Un libertarismo realista

Un libertarismo realista

«El libertarismo es lógicamente consistente con casi cualquier actitud hacia la cultura, sociedad, religión, o principio moral. En lógica estricta, doctrinas políticas libertarias pueden ser cortadas de todas las otras consideraciones; lógicamente uno puede ser – y ciertamente la mayoría de los libertarios en realidad son: hedonistas, libertinos, inmoralistas, enemigos militantes de las religiones en general y en el cristianismo particularmente – y aún ser consistentes adherentes de las políticas libertarias. De hecho, con lógica estricta, uno puede ser un devoto consistente de los derechos de propiedad políticamente y ser un vividor, un estafador, un delincuente de poca monta y mafioso en la práctica, como muchos libertarios resultan ser. Con lógica estricta, uno puede hacer estas cosas, pero psicológicamente, sociológicamente, y en práctica, simplemente no funciona de esa manera». (Mi énfasis, HHH)

Murray Rothbard, «Libertarios de gobierno grande», en: L. Rockwell, ed., El Rothbard irreprimible, Auburn, Al: Instituto Ludwig von Mises, 2000, p. 101

Déjeme empezar con unos pequeños comentarios acerca del libertarismo como teoría puramente deductiva.

Si no hubiese escasez en el mundo, los conflictos humanos serían imposibles. Los conflictos interpersonales son siempre y en todas partes conflictos concernientes a cosas escasas. Yo quiero hacer X con una cosa dada y tú quieres hacer Y con la misma cosa.

Debido a tales conflictos – y porque somos capaces de comunicarnos y argumentar entre nosotros – nosotros buscamos normas de conductas con el propósito de evadir estos conflictos. El propósito de las normas es la evasión de conflictos. Si no quisiésemos evadir conflictos, la búsqueda de normas de conductas sería un sinsentido. Simplemente pelearíamos y lucharíamos.

A falta de una perfecta armonía de todos los intereses, los conflictos con respecto a recursos escasos solo pueden ser evadidos si todos los recursos escasos son asignados como propiedad exclusiva y privada para algunos individuos específicos. Solo después de esto yo puedo actuar independientemente, con mis propias cosas, de ti, con tus propias cosas, sin que tú y yo entremos en conflicto.

¿Pero quién posee qué recursos escasos como su propiedad y quiénes no? Primero: Cada persona es dueña de su cuerpo físico que solo él y nadie más controla directamente (yo puedo controlar tu cuerpo solo indirectamente, mediante primero controlando mi cuerpo directamente y viceversa) y que solo él directamente controla en particular cuando discutimos y argumentamos el asunto en mano. De otra forma, si la propiedad sobre el cuerpo fuese asignada a alguien que controla los cuerpos indirectamente, los conflictos se convertirían inevitables mientras que quien controla el cuerpo directo no puede renunciar al control directo sobre su cuerpo mientras esté vivo; y en particular, de otra manera sería imposible que dos personas, como contendientes en cualquier disputa de propiedad, pudiesen argumentar y debatir la pregunta sobre cuál es la voluntad que debe prevalecer. Como argumentar y debatir presuponen que ambos, el proponente y el oponente, tienen control exclusivo sobres sus cuerpos respectivos y llegan al juicio correcto por ellos mismos, sin una pelea (en un forma de interacción libre de conflictos).

Y segundo, en cuanto a recursos escasos que pueden ser controlados solo indirectamente (que deben ser apropiados con nuestro propio, concedido naturalmente, i.e., no apropiado, cuerpo): Control exclusivo (propiedad) es adquirido y asignado a esa persona, quien se apropió del recurso en cuestión primero o quien lo adquirió a través de intercambio voluntario (libre de conflictos) de su antiguo dueño. Porque solo el primer apropiador de un recurso (y todos los dueños siguientes conectados a él a través de una cadena de intercambios voluntarios) puede adquirir y ganar control sobre él sin conflictos, es decir pacíficamente. De otra forma, si control exclusivo es asignado a los que llegan luego, el conflicto no es evadido sino contrario al mismo propósito de las normas, es hecho ineludible y permanente.

Déjenme enfatizar que considero esta teoría como esencialmente irrefutable, como una verdad a priori. En mi estimación esta teoría representa una de los más grandes – sino el más grande – logro del pensamiento social. Formula y codifica las reglas básicas para todas las personas, de todas partes, que quieran vivir juntos en paz.

Y todavía: esta teoría no nos dice mucho sobre la vida real. Para asegurarnos, nos dice que todas las sociedades actuales, en la medida en que son caracterizadas por relaciones pacíficas, se adhieren, sea consciente o inconscientemente, a estas reglas y son así guiados por esta aprehensión racional. Pero no nos dice hasta qué grado este es el caso. Tampoco nos dice, aún si la adherencia a estas reglas fuese completa, cómo las personas vivirían juntas en realidad. No nos dice qué tan cerca o lejos de cada uno vive, si, cuándo, con qué frecuencia y distancia, y para qué propósitos ellos se encuentran e interactúan, etc. Para usar una analogía aquí: conocer la teoría libertaria – las reglas de las interacciones pacíficas – es como saber las reglas de la lógica – las reglas de pensar y razonar correctamente. Sin embargo, al igual que el conocimiento sobre la lógica, tan indispensable que es para el pensar correcto, no nos dice nada sobre el pensamiento humano real, acerca de la realidad de las palabras, conceptos, argumentos, inferencias y conclusiones usadas y hechas, así la lógica de interacción pacífica (libertarismo) no nos dice nada acerca de la vida humana real y sus acciones. Por lo tanto: al igual que cada lógico que quiere hacer buen uso de su conocimiento debe enfocar su atención al pensamiento real y razonar, también un teórico libertario debe enfocar su atención a las acciones de personas reales en vez de ser un simple teórico, él también debe convertirse un sociólogo y un psicólogo, y tomar en cuenta la realidad social «empírica», es decir, el mundo como verdaderamente es.

Esto me lleva al tema de la «izquierda» y la «derecha».

La diferencia entre la derecha y la izquierda, como Paul Gottfried ha notado frecuentemente, es un desacuerdo fundamental concerniente a un asunto empírico. La derecha reconoce, naturalmente, la existencia de diferencias y diversidades humanas individuales y las acepta como naturales, mientras que la izquierda niega la existencia de tales diferencias y diversidades o intenta descartarlas y en cualquier caso considerarlas como algo no natural que debe ser rectificado para establecer un estado natural de igualdad humana.

La derecha reconoce la existencia de diferencias humanas individuales no solo con respecto a su ubicación física, estructura ambiental humana y de los cuerpos humanos e individuales (la altura, fuerza, peso, edad, género, piel- cabello- o color de ojos, rasgos faciales, etc., etc.). Más importante, la derecha también reconoce la existencia de diferencias en la estructura mental de las personas, es decir, en sus habilidades cognitivas, talentos, disposiciones físicas, y motivaciones. Reconoce la existencia de lo brillante y lo aburrido, lo inteligente y lo tonto, la visión a corto plazo y a largo plazo, lo ocupado y lo flojo, la agresión y la paz, la docilidad y lo inventivo, la impulsividad y la paciencia, los escrúpulos y la gente descuidada, etc., etc.. La derecha reconoce que estas diferencias mentales, resultantes de la interacción de del ambiente físico y del cuerpo humano, son los resultados de factores ambientales, psicológicos y biológicos. La derecha reconoce adicionalmente que las personas están atadas entre sí (o separadas) ambas físicamente en un espacio geográfico y emocionalmente por sangre (puntos biológicos en común y relaciones), por el lenguaje y la religión, también en las costumbres y tradiciones. Por otra parte, la derecha no sólo reconoce la existencia de estas diferencias y diversidades. Se da cuenta también que el resultado de la contribución de diferencias será otra vez de diferencias y da como resultado personas con mucha o poca propiedad, en ricos y pobres, y en personas de bajo estatus o de alto estatus, rango, influencia o autoridad. Y acepta estos resultados de diferentes contribuciones como normal y natural.

