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La Guerra de 1812 y el Pánico de 1819: la impía alianza entre gobierno y banca

Por lo general, la guerra ha tenido graves y fatídicas consecuencias para el sistema monetario y financiero de América.

Murray N. Rothbard, Una historia del dinero y la banca en los Estados Unidos

Los gobiernos tienen tres formas de gravar: impuestos directos (la exigencia de pagar dinero al gobierno), deuda (gasto presente del gobierno sin ingresos fiscales para pagarlo con la suposición de que se pagará en el futuro), e inflación («imprimir dinero», o la expansión artificial del dinero y el crédito más allá de la especie [por ejemplo, una mercancía como el oro, la plata, etc.]). Además, la historia demuestra una estrecha relación entre la expansión del poder gubernamental, la guerra y la expansión de los privilegios e inmunidades legales de los bancos. Estas realidades se refuerzan mutuamente.

La guerra requiere ingresos, que son difíciles de obtener de los ciudadanos mediante impuestos directos, por lo que los gobiernos suelen ofrecer a los bancos la posibilidad de expandir el dinero y el crédito mediante la inflación y, a continuación, suspender los pagos en especie, es decir, negarse a devolver a los clientes su dinero en oro o plata cuando lo soliciten. Por otra parte, los bancos están encantados de que el gobierno les conceda protección legal, porque esto les permite negarse a cumplir sus obligaciones contractuales y ampliar sus negocios artificialmente sin ser acusados de fraude, todo ello con la promesa de que el gobierno les salvará de las consecuencias. Así ha ocurrido a menudo a lo largo de la historia americana.

La política monetaria seguida por el gobierno de los Estados Unidos a causa de la Guerra de 1812 generó varias consecuencias, la principal de las cuales fue el primer ciclo de auge-caída a escala nacional de América —el Pánico de 1819. Durante la guerra, en 1814, los Estados Unidos abandonó el patrón oro para financiar la guerra mediante la expansión inflacionista del dinero y el crédito, en lugar de a través de los ingresos fiscales.

Mientras, en ese momento, América todavía no tenía un banco central moderno en forma de «Reserva Federal», políticas monetarias similares condujeron a resultados parecidos. Los Estados Unidos abandonó el patrón oro y permitió a los bancos privilegios e inmunidades legales especiales para imprimir más moneda fiduciaria de la que se podía canjear en oro y suspender el pago en especies. En adición al Pánico de 1819, los precios domésticos subieron 25 por ciento, y las importaciones se incrementario en 70 por ciento. Describiendo el rol del gobierno de EEUU, Murray Rothbard escribe en El misterio de la banca:

El gobierno de EEUU fomentó una enorme expansión del número de bancos y de billetes y depósitos bancarios para comprar la creciente deuda de guerra. Estos nuevos y temerariamente inflacionistas bancos de los estados del Atlántico Medio, del Sur y del Oeste, imprimieron enormes cantidades de nuevos billetes para comprar bonos del gobierno. El gobierno federal utilizó entonces estos billetes para comprar armas y productos manufacturados en Nueva Inglaterra. . . .

. . . En agosto de 1814, quedó claro que los bancos de la nación, aparte de Nueva Inglaterra, no podían pagar, que eran insolventes. En lugar de permitir que los bancos de la nación quebraran, los gobiernos, estatal y federal, decidieron en agosto de 1814 permitir que los bancos continuaran en el negocio mientras se negaban a redimir sus obligaciones en especie. En otras palabras, se permitió a los bancos negarse a pagar sus obligaciones contractuales solemnes, mientras que podían seguir emitiendo billetes y depósitos y obligar a sus deudores a cumplir con sus obligaciones contractuales. Esto era injusto e inequitativo, así como un privilegio especial de proporciones descomunales para el sistema bancario; no sólo eso, sino que proporcionaba carta blanca, un ábrete sésamo, para la inflación del crédito bancario.

. . . Esta suspensión general no sólo fue altamente inflacionista en su momento, sino que sentó un precedente para todas las crisis financieras a partir de entonces. Tanto si los EEUU tenía un banco central como si no, los bancos tenían la seguridad de que si inflaban juntos y luego tenían problemas, el gobierno los rescataría y les permitiría suspender los pagos en especie durante años.

Irónicamente, para hacer frente a las consecuencias creadas por la concesión de inmunidad legal a los bancos para expandir el dinero y el crédito y suspender los pagos en especie, en 1816 se constituyó el Segundo Banco de los Estados Unidos. Sin embargo, como era de esperar, el Segundo Banco también se convirtió en un motor de inflación en lugar de frenarla: «Por lo tanto, el auge continuó en 1818, con el Banco de los Estados Unidos actuando como una fuerza expansiva, en lugar de limitadora».

En ese tiempo, los americanos sí parecían reconocer más claramente que hoy la culpa del Banco de los Estados Unidos y del gobierno. John M. Dobson escribe, «Las políticas del banco alimentaron la inflación, y fue considerado popularmente como uno de los principales responsables del Pánico de 1819». Aunque creado después de la Guerra de 1812, empezamos a ver aquí la estrecha conexión entre los bancos nacionales y la guerra. Son políticas que se refuerzan mutuamente.

Las consecuencias monetarias y financieras a largo plazo de la Guerra de 1812 parecen haber sido una inoculación del concepto de que, en tiempos de guerra, el gobierno puede conceder a los bancos el privilegio legal de inflar la oferta monetaria, expandir el crédito y suspender el pago en especie. Aparentemente, durante la guerra, los gobiernos podían conceder a los bancos un permiso especial para llevar a cabo prácticas que normalmente serían poco sólidas e ilegales (por ejemplo, la inflación del dinero y el crédito).

Esto preparó aún más al pueblo americano para la lucha de ida y vuelta entre las concesiones legales a los bancos y un banco central, que informaría el debate hasta la creación del Sistema de la Reserva Federal. El despilfarro facilitado legalmente por los bancos —especialmente en tiempos de guerra— tuvo efectos económicos inapreciables, pero esto llevó irónicamente a muchos a preferir un banco central nacional, que haría las mismas cosas a mayor escala. También preparó a los americanos para la idea de que los gobiernos podrían emplear la inflación como medio de imposición para pagar las guerras (y otros proyectos gubernamentales).

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