de prensa. El jurado, elegido a dedo por la Corona —todos hombres ricos, regordetes y respetables, llenos de gélida hostilidad hacia el acusado— no le dio ninguna importancia.

La integridad de Paine

Hay elementos en los escritos políticos de Paine que atraen a estatistas de diverso grado. ¿Era simplemente un plumilla de alquiler? Al menos en su mayor parte, yo diría que no. Sin embargo, aunque Paine atacó al gobierno en todos sus escritos, fue uno de los primeros en pedir un gobierno central más fuerte en 1783.

Como escribí en 2010, «la idea de Paine para fortalecer los Artículos de la Confederación era ‘añadir una legislatura continental al Congreso, que fuera elegida por los diversos Estados‘. Cuando se le pidió que propusiera su sugerencia en un artículo de periódico, declinó, diciendo que ‘no creía que el país estuviera lo suficientemente equivocado como para ser corregido‘».

Su solidaridad con la libertad llegó en 1786 con su ensayo sobre el papel moneda:

Cuando una asamblea se compromete a emitir papel como dinero, todo el sistema de seguridad y certidumbre se viene abajo, y la propiedad queda a flote. Una cosa son los billetes de papel que se dan y se toman entre particulares como promesa de pago, y otra cosa es el papel emitido por una asamblea como dinero. Es como poner una aparición en el lugar de un hombre; se desvanece con sólo mirarla, y no queda nada más que el aire.

Continuó enumerando muchos más males del papel moneda.

Paine ha sufrido una cruel injusticia. Se podría argumentar que es, con diferencia, el mayor fundador del país: sin Sentido común, no hay Declaración de Independencia. Sin embargo, he descubierto que muchos americanos sólo recuerdan vagamente su nombre en alguna parte.

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