La izquierda por el contrario está convencida de la igualdad fundamental del hombre, que todos los hombres son «creados iguales». No niega lo evidentemente obvio, por supuesto: que hay diferencias ambientales y fisiológicas, es decir, que algunas personas viven en las montañas y otras en la costa, o que algunos hombres son altos y otros bajos, algunos blancos y otros negros, algunos hombres y otras mujeres, etc. Pero la izquierda niega la existencia de diferencias mentales o, en la medida en que estas diferencias sean demasiado aparentes para ser completamente negadas, intenta descartarlas como «accidentales». Esto es, la izquierda o explica tales diferencias como únicamente determinadas por el ambiente, tales como cambios en las circunstancias ambientales (la mudanza de una persona de la montañas a la costa y viceversa, por ejemplo, o dando a cada persona atención idéntica tanto postnatal como prenatal) producirían un resultado igualitario, y niega que estas diferencias son causadas (también) por  algunas – comparativamente intratables – factores biológicos. O sino, en esos casos donde no puede negarse que los factores biológicos juegan un rol causal al determinar el éxito o el fracaso en la vida (dinero o fama), tales como cuando un hombre de 5 pies de altura no puede ganar una medalla olímpica de oro en la carrera de 100 metros o una chica gorda y fea no puede convertirse en Señorita Universo, la izquierda considera estas diferencias como pura suerte y el resultado del éxito o fracaso de un individuo es inmerecido. De cualquier forma, sea causado por ventajosas o desventajosas circunstancias ambientales o atributos biológicos, todas las diferencias individuales de los humanos son para ser igualadas. Y donde esto no pueda hacerse literalmente, como no podemos mover montañas o mares o hacer bajo a un hombre alto o negro a un hombre blanco, la izquierda insiste que por la «suerte» inmerecida se le debe compensar al «desafortunado» para que a toda persona se le conceda una «posición igualitaria en la vida», en correspondencia con la igualdad natural de todos los hombres.

Con esta corta caracterización de la derecha y la izquierda regresaré al tema del libertarismo. ¿Es la teoría libertaria compatible con la visión de mundo de la derecha? y ¿Es el libertarismo compatible con las perspectivas de la izquierda?

En cuanto a la derecha, la respuesta es un «sí» enfático. Todo libertario que esté solo vagamente familiarizado con la realidad social no tendrá ninguna dificultad en reconocer la verdad fundamental de la visión de mundo derechista. Él puede, y a la luz de la evidencia empírica en efecto debe acordar con la afirmación empírica de la derecha con respecto a la desigualdad fundamental no solo física sino mental de los hombres; y él también puede particularmente acordad con la afirmación normativa de la derecha de «laissez faire», es decir, que esta natural desigualdad humana inevitablemente resultará también en resultados desiguales y que nada puede o debe hacerse sobre esto.

Hay una advertencia importante, sin embargo. Mientras la derecha puede aceptar todas las desigualdades humanas, sea de puntos de partidas o de resultados, como es natural, los libertarios insistirían que solo esas desigualdades son naturales y no deben interferir con lo que ha llegado a existir por seguir las reglas básicas de las interacciones pacíficas humanas mencionadas al principio. Las desigualdades que son el resultado de la violación de estas reglas, no obstante, requieren de acción correctiva y deben ser eliminadas. Y adicionalmente, los libertarios insistirían, como un asunto de hecho empírico, que existen unas cuantas entre las innumerables desigualdades humanas que son el resultado de violaciones a dichas reglas, tales como ricos que deben su fortuna no al trabajo duro, visión, talento empresarial o regalo voluntario o herencia, pero sino al robo, fraude o privilegios monopolistas otorgados por el estado. La acción correctiva requerida en tales casos, sin embargo, no es motivada por el igualitarismo sino por un deseo de restitución: él (y solo él), que puede demostrar que ha sido robado, defraudado o desventajado legalmente debe ser restaurado completamente por aquellos (y solo aquellos) que han cometido estos crímenes en contra de él y su propiedad, incluyendo también los casos en donde la restitución resultaría en una desigualdad mayor (como cuando un hombre pobre ha defraudado y le debe una restitución a un hombre rico).

Por otra parte: Para la derecha, la respuesta es un igual y empático «no». La afirmación empírica de la izquierda, que no existen diferencias mentales significativas entre individuos y, por implicación, entre varios grupos de personas, y que lo que aparentan ser tales diferencias se deben solamente a factores ambientales que desaparecerían si solo el ambiente fuese igualizado, esto es contradicho por todas las experiencias del vivir diario y montañas de investigaciones empíricas sociales. Los hombres no son ni pueden hacerse iguales, y cualquier cosa que se intente en este sentido, las desigualdades siempre resurgirán. Sin embargo, es en particular la afirmación normativa implicada y agenda activista de la izquierda la que la hace incompatible con el libertarismo. La meta izquierdista de igualizar a todos o igualizar a la «posición social» de todos es incompatible con la propiedad privada, sea dentro de nuestro cuerpo o sobre cosas externas. En vez de cooperación pacífica, ofrece aproximadamente conflicto interminable y lleva al determinado establecimiento no igualitarista de una clase gobernante permanente dirigiendo al resto de las personas como su «material» a ser igualizado. «como», de la forma en que Murray Rothbard lo ha formulado, «dos personas por naturaleza no son uniformes o iguales en ningún sentido, o en los resultados de una sociedad voluntaria, para traer y mantener tal igualdad necesariamente requiere de la imposición permanente de una élite gobernante armada con un devastador poder coercitivo».1

Existen innumerables diferencias humanas individuales; y existen más diferencias aun entre diferentes grupos de individuos, como cada individuo puede encajar dentro de innumerables grupos. Son las élites poderosas quienes determinan cuáles de estas diferencias, sea de individuos o grupos, son las que cuentan como ventajosas y afortunadas o desventajosas y desafortunadas (o sino como irrelevantes). Son las élites en el poder quienes determinan cómo – de innumerables formas posibles – en realidad hacer la «igualización» de los afortunados y desafortunados, es decir, qué y cuánto «tomar» de los afortunados y «dárselo» a los desafortunados para lograr la igualdad. En particular, son las élites en el poder, definiéndose así mismas como desafortunadas, quienes determinan qué y cuánto tomar de los afortunados y quedárselo para ellos mismo. Y cualquier igualización sea lograda: como nuevas incontables diferencias y desigualdades estarán constantemente resurgiendo, la tarea igualizadora de las élites en el poder nunca puede llegar a un fin natural, pero debe al contrario seguir por siempre, sin fin.

La visión de mundo igualitaria de la izquierda no solo es incompatible con el libertarismo, sin embargo. Está tan fuera de contacto con la realidad que uno debe preguntarse cómo alguien puede tomarla en serio. El hombre de calle ciertamente lo hace sin creer en la igualdad de todos los hombres. Puro sentido común y prejuicio se para en el camino de eso. Y yo estoy más confiado que ninguno de los proponentes de la doctrina igualitaria realmente, en el fondo, cree lo que proclama. Todavía ¿cómo, entonces, puede la visión izquierdista del mundo convertirse en la ideología dominante de nuestra época?

Por lo menos para un libertario la respuesta tiene que ser obvia: la doctrina igualitarista logró este estatus no porque sea verdad, sino porque provee la coartada intelectual perfecta para el impulso hacia el control social totalitarista de una élite dominante. La élite dominante por lo tanto alista la ayuda de la «intelectualidad» (o la «clase parloteadora»). Es metida en la nómina o de otra forma subsidiada y devuelta envía el deseado mensaje igualitario (el cual sabe que es erróneo pero todavía es enormemente beneficioso a su propio prospecto de empleo). Y así los más entusiastas proponentes de la tontería del igualitarismo pueden encontrarse alrededor de la clase intelectual.2

Dado, entonces, que el libertarismo y el igualitarismo profesado por la izquierda son obviamente incompatibles, debe sorprender – y es testimonio a los inmensos poderes ideológicos de las élites dominantes y para el cortejo de intelectuales – que muchos de los que se llaman libertarios hoy, y consideran ellos mismos ser, parte de la izquierda. ¿Cómo es tal cosa posible?

