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La política causa desempleo

El ILO informa de que el desempleo en todo el mundo batió un récord el año pasado de 185,9 millones de personas en todo el mundo, o un 6,2% de toda la fuerza laboral global.

La clase política afirma tener una respuesta, pero el desempleo no es el resultado de ninguna causa única. Hace su aparición en una gran variedad de circunstancias, a veces en factores personales, a veces en cambios económicos y a veces en condiciones legislativas y regulatorias. A lo largo del año, pueden aparecer algunos trabajadores en el mercado de trabajo y luego abandonarlo. Los estudiantes trabajan durante el verano y regresan a sus estudios en septiembre. Las actividades de construcción, forestales y cárnicas dependen mucho de la estación y dan lugar a una considerable cantidad de desempleo temporal. Igualmente, los cambios industriales y tecnológicos pueden obligar a los trabajadores a reajustarse y reubicarse. Los puestos de trabajo, salarios y condiciones laborales siempre señalan el camino.

La Oficina de Estadísticas Laborales del Departamento de Trabajo de Estados Unidos vigila cuidadosamente el desempleo y cuenta diligentemente las cifras. Pero en su larga historia, la Oficina nunca ha preparado una recogida, organización y análisis sistemáticos del desempleo creado por leyes y regulaciones laborales. Aun así, este tipo de desempleo es más importante con mucho que la estacionalidad o el cambio industrial y tecnológico al que los mercados laborales se ajustan de inmediato. Es crónico y lamentable, al crear grandes ejércitos de desempleados, empobrece a mucha gente, alimenta el descontento, la indignación, la ira y, lo peor de todo, al ser interpretado erróneamente, puede poner a la opinión pública en contra de todo el propio orden empresarial. Al final, puede incluso entregar la economía a las mismas manos que causan el desempleo.

Siempre que el gobierno aumenta por la fuerza los costes del empleo, hace que la mano de obra marginal, es decir, el trabajo que apenas cubre sus costes, se convierta en submarginal. No importa si el gobierno ordena que los salarios suban o que mejoren los beneficios, se acorte la jornada laboral, se aumente el pago de horas extra, se aparten fondos para enfermedad o vejez o se conceda cualquier otro beneficio. Un pequeño impulso hace submarginales a unos pocos trabajadores, uno grande afecta a muchos. En temas de empleo ahora son «improductivos» y no pueden usarse económicamente.

Es evidente para todos menos para los políticos que cualquier trabajador, hombre o mujer, yanqui o chino, cuyos servicios valgan solo $10 la hora, pero al que debe pagársele $20 o más no puede ser contratado de forma rentable. Infligiría pérdidas claras a cualquiera que le contratara, lo que la condena a una vida de ociosidad, inutilidad y vacío. Inconsciente de la misma causa de su aflicción, probablemente guarde resentimiento a una sociedad que aparentemente le sentencia a un desempleo para toda la vida.

Las leyes laborales americanas evocan todos los días ese sentimiento. En este momento obligan a un salario mínimo de $5,15 la hora, más un 7,5% a pagar en la cuenta de la Seguridad Social, más de un 2% a un 10% en una cuenta de indemnización de desempleo, más de un 10% a un 100% de indemnización laboral, que es un fondo que paga a un empleado que se vea lesionado en el curso de su trabajo. Las evaluaciones de indemnización varían de estado a estado, pero los gravámenes juntos doblan de inmediato los costes de empleo en muchas ocupaciones.

La Oficina calcula que costes totales adicionales de $5,80 la hora para trabajadores de servicios y de $8,73 la hora para obreros de la construcción. Los trabajadores cualificados y formados sin duda pueden cubrir sus costes adicionales ajustando el salario neto: en lugar de ganar $18,73 la hora solo reciben $10. ¿Pero cómo puede un trabajador de servicios no cualificado que va a ganar $5,15 la hora cubrir los costes adicionales de $5,80 la hora? Evidentemente debe prestar servicios que valgan al menos $10,95 la hora para cubrir sus costes de empleo. Nadie incapaz de prestar servicios de $10,95 puede ser empleado productivamente.

La competencia fuerza a muchos empresarios a conceder beneficios adicionales como vacaciones pagadas, bajas por enfermedad, días libres, seguros de sanidad y vida, pensiones y otras prestaciones. Los empresarios pueden incluso presumir de los beneficios que sin embargo están cubiertos por la productividad del empleado, igual que los beneficios requeridos legalmente. Los trabajadores muy productivos pueden cubrirlos pronto, pero los trabajadores no cualificados con salario mínimo que esperen los mismos beneficios de la empresa, evidentemente serán incapaces de conseguirlos. Si no hay demanda de sus servicios por $10,95 la hora no habrá ningún a ningún nivel superior.

El desempleo crónico es evidentemente un mal político que deriva de la idea primitiva de que el gobierno puede mejorarla renta y condiciones laborales de todos mediante legislación y regulación. Es una tribulación que deriva de la mala interpretación y lámala información acerca del trabajo y la renta y de una fe inquebrantable en la fuerza colectiva y la coacción. Refleja claramente el espíritu y mentalidad de nuestra época. Salvo que den pronto paso al espíritu de la libertad individual y la empresa, la tasa de desempleo es probable que aumente. Puede incluso llegar a los niveles de los estados europeos del bienestar, como Francia, Alemania e Italia, donde las tasas de desempleo normalmente exceden el 10%.

No hay salida disponible de las consecuencias de esas leyes laborales. Indudablemente, la mayoría de los trabajadores jóvenes están dispuestos a aceptar empleos a niveles honrados de mercado; incluