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Mejorar las expectativas no mejorará la realidad de las condiciones económicas

Dada la opinión popular de que las expectativas son la fuerza motriz clave de una economía, muchos economistas sostienen que un pensamiento “positivo” y grandes dosis de “buenas” noticias pueden impedir que se desarrollen malas expectativas. Esto, a su vez, impediría una caída de la actividad económica.

Por eso, cuando la economía cae en recesión, los economistas citados por la prensa son a menudo muy cuidadosos con sus palabras.

Sobre esto, Rothbard escribía:

Después del desastre de 1929, economistas y políticos resolvieron que esto no debía ocurrir nunca de nuevo. La forma más sencilla de conseguir esto era simplemente definir las “depresiones” de forma que no pudieran existir. A partir de ese momento, Estados Unidos ya no iba a sufrir más depresiones. Pues cundo llegó la siguiente depresión aguda, en 1937-38, los economistas sencillamente rehusaron utilizar el temible nombre y proporcionaron una palabra nueva y que sonaba mucho más suave: “recesión”. A partir de ese momento, hemos pasado unas cuantas recesiones, pero ninguna depresión.
Pero muy pronto la palabra “recesión” también se hizo muy dura para las delicadas sensibilidades del público estadounidense. Ahora parece que tuvimos nuestra última recesión en 1957-58. Pues desde entonces, solo hemos tenido “decrecimientos” o, mejor aún, “desaceleraciones” o “movimientos laterales”. Así que ánimo: a partir de ahora, las depresiones e incluso las recesiones han sido prohibidas por medios semánticos de economistas; a partir de ahora, lo peor que nos pueden pasar son “desaceleraciones”. Así son las maravillas de la “nueva economía”.1

Repito, esta manera amable de hablar deriva del miedo a que un lenguaje duro erosione la confianza de la gente y con ella las expectativas económicas acerca de las condiciones económicas futuras. Si la confianza de la gente se mantiene estable, entonces se producirá una actividad económica estable, eso se dice.

Dado que se dice que las expectativas estables implican condiciones económicas estables, muchos economistas recomiendan encarecidamente que las políticas del gobierno y el banco central sean “transparentes”.

Supongamos que el gobierno presenta un plan para aumentar los impuestos personales. ¿Cómo puede el mero hecho de que este plan se haga público a todos impedir una erosión de los niveles de vida individuales y la inestabilidad económica?

Incluso aunque los políticos consiguieran convencer a la gente de que el aumento de impuestos es bueno para ella, no pueden alterar el hecho de que las rentas después de impuestos de las personas se verían reducidas, en igualdad de condiciones.

O digamos que el banco central da a conocer públicamente que aumentará drásticamente la oferta monetaria.

¿Cómo puede la simple publicación de esta información impedir el consumo de capital y el desarrollo de un ciclo económico de auge y declive?

¿Qué se consigue si se ha lavado el cerebro a todas las personas para que crean que las cosas van bien, cuando en realidad la economía se está desmoronando?

Las llamadas “expectativas estables” no pueden deshacer el daño causado por políticas monetarias laxas o impuesto más altos: las opiniones sobre hechos no cambian los hechos.

Por tanto, lo que importa no es si las políticas del gobierno y el banco central son transparentes, sino si estas políticas afectan al bienestar de las personas.

Las expectativas en una economía de mercado libre frente a una no libre

Las expectativas del consumidor no aparecen en el vacío, sino que son parte integral del proceso de evaluación de cada persona, que se basa en sus opiniones con respecto al mundo real.

En una economía de mercado libre y no intervenida, siempre que las personas se forman expectativas contrarias a los hechos de la realidad se ponen en marcha incentivos para una nueva evaluación y acciones diferentes. El mercado no permitiría evaluaciones erróneas prolongadas.

Supongamos que como resultado de una evaluación incorrecta se ha invertido demasiado capital en la fabricación de automóviles y demasiado poco en la construcción de casas.

El efecto del exceso de inversión en la fabricación de automóviles es deprimir los beneficios, porque la cantidad excesiva de automóviles solo puede venderse a precios que son bajos en relación con los costes incurridos en su producción.

El efecto de la poca inversión en la construcción de casas, por el contrario, aumentará su precio en relación con su coste y por tanto aumentará el beneficio.

Este proceso llevará a una retirada de capital de los automóviles y a canalizarlo hacia las casas, lo que implica que, si la inversión es demasiado grande en una dirección e insuficiente en otra, se podrán en marcha las fuerzas compensadoras de la corrección.

En un mercado libre, los hechos de la realidad afirmarán su dominio rápidamente mediante la evaluación y por tanto las acciones de la gente. Sin embargo, no pasa lo mismo en una economía de mercado distorsionada. Aplicando sus políticas, gobiernos y bancos centrales pueden poner en marcha un desvío prolongado de las expectativas frente a los hechos de la realidad.

Sin embargo, ni el gobierno ni el banco central pueden enfrentarse eternamente a esos hechos. Un caso clásico es la rebaja artificial de tipos de interés por parte del banco central que genera ciclos de auge-declive.

Podemos concluir que, en una economía de mercado libre y no intervenida, las expectativas individuales tendrán una tendencia a cambiar al mismo tiempo que las verdaderas condiciones del mercado.

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