Lo que unifica ideológicamente estas izquierdas – libertarios es su promoción activa de varias políticas «antidiscriminatorias» y su abogacía de políticas migratorias «libres y no discriminatorias».3

Estos «libertarios», como Rothbard señaló, «están fervientemente comprometidos a la noción de que, mientas cada individuo puede no ser «igual» a los demás, que todo grupo concebible, contingente ético, género racial, o, en algunos casos, especies, son en realidad y deben hacerse «iguales», que cada uno tiene «derechos» que no deben estar sujetos a ser cercenados bajo ninguna forma de «discriminación’».4

Pero ¿cómo es posible reconciliar esta posición antidiscriminatoria con la propiedad privada, la cual los libertarios supuestamente tienen que considerarla como la piedra angular de su filosofía, y cual, después de todo, significa propiedad exclusiva y por lo tanto, implica lógicamente discriminación?

Los izquierdistas tradicionales, por supuesto, no tienen este problema. Ellos no piensan o se preocupan por la propiedad privada. Como todos son iguales a todos los demás, el mundo y todo sobre y dentro de él pertenece a todos por igual – toda propiedad es propiedad «común» – y como un copropietario igual del mundo que todos tienen «derecho de acceso» por igual en cualquier lugar y sobre todas las cosas. A ausencia de una perfecta armonía de intereses, sin embargo, no pueden todos tener un acceso igualitario a todo y en todo lugar sin que se dirija a una situación de conflicto permanente. En consecuencia, para evadir este predicamento, es necesario instituir un estado, es decir, un monopolista territorial de toma de decisiones definitivas. «propiedad común» eso es, requiere un estado y ha de convertirse en «propiedad estatal». Es el estado el que determina en última instancia no solo quién posee qué; y es también el estado, entonces, el que determina en última instancia la asignación espacial de todas las personas: quién vivirá dónde y tendrá permiso para encontrarse y tener acceso a quién – y la propiedad privada quedará condenada. Después de todo, son ellos, los izquierdistas, quienes controlarían el Estado.

Pero esta ruta de escape no está disponible a todo aquel que se llame libertario. Él debe tomar la propiedad privada con seriedad.

Psicológica o sociológicamente, la atracción de las políticas no discriminatorias para los libertarios pueden explicarse por el hecho de que un gran número desproporcional de libertarios son desadaptados o simplemente raros – o para usar la descripción de Rothbard, «hedonistas, libertinos, inmoralistas, enemigos militantes de la religiones…,  un vividor, un estafador, y un delincuente de poca monta y mafioso en la práctica», – quien terminó atraído al libertarismo porque en toda su alegada «tolerancia» hacia los desadaptados y personas con valores anómalos, y quien ahora quiere usarlo como un vehículo para liberarse a él mismo de toda forma de discriminación típica, en la vida diaria, repartida a sus semejantes. ¿Pero cómo lo hacen de una forma «lógica»? Los libertarios de izquierda, libertarios sensibleros y libertarios cosmopolitas y humanitarios no son simples izquierdistas. Ellos saben de la importancia central de la propiedad privada. Aún así ¿cómo es que pueden aparentar lógicamente haber reconciliado la noción de propiedad privada con su promoción de políticas antidiscriminatorias y en particular en la propagación de una política libre de discriminación migratoria?

La respuesta corta es: colocando toda la propiedad privada actual y su distribución entre diferentes personas bajo sospecha moral. Con esta afirmación, la izquierda libertaria cae en el error opuesto de aquél cometido por la derecha no libertaria. Como indicado, la derecha no libertaria comete el error de considerar toda (o al menos casi toda) propiedad actual poseída, incluyendo en particular también la propiedad poseída por el estado, como natural y justa. En clara oposición, un libertario reconocería e insistiría que algunas propiedades, y todas (o por lo menos la mayoría) las propiedades estatales, son demostrablemente innaturales e injustas y como tal requieren restitución y compensación. Al contrario, los libertarios de izquierda afirman que no solo todos o la mayoría de las propiedades estatales son innaturales e injustas (de esta admisión ellos derivan su título «libertario»), pero que también toda o la mayoría de los títulos de propiedad privada son antinaturales e injustos. Y en apoyo a esta última afirmación, ellos señalan el hecho de que todos los títulos de propiedad actuales y su distribución entre varias personas han sido afectados, alterados y distorsionados por acciones y legislaciones estatales previas y que nadie estaría en el mismo lugar y la misma posición que actualmente está si no hubiese sido por tales interferencias estatales previas.

Sin lugar a dudas, esta observación es correcta. El estado en su larga historia ha hecho a algunas personas más ricas y a otras más pobres que lo que hubiesen sido de otra forma. Mata a algunas personas y deja a otras sobrevivir. Mueve a las personas de un lugar a otro. Promueve algunas profesiones, industrias o regiones y previene o retrasa y cambia el desarrollo de otros. Premia a algunas personas con privilegios y monopolios y legalmente discrimina y perjudica a otros, y así sucesivamente. La lista de pasadas injusticias, de ganadores y perdedores, perpetradores y víctimas, es interminable.

Pero de este hecho indisputable no sigue que todos o la mayoría de los títulos de propiedad actuales sean sospechosos moralmente y en necesidad de rectificación. para estar seguros, la propiedad estatal debe ser restituida, porque ha sido adquirida injustamente. Debe regresarse a sus dueños naturales, es decir, a las personas (o sus herederos) que fueron coaccionados a «fundar» tales propiedades «públicas» al entregar parte de su propia propiedad al estado. Sin embargo, no me preocuparé con este asunto particular de la privatización aquí.5 En vez, es el reclamo de amplio alcance que las injusticias pasadas también hace a todos los títulos de propiedad privada actuales sospechosos morales, lo que no sigue y ciertamente no es verdad. De hecho, la mayoría de los títulos de propiedad privada son probablemente solo, independiente de su historia – al menos y excepto en aquellos casos donde un reclamante específico pueda probar que no lo son. La carga de la prueba, no obstante, está en quien rete el título de propiedad actual y su distribución. Él debe mostrar que está en posesión de un título viejo a la propiedad en cuestión que la de su actual dueño. De otra forma, si un reclamante no puede proveer esto, todo ha de mantenerse como actualmente están las cosas.

O: para ser más específico y realista: del hecho de que Peter o Paul o sus padres, como miembros de cualquier grupo de personas concebible, hayan sido asesinados,desplazados, robados, asaltados, o legalmente discriminados en el pasado y su patrimonio actual y posición social sería diferente si no hubiese sido por tales injusticias del pasado, no sigue que ningún miembro actual de este grupo tiene un reclamo justo (para compensación) en contra de la propiedad actual de nadie más (sea dentro o fuera de su grupo). En vez, en cada caso, Peter o Paul tendrían que mostrar, en un caso después del otro, que él personalmente tiene una mejor título viejo asignado a un pedazo de propiedad que algún nombrado e identificado y alegado dueño perpetrador actual. Ciertamente, un número considerable de casos existen donde esto puede hacerse y la restitución o compensación es debida. Pero ciertamente, con esta carga de prueba de cualquiera que rete una distribución de propiedad actual, no puede ganarse mucha distancia de cualquier agenda igualitarista antidiscriminatoria. Al contrario, en el mundo occidental contemporáneo, repleto de leyes de «acciones afirmativas» que conceden privilegios legales a varios «grupos protegidos» al costo de otros grupos diferentes que correspondientemente son desprotegidos y discriminados, más – no menos – discriminación y desigualdades resultarían si, mientras la justicia lo requiera, todo quien en efecto pueda proveer tal prueba individualizada de su victimización se le permitiera realmente hacerlo por el estado y presentar una demanda y solicitar reparación de su victimario.

Pero los libertarios de izquierda – los libertarios sensibleros cosmopolitas y humanitarios – no se les conoce exactamente como «luchadores» en contra de las «acciones afirmativas». En vez, y muy por el contrario, para llegar a la conclusión que quieren llegar, ellos relajan o dispensan totalmente con los requerimientos para que alguien clame victimismo u ofrezca prueba individualizada de victimización. Típicamente, para poder mantener el estatus intelectual como libertarios, la izquierda libertaria lo hace silenciosamente, subrepticiamente o hasta inconscientemente, pero en efecto, al renunciar a este requisito fundamental de justicia, ellos reemplazan a la propiedad privada y los derechos de propiedad y violaciones de derecho con la confusa noción de «derechos civiles» y «violaciones a los derechos civiles» y derechos individuales con «derechos de los grupos» y así se convierten en socialistas de closet. Dado que el estado ha perturbado y distorsionado todos las posesiones y distribuciones de propiedad, todavía sin el requisito de la prueba individualizada de victimización, todos y cada grupo imaginable puede fácilmente y sin mucho esfuerzo intelectual reclamar algún tipo de «victimismo» en contra de cualquier otra persona o grupo.6

Liberados de la carga de la prueba de victimismo, los libertarios de izquierda están esencialmente sin restricciones en sus «descubrimientos» de nuevas «víctimas» y «victimarios» de acuerdo con sus presupuestas asunciones igualitarias. A favor de ellos, ellos reconocen al estado como un victimario institucional y un invasor de los derechos de propiedad (otra vez, de esto deriva su afirmación de ser «libertarios»). Pero ellos ven más injusticias sociales y estructurales y distorsiones sociales, muchas más víctimas y victimarios, y una mayor necesidad de restitución, compensación, y atención a la redistribución de la propiedad en el mundo actual que aquellas injusticias y distorsiones cometidas y causadas por el estado y para ser resueltas y rectificadas al encoger y finalmente desmantelar y privatizar todas las posesiones estatales y sus funciones. Todavía si el estado fuese desmantelado, ellos poseen, como tardíos y duraderos efectos de su previa existencia o de ciertas condiciones preestatales, otras distorsiones institucionales permanecerían en un lugar que requerirían rectificación para crear una sociedad justa.

La visión sostenida por los libertarios de izquierda en este asunto no es totalmente uniforme, pero ellos típicamente difieren poco de aquellos promovidos por marxistas culturales. Ellos asumen como «natural», sin casi o ningún apoyo empírico y ciertamente en contra de una abrumadora evidencia de lo contrario, una sociedad de «iguales» inmensamente «plana» y «horizontal», es decir, una población esencial, universal y mundialmente homogénica, de mentalidad y talento similar, de más o menos el mimo estatus y postura social y económica, y ellos consideran todas las desviaciones sistemáticas de este modelo como el resultado de discriminaciones y justifica alguna forma de compensación o restitución. En consecuencia, la jerarquía estructural de familias tradicionales, de roles sexuales y la división del trabajo entre hombres y mujeres, es considerado antinatural. Ciertamente, todas las jerarquías sociales y autoridades de orden de rango vertical, de cabezas y jefes de clanes, de patrones, nobles, aristócratas y reyes, de obispos y cardenales, de «jefes» generalmente, y de sus respectivos subordinados, son vistos con sospecha. Similarmente, toda disparidad grande o «excesiva» de ingresos y riqueza – o del tal llamado «poder económico» – y la existencia de una clase baja oprimida como también una clase alta de personas y familias muy adineradas son estimadas como antinaturales. Como también, grandes industrias, corporaciones financieras y conglomerados son considerados criaturas artificiales del estado. Y también son sospechosas, antinaturales y en necesidad de reparación todas las asociaciones exclusivas, sociedades, congregaciones, iglesias, clubes, y toda segregación territorial, separación y secesión, sea basada en clase, género, raza, etnicidad, linaje, lenguaje, religión, profesión, interés, costumbres o tradiciones.

Desde ese punto de vista, el grupo «víctima» y sus «victimarios» son fácilmente identificables. Como resulta ser, las «víctimas» comprenden la gran mayoría de la humanidad. Todos y todo grupo concebible es una «víctima», excepto aquella pequeña parte de la humanidad compuesta de hombres heterosexuales blancos (incluyendo a asiáticos del norte de Asia), viviendo tradicionalmente, vidas familiares burguesas. Ellos, y especialmente los más creativos y exitosos entre ellos, (excluyendo interesantemente solo deportistas ricos y celebridades del entretenimiento) son los «victimarios» de todos los demás.

Mientras esta visión de la historia humana nos parece como una bizarra a la luz de los sorprendentes logros civilizacionales originados precisamente de este grupo minoría de «victimarios», casi coincide completamente con la victimología propagada por el marxismo cultural. Ambos grupos solo difieren en la causa de esto similarmente identificado, describen y deploran el «estado estructural de victimización». Para el marxista cultural, la causa de esta situación actual es la propiedad privada y el capitalismo desenfrenado basado en los derechos de propiedad. Para ellos, la respuesta a cómo reparar el daño hecho es clara y fácil. Toda la restitución necesaria, compensación y redistribución son para ser hechas por el estado, el cual presumiblemente ellos controlan.

Para los libertarios de izquierda esta respuesta no sirve. Ellos supuestamente tienen que estar a favor de la propiedad privada y de la privatización de las propiedades estatales. Ellos no pueden dejarle hacer al estado la restitución, porque como libertarios ellos se supone que tienen que desmantelar y en última instancia abolir el estado. Aún ellos quieren más restitución que solo aquello resultante de la privatización de toda la tal llamada propiedad pública. Abolir el estado no es suficiente para ellos como para crear una sociedad justa. Se necesita más para compensar la reciente mencionada inmensa mayoría de víctimas.

¿Pero qué? ¿Y sobre cuáles bases? Siempre que hay prueba individualizada de victimización, es decir, si alguna persona A puede demostrar que otra persona B ha invadido o tomado la propiedad de A, o viceversa, ¡no existe ningún problema! El caso es claro. Pero ausentes de cualquier tipo de prueba, ¿qué más es lo que los «victimarios» le deben a sus «víctimas» y sobre qué base? ¿Cómo determinar quién le debe a quién y qué tanto o qué? ¿Y cómo implementar este plan de restitución en la ausencia de un estado, y sin que así se pisoteen los derechos de propiedad privada de alguien más? Esto plantea el problema intelectual central de cada autoproclamado liberal de izquierda.

No es de extrañar que, la respuesta dada por ellos a este reto resulta evasiva y vaga. De todo lo que puedo entender, suma un poco más que una exhortación. Como un observador perspicaz del panorama intelectual lo ha resumido: «¡Sé Bueno!» Más preciso: Tú, pequeño grupo de «victimarios», siempre tienes que ser especialmente «bueno», perdonando, e incluso con relación a todos los miembros de la vasta mayoría de «víctimas», es decir, la larga y familiar lista de todos ¡excepto de hombres heterosexuales blancos! Y en cuanto a la ejecución: Todos los «victimarios» que no demuestren el respeto apropiado a algunos miembros de la clase víctima, es decir, victimarios que sean «desagradables», imperdonables o excluyentes o quien diga cosas «desagradables» o irrespetuosas sobre ellos, ¡debe ser públicamente rechazado, humillado y avergonzado hasta la obediencia!

A primera vista o al escucharlo por primera vez, esta propuesta sobre cómo hacer restituciones puede – como puede esperarse de gente «buena» – aparentar ser, bueno, simplemente «buena». De hecho, sin embargo, es todo menos «buena» o un aviso inofensivo, es incorrecta y peligrosa.

Primero: ¿Por qué alguien debe ser particularmente bueno con alguien más – exceptuando el respeto a nuestros respectivos derechos de propiedad en ciertos medios físicos específicos (bienes)? Ser bueno es una acción deliberada y requiere un esfuerzo, como todas las acciones. Hay un costo de oportunidades. El mismo esfuerzo puede aplicarse con otros fines. Ciertamente, muchas sino la mayoría de nuestras actividades están conducidas solas y en silencio, sin ninguna interacción directa con otros, mientras preparamos nuestra comida, manejamos nuestro vehículo, o leemos y escribimos. El tiempo dedicado a «ser buenos a otros» es tiempo perdido para hacer otras cosas posiblemente más valiosas. Adicionalmente, ser bueno debe ser justificado. ¿Por qué debo ser bueno con las personas que son malas conmigo? Ser bueno debe ser ganado. Bondad indiscriminada disminuye y últimamente extingue la distinción entre conductas meritorias y conductas defectuosas. Demasiada bondad se le daría a personas que no lo merecen y muy pocas a quienes sí y el nivel general de indecencia consecuentemente aumentará y la vida pública se convertirá incrementalmente desagradable.

Adicionalmente, también hay personas genuinamente malvadas haciendo cosas verdaderamente malas a dueños de propiedad privada, principalmente las élites dominantes a cargo del aparato del estado, como todo libertario admitiría. ¡Uno ciertamente no tiene obligación alguna a ser bueno con ellos! Y todavía, al recompensar a la vasta mayoría de «víctimas» con amor extra, cariño y atención, uno cumple precisamente esto: menos tiempo y esfuerzo es dedicado a exhibir conductas desagradables sobre aquellos que más lo merecen. El poder del estado no será debilitado por una «bondad» universal, sino, por tanto, es fortalecido.

¿Y por qué particularmente la pequeña minoría de hombres heterosexuales blancos, y en especial sus miembros más exitosos le deben una cantidad extra de bondad a la gran mayoría de las personas? ¿Por qué no es de la otra forma? Después de todo, la mayoría o sino todas las invenciones técnicas, maquinarias, herramientas y artefactos que se usan actualmente en todas partes y en todo lugar, sobre los cuales nuestros estándares de vida y comodidades en gran medida y de forma significativa dependen, se originaron de ellos. Todos los demás, en mayoría, solo imitaron lo que ellos habían inventado y construido primero. Todos los demás heredaron el conocimiento incorporado en los productos de los inventores de a gratis. ¿y no es la típica jerárquica familia blanca de hogar con padre, madre sus hijos comunes y sus futuros herederos, y sus conductas y estilo de vida «burgués» – es decir, todo lo que la izquierda menosprecia y calumnia – la que tiene los modelos de organización social económicamente más exitosos que el mundo ha visto, con la mayor acumulación de capital (riqueza) y con los estándares de vida en promedio más altos? ¿Y no es a cuenta del éxito del blanco y burgués modelo familiar también llamado «estilo de vida alterno» que todo esto pudo emerger y poder sostenerse a lo largo del tiempo? ¿Acaso las «víctimas» de hoy no le deben literalmente sus vidas a los logros de sus alegados «victimarios»?

¿Por qué las «víctimas» no le dan respeto especial a sus «victimarios»? ¿Por qué no prestar honor especial a los logros y éxitos económicos en vez de fracaso, y por qué no dar elogio especial a estilos de vida y conductas tradicionales, «normales», en vez de a cualquier alternativa anormal que requiere, como condición necesaria de su propia existencia, una preexistente sociedad circundante dominante de personas «normales» con estilos de vida «normales»?

Llegaré a la aparente respuesta a estas preguntas retóricas en un momento. Antes, sin embargo, un error – estratégico – secundario en el consejo de la izquierda libertaria sobre bondad especial sobre las «víctimas históricas» debe ser atendido brevemente.

Interesantemente, los grupos de «víctimas» identificados por tanto libertarios de izquierda como los marxista culturales difieren poco si acaso es que difieren de los grupos identificados como «desprivilegiados» y en necesidad de compensación por el estado. Mientras esto no presenta problemas para los marxistas culturales y puede ser interpretado como un indicador del grado de control que ellos ya han ganado del aparato estatal, para los libertarios de izquierda esta coincidencia debe ser una causa para preocuparse intelectualmente. ¿Por qué el estado perseguiría el mismo o un fin similar de «no discriminación» de las «víctimas» por los «victimarios» que ellos, también, quieren lograr, tan solo por medios diferentes? Los libertarios de izquierda típicamente son inconscientes a esta pregunta. Y todavía para cualquiera con algo de sentido común la respuesta debería ser obvia.

Para llegar a controlar totalmente cada persona individual, el estado debe perseguir una política de «divide y vencerás». Debe debilitar, socavar y finalmente destruir a todo otro centro de autoridad rival. Más importante, debe debilitar el hogar familiar tradicional y patriarcal, y especialmente la familia adinerada independiente como centro autónomo de toma de decisiones al sembrar y legislar conflictos entre esposas y esposos, niños y padres, mujeres y hombres, ricos y pobres. Como también, todo orden jerárquico y rango de autoridad social, todas asociaciones exclusivas, y todo apego y lealtad personal – sea dirigido a alguna familia, comunidad, etnicidad, tribu, nación, raza, lenguaje, religión, costumbre o tradición particular – excepto el apego a un estado dado quaxx ciudadano y sujeto y poseedor de pasaporte, debe ser debilitado y en última instancia destruido.

¡Y qué mejor forma de hacer esto que aprobando leyes antidiscriminatorias!

En efecto, al ilegalizar todas las discriminaciones basadas en género, orientación sexual, edad, raza, religión, nacionalidad de origen, etc., etc., un gran número de personas son declaradas como «víctimas» certificadas por el estado. Las leyes antidiscriminatorias, entonces, son un llamado oficial a todas las «víctimas» para culpar y quejarse al estado sobre sus «opresores» «favoritos», y especialmente a los más ricos entre ellos, y sus maquinaciones «opresivas», es decir, su «sexismo», «homofobia», «chovinismo», «nativismo», «racismo», «xenofobia», o cualquier cosa, y para que el estado responda a tales quejas disminuyendo a los «opresores», es decir, al sucesivamente desposeerlos de sus propiedades y autoridad y correspondientemente expandiendo y fortaleciendo su poder monopolístico ante una sociedad incrementalmente debilitada, fragmentada, fraccionada y no homogeneizada.

Irónicamente, así, y contrario a su meta autoproclamada de querer encoger o eliminar al estado, los libertarios de izquierda con su peculiar e igualitaria victimología se convierten en cómplices del estado y contribuyen efectivamente a agrandar su poder. Ciertamente, la visión de los libertarios de izquierda de una sociedad multicultural libre de discriminación es, para usar la frase de Pert Brimelow, viagra para el estado.

Lo que me lleva a mi tema final.

El papel de los libertarios de izquierda como viagra del Estado se convierte aún más aparente cuando uno considera sus posiciones en la incrementalmente pregunta virulenta de la inmigración. Los libertarios de izquierda son típicamente fervientes defensores en particular de una política inmigratoria «no discriminatoria y libre». Si ellos critican las políticas inmigratorias del estado, no es por el hecho de que la restricciones de entrada son las restricciones incorrectas, es decir, que no sirven para proteger los derechos de propiedad de los ciudadanos del país, sino por el hecho de que impone algo de restricción a las inmigraciones.

¿Pero bajo qué base debería haber derecho a una inmigración sin restricciones y «libre»? Nadie tiene derecho de mudarse a un lugar al menos que haya sido invitado por el ocupador actual. Y si todos los lugares ya están ocupados, toda la inmigración es inmigración por invitación solamente. Un derecho para una inmigración «libre» existe solo para países vírgenes, para la frontera abierta.

Solo hay dos formas para llegar a esta conclusión y todavía rescatar la noción de inmigración «libre». Primero se tiene que colocar todos los ocupantes actuales y ocupaciones bajo sospecha moral. Para este propósito, se le da mucha importancia al hecho de que todas las ocupaciones actuales han sido afectadas por acciones del estado, guerras y conquistas previas. Y ciertamente, las fronteras estatales han sido dibujadas y redibujadas, las personas han sido desplazadas, deportadas, asesinadas y reasentadas, y los proyectos infraestructurales fundados por el estado (carreteras, instalaciones del trasporte público, etc., etc.) han afectado el valor y el precio relativo de casi todas las localidades y alterado el viaje a distancia y el costo entre ellos. Como ya se ha explicado en un contexto ligeramente diferente, sin embargo, de este hecho indisputable no sigue que cualquier ocupante actual de un lugar tenga el derecho de inmigrar a cualquier otro lugar (excepto, por supuesto, cuando él es dueño de ese lugar o tiene permiso de su dueño actual). El mundo no le pertenece a todos.

La segunda posible salida es afirmar que toda la propiedad pública – la propiedad controlada por gobiernos locales, regionales o centrales – es similar a una frontera abierta, con acceso libre y sin restricciones. Todavía esto es ciertamente erróneo. Del hecho de que la propiedad gubernamental sea ilegítima porque está basada en expropiaciones previas, no sigue que no tiene poseedor y es libre para todos. Ha sido fundado a través del pago de impuestos locales, regionales, nacionales o federales, y son de los que han pagado estos impuestos, pues, y nadie más, quienes son los legítimos dueños de toda la propiedad pública. Ellos no pueden ejercer su derecho – que ha sido arrogado por el estado –  pero ellos son los dueños legítimos.

En un mundo en donde todos los lugares son poseídos privadamente, el problema de la inmigración se desvanece. No existen derechos de inmigración. Solo existe el derecho de intercambio, compra o renta de varios lugares. Aún, ¿qué hay de la migración en el mundo real con propiedad pública administrada por el estado-gobierno local, regional o central?

Primero: ¿Cómo serían las políticas inmigratorias si el estado actuara, como supuestamente tiene que hacer, como un síndico de los dueños-contribuyentes de la propiedad pública? ¿Y qué hay de las políticas migratorias si el estado actuara como el administrador de la propiedad de la comunidad unida en conjunto y fundada por los miembros de la asociación de vivienda o por la comunidad cerrada?

Por lo menos en principio la respuesta es clara. Una pauta de un administrador sobre la inmigración sería el principio de «costo total». Que es, el inmigrante o su residente invitado debe pagar el costo completo del uso del inmigrante a todos los bienes públicos o instalaciones durante su presencia. El costo de la propiedad de la comunidad fundada por los residentes contribuyentes no debe aumentar o su calidad caerá a cuenta de la presencia de inmigrantes. Al contrario, si es posible la presencia de un inmigrante debe producir a los residentes-dueños una ganancia, sea en la forma de menores impuestos o tarifas comunales o una calidad más alta de la propiedad comunal (y por tanto un aumento general de los valores de propiedad).

Lo que la aplicación del principio de costo total involucra en detalle depende de las circunstancias históricas, es decir, en particular sobre la presión migratoria. Si la presión es baja, la entrada inicial a carreteras públicas puede estar totalmente libre de restricciones a los «extranjeros» y todos los costos asociados con inmigrantes son totalmente absorbidos por residentes domésticos con la expectativa de ganancias domésticas. Toda la discriminación restante sería dejada al residente-dueño. (Esto, incidentalmente, es prácticamente como son las cosas, como han sido en el mundo occidental desde la primera guerra mundial). Pero aún entonces, la misma generosidad probablemente no se hubiese extendido al uso hecho por los inmigrantes de hospitales públicos, escuelas, universidades, viviendas, piscinas, parques, etc.. La entrada a dichas instalaciones no sería «libre» para los inmigrantes. Al contrario, a los inmigrantes se les cobraría un precio más alto por su uso que a los residentes-dueños domésticos que han fundado estas instalaciones, para así disminuir la carga de impuestos domésticos. Y si un visitante-inmigrante temporal quiere convertirse en un residente permanente, a él se le puede esperar el pago de un precio de admisión, para ser remitido a los dueños actuales como compensación por el uso extra hecho de su propiedad comunal.

Por otro lado, si la presión inmigratoria es alta – como lo es actualmente en todo el mundo occidental, blanco, dominado por hombres heterosexuales – medidas más restrictivas pueden ser empleadas para los mismos propósitos de proteger los residentes dueños de la propiedad comunal y privada. Podrían haber controles de identificación no solo en los puertos de entrada, sino también a nivel local, para mantener fuera criminales conocidos y gentuza indeseable. Y aparte de las restricciones específicas impuestas a los visitantes a dueños-residentes individuales sobre el uso de sus diferentes propiedades individuales, también podría existir una restricción de entrada local más general. algunas comunidades especialmente atractivas pueden cobrar una tarifa de entrada por cada visitante (exceptuando por un invitado de algún residente) para ser remitido a los dueños-residentes, o que requieran algún tipo de código de conducta concerniente a toda propiedad comunal. Y los requisitos de una propiedad de una residencia permanente para algunas comunidades pueden ser altamente restrictivas e involucrar una selección intensiva y un alto precio de admisión, como es todavía el caso de algunas comunidades suizas.

Pero por supuesto, entonces: esto no es lo que el estado hace. Las políticas inmigratorias de los estados que son confrontados con la mayor presión inmigratoria, de los Estados Unidos y Europa Occidental, tienen poco parecido a las acciones de un síndico. Ellos no siguen la regla del principio de costo total. Ellos no le dicen al inmigrante esencialmente que «pague o váyase». Al contrario, le dicen «una vez dentro, puedes quedarte y usar no solo todas las carreteras pero todo tipo de instalación pública y servicio de a gratis o a un precio descontado aun si no pagas». Lo que significa, ellos subsidian a los inmigrantes – o en vez: Ellos forzan a los contribuyentes domésticos a subsidiarlos. En particular, ellos también subsidian empleados domésticos que importan trabajadores extranjeros más económicos. Porque tales empleados pueden externalizar parte del costo total asociado a su empleo – a  los otros contribuyentes domésticos. Y ellos todavía subsidian más aún la inmigración (migración interna) a costa de los gasto de los contribuyentes-residentes en prohibir – por medio de leyes antidiscriminatorias – no solo todas las restricciones de entrada internas y locales, pero también incrementalmente toda restricción concerniente a la entrada y uso de toda propiedad privada doméstica.

Y para la entrada inicial de inmigrantes, sean visitantes o residentes, los estados no discriminan sobre la base de características individuales (como un buen síndico haría, y como todo dueño de propiedad privada también, con respecto a su propia propiedad), pero sobre la base de grupos o clases de personas, es decir, basado en nacionalidad, etnicidad, etc.. Ellos no aplican una admisión estándar y universal: chequeando la identidad del inmigrante, conduciendo algún tipo de chequeo sobre su crédito, y posiblemente cobrándole una tarifa de admisión, en vez, ellos permiten entrar a alguna clase de extranjeros de a gratis, sin el requisito de una visa, como si fuesen residentes de regreso.

 Así, por ejemplo, todos los rumanos o búlgaros, indiferentemente de sus características individuales, son libres de migrar a Alemania o a Holanda y quedarse ahí para usar todos los bienes públicos e instalaciones, aun si ellos no pagan y viven a costa de los contribuyentes alemanes u holandeses. Igualmente para los puertorriqueños en los estados unidos a costa de los contribuyentes de estados unidos, y también para los mexicanos, quienes se les permite efectivamente entrar a los estados unidos ilegalmente, como intrusos no invitados y no identificados. Por otro lado, otras clases de extranjeros son objetos de minuciosas restricciones de visas. Así, por ejemplo, todos los turcos, otra vez, independientemente de sus características individuales, deben pasar por un proceso intimidante para las visas y puede completamente prevenirse que viajen a Alemania u Holanda, aun si han sido invitados y tienen suficiente capital para pagar por todos los costos asociados con su presencia.

Los residentes dueños-contribuyentes son por lo tanto dañados dos veces: una al incluir alguna clase de inmigrantes indiscriminadamente aun si ellos no pueden pagar y por otro lado al indiscriminadamente excluir otra clase de inmigrantes aun si ellos pueden.

Los libertarios de izquierda no critican estas políticas inmigratorias como contrarias a esas de un buen síndico de propiedad pública últimamente perteneciente los dueños-contribuyentes domésticos y privados, sin embargo, para no aplicar el principio de costo total y por tanto incorrectamente discriminar, pero tan solo para discriminar. Una inmigración libre y no discriminatoria para ellos significa una entrada libre de visa y residencia permanente disponible para todos, es decir, para cada inmigrante potencial en términos igualitarios, sin importar las características individuales o la habilidad de pagar por el costo completo de la estadía personal. Todos están invitados a quedarse en Alemania, en Holanda, en Suiza o en los Estados Unidos, por ejemplo, y hacer libre uso de todas las instalaciones y servicios domésticos y públicos.

A favor de ellos, los libertarios de izquierda reconocen algunas consecuencias que estas políticas tendrían actualmente en este mundo. Ausente de otra restricción interna o local concerniente al uso de propiedades públicas y servicios e incrementalmente ausente también de todas restricciones de entrada con respecto al uso de propiedad privada y doméstica (debido a innumerables leyes antidiscriminatorias), los resultados predecibles tendrían una entrada masiva de inmigrantes del tercer y segundo mundo a los Estados Unidos y Europa del este y el rápido colapso del actual sistema de «bienestar público». Los impuestos se tendrían que aumentar bruscamente (encogiendo mucho más la productividad económica) y la propiedad pública y servicios se deteriorarían dramáticamente. resultaría en una crisis financieras de una magnitud sin paralelo.

Todavía ¿por qué esto sería una meta deseable para cualquiera que se llame a sí mismo libertario? Ciertamente, el sistema de bienestar público fundado por los contribuyentes debería ser eliminado, de raíz a rama. Pero la crisis inevitable que una política migratoria «libre» traería no producirá este resultado. Al contrario: las crisis, como todo aquel vagamente familiarizado con la historia sabría, son típicamente y frecuentemente fabricada por los estados para incrementar aún más su propio poder. Y seguramente la crisis producida por una «libre» política migratoria sería una extraordinaria.

Lo que los libertarios de izquierda típicamente ignoran en su despreocupado o hasta consideración compasiva de las predecibles crisis es el hecho de que los inmigrantes que causaron el colapso todavía están físicamente presentes cuando ocurren. Para los libertarios de izquierda, debido a sus concepciones igualitaristas, este hecho no implica un problema. Para ellos, todas las personas son más o menos iguales y por tanto, un incremento en el número de inmigrante no tiene más impacto que el incremento de la población doméstica por medio de un más alto porcentaje de natalidad. Para cada realista social, sin embargo, ciertamente para cualquiera con algo de sentido común, esta premisa es patentemente falsa y potencialmente peligrosa. Un millón o más de nigerianos o árabes viviendo en Alemania o un millón más de mejicanos o hutus o tutsis residiendo en los Estados Unidos es una cosa bastante diferente que un millón de alemanes o americanos que crecieron en casa.

Con un tercio de millón de inmigrantes de tercer y segundo mundo presentes cuando la crisis golpee y los cheques dejen de llegar, es poco probable que resulte de ello alguna consecuencia pacífica y que un orden social natural basado en la  propiedad privada emerja. En vez, es mucho más probable y efectivamente casi cierto que guerras civiles, saqueo, vandalismo, y guerras entre bandas tribales o étnicas estalle y en vez – el llamado por un el hombre fuerte estado se convertirá incrementalmente inequívoco.

¿Por qué, entonces, uno podría preguntar, el estado no adopta la política migratoria libertaria «libre» y toma la oportunidad ofrecida por la crisis predecible para fortalecerse más en su propio poder? A través de sus políticas internas antidiscriminatorias y también sus políticas inmigratorias actuales, el estado ya ha hecho mucho para fragmentar la población doméstica y así incrementar su propio poder. Una política de «inmigración libre» añadiría otra enorme dosis de «multiculturalismo» no discriminatorio. Fortalecería aun más la tendencia sobre la deshomogenización, división y fragmentación, y debilitaría aún más el orden social tradicional, blanco, dominado por hombres heterosexuales «burgueses» y la cultura asociada con el «occidente».

La respuesta a «¿por qué no?» parece simple, sin embargo. En contraste a los libertarios de izquierda, las élites gobernantes son todavía lo suficientemente realistas como para reconocer que detrás de grandes oportunidades para el crecimiento estatal, la crisis predecible también acarrearía algún riesgo incalculable y podría llevar a una convulsión social de tal proporción que ellos mismos serían barridos fuera del poder y reemplazados por otra élite «extranjera». En consecuencia, las élites gobernantes proceden solo gradualmente, paso a paso, en su propio camino a un «multiculturalismo no discriminatorio». Y todavía ellos están felices sobre la propaganda de la izquierda libertaria de una «libre migración», porque ayuda al estado a no solo mantenerse en su presente curso de divide y vencerás, sino también a proceder a un paso acelerado.

Contrario a sus propios pronunciamientos y pretensiones antiestatistas, entonces, la peculiar victimología de la izquierda libertaria y su demanda por bondad indiscriminada e inclusive frente a la larga y familiar lista de «víctimas» históricas, incluyendo en particular todos los extranjeros potencialmente inmigrantes, en realidad resulta ser un récipe para un mayor crecimiento del poder estatal. Los marxistas culturales saben esto, y esa es la razón por la que adoptaron la misma victimología. Los libertarios de izquierda aparentemente no saben esto y son así los útiles idiotas de los marxistas culturales en su marcha a un control social totalitario.

Déjenme llegar a una conclusión y regresar al libertarismo y al tema de la izquierda y derecha – y de este modo también a la respuesta de mi más temprana pregunta retórica concerniente a la victimología peculiar izquierdista y su significado.

No puedes ser un libertario de izquierda consistente, porque la doctrina de los libertarios de izquierda, aun si no es intencional, promueve el estatismo, es decir, fines antilibertarios. De esto, muchos libertarios han llegado a la conclusión de que el libertarismo no es de derecha o de izquierda. Que es solo un libertarismo «ligero». Yo no acepto esta conclusión. Tampoco, aparentemente, lo hizo Murray Rothbard cuando terminó la cite presentada inicialmente diciendo: «pero psicológicamente, sociológicamente, y en práctica, simplemente no funciona de esa forma». Ciertamente, yo me considero un libertario de derecha – o, si eso puede sonar más atractivo, un libertario realista o de sentido común – y uno consistente en ello.

Es cierto, la doctrina libertaria es puramente teoría apriorística y deductiva y como tal no dice o implica nada sobre las afirmaciones rivales de la derecha y la izquierda sobre la existencia, el grado y las causas de las desigualdades humanas. Eso es un asunto empírico. Pero sobre este asunto la izquierda resulta ser en gran parte poco realista, errada y vacía de sentido común, mientras que la derecha es realista y esencialmente está correcta y es sensata. Consecuentemente puede que no haya nada malo con aplicar una teoría apriorística correcta de cómo la cooperación humana pacífica es posible a una realista, es decir, fundamentalmente derechista, descripción del mundo. Porque solo basado en una presunción empírica correcta sobre el hombre es que es posible llegar a la apreciación correcta en cuanto a la implementación práctica y la mantenibilidad de un orden libertario social. Realistamente, entonces, un libertario de izquierda no solo reconoce que las habilidades físicas y mentales están distribuidas desigualmente alrededor de los diferentes individuos dentro de cada sociedad y que en consecuencia cada sociedad será caracterizada por innumerables desigualdades, por la estratificación social y una multitud de órdenes de rango de logros y autoridad. Él también reconoce que tales habilidades están desigualmente distribuidas alrededor de las muchas diferentes sociedades coexistiendo en el planeta y que consecuentemente también el mundo como un todo será caracterizado por desigualdades regionales y locales, disparidades, estratificación y orden de rangos. En cuanto para los individuos, también, no todas las sociedades son iguales y a la par una con la otra. Él nota más lejos aún que alrededor de estas habilidades distribuidas desigualmente, ambas dentro de cualquier sociedad dada y entre diferentes sociedades, está también la habilidad mental de reconocer los requerimientos y beneficios de la cooperación pacífica. Y él nota que la conducta de varios estados regionales o locales y sus respectivas élites de poder que han emergido de diferentes sociedades pueden servir como un buen indicador para los diferentes grados de desviación del reconocimiento de los principios libertarios en tales sociedades.

Más específicamente, él realistamente nota que el libertarismo, como sistema intelectual, fue desarrollado por primera vez y elaborado más lejos, por hombres blancos, en sociedades dominadas por los mismos. Esto es en sociedades blancas, dominadas por hombres heterosexuales, donde la adhesión a los principios libertarios es la más grande y las desviaciones de ellas son las menos severas (como es indicado por políticas estatales extorsionistas y comparativamente menos malvadas). Que son los hombres heterosexuales y blancos, quienes han demostrado el mayor ingenio, industria, y proeza económica. Y esto es sociedades dominadas por hombres blancos heterosexuales, y en particular por los más exitosos entre ellos, que han producido y acumulado la mayor cantidad de bienes capitales y logrado los más altos promedios de vida.

A la luz de esto, como un libertario de derecha, yo por supuesto le diría primero a mis hijos y estudiantes: siempre respeta y no invadas los derechos de propiedad privada de otros y reconoce el estado como un enemigo y ciertamente la propia antítesis de propiedad privada. Pero no lo dejaría ahí. No diría (o silenciosamente implicaría) que una vez que hayas satisfecho estos requisitos «todo vale». ¡Que es bastante lo que los libertarios «ligeros» parecen estar diciendo! Yo no sería un relativista cultural como la mayoría de libertarios «ligeros» por lo menos son implícitamente. En vez, yo añadiría (en lo mínimo): sé y haz lo que te haga feliz, pero siempre mantén en mente que mientras seas una parte integral de la división de trabajo mundial, tu existencia y bienestar depende decisivamente en la continua existencia de otros, y especialmente en la existencia continua de sociedades dominadas por hombres blancos y heterosexuales, sus estructuras familiares patriárquicas, y su estilo de vida y conductas burguesas o aristocráticas. Por tanto, aun si no quieres tener algún papel en eso, reconoce que eres no obstante un beneficiario de este modelo estándar «occidental» de organización y por lo tanto, para tu propio bien, no hagas nada para socavarlo sino sirve de apoyo a él como algo que debe ser respetado y protegido.

Y a la larga lista de «víctimas» les diría: haz tu propia cosa, vive tu propia vida, mientras lo hagas pacíficamente y sin invadir los derechos de propiedad de otros. Si y en la medida en que estés integrado dentro de la división de trabajo internacional, no le deberás restitución a nadie, ni tampoco alguien te debe a ti restitución alguna. Tu coexistencia con tus supuestos «victimarios» es mutuamente benéfica. Pero mantén presente que mientras los «victimarios» puedan vivir y existir sin ti, lo contrario no es verdad. El desaparecimiento de los «victimarios» solo arriesgará tu misma existencia. Por lo tanto, aun si no quieres modelarte de los ejemplos provistos por la cultura del hombre blanco, sé consciente que es solo a cuenta de la continua existencia de este modelo que todas las culturas alternativas pueden ser sostenidas a los estándares de vida presentes y que con la desaparición de este modelo «occidental» como un modelo efectivo dominante la existencia de muchos, si no todos tus «compañeros» víctimas, estaría en peligro.

Eso no significa que tú no debes ser crítico sobre el mundo «occidental», dominado por hombres blancos. Después de todo, aun estas sociedades siguiendo más de cerca este modelo también tienen varios Estados y son responsables por reprensibles actos de agresión no solo en contra de sus dueños de propiedades domésticos, sino también en contra de extranjeros. Pero tampoco donde vives ni en ningún otro lugar debe el Estado ser confundido con «el pueblo». No es el Estado «occidental», sino el estilo de vida y la conducta «tradicional» (normal, estándar, etc.) del pueblo «occidental», que está bajo un incremental ataque pesado por parte de su propio Estado gobernante en camino hacia el control social totalitario, el que merece tu respeto y del cual tú eres su beneficiario.

  • 1Egalitarianism and the Elites, Review of Austrian Economics, 8, 2, 1995, p. 45.
  • 2Murray Rothbard los ha enumerado: «académicos, formadores de opinión, periodistas, escritores, élites de los medios de comunicación, trabajadores sociales, burócratas, consejeros, psicólogos, consultantes personales, y especialmente para el siempre acelerante nuevo grupo igualistarista, una armada verdadera de “terapeutas” y formadores de la sensibilidad. Además, por supuesto, ideólogos e investigadores que sueñan y descubren nuevos grupos que necesitan ser igualitarizados». (Ibid, p. 51)
  • 3En cuanto a quiénes de los llamados libertarios de hoy que deben ser considerados como izquierdistas, hay una prueba decisiva: la posición tomada durante las recientes primarias presidenciales sobre el Dr. Ron Paul, quien es fácilmente el más puro de los libertarios que ha ganado la atención y el reconocimiento nacional e incluso internacional. Los libertarios de la Beltway en torno al Cato, George Mason, Reason y varios otros grupos del «Kochtopus» descartaron a Ron Paul o incluso lo atacaron por su «racismo» y su falta de «sensibilidad» y «tolerancia» social, es decir, en pocas palabras: por ser un «burgués de derechas» ejemplar, que lleva una vida personal y profesional ejemplar.
  • 4Ibidem, p. 102.
  • 5Lea sobre este tema a Hans-Hermann Hoppe, «Of Private, Common and Public Property and the Rationale for Total Privatization», Libertarian Papers, Vol. 3., No.1, 2011. http://libertarianpapers.org/articles/2011/lp-3-1.pdf
  • 6Es característico que esta transformación sigilosa del libertarismo a socialistas de closet a través de la noción confusa de los «derechos civiles» ya haya sido identificada hace décadas por Murray Rothbard. Para citarlo:  «A lo largo de todo el movimiento libertario oficial (de libertarios de izquierda), los “derechos civiles” han sido adoptados sin cuestionarlos, por encima de los derechos genuinos de la propiedad privada. En algunos casos, la adopción de un “derecho a no ser discriminado” ha sido explícita. En otros, cuando los libertarios quieren cuadrar sus nuevos descubrimientos con sus principios más antiguos, y no tienen aversión a los sofismas e incluso al absurdo, toman el camino más furtivo trazado por la Unión Americana de Libertades Civiles: que si hay algo más que una pizca de gobierno involucrado, ya sea el uso de las calles públicas o un poco de financiación de los contribuyentes, entonces los llamados “derechos” de “acceso igualitario” debe prevalecer sobre la propiedad privada o, de hecho, sobre cualquier otro tipo de sentido común». Ibíd, págs. 102/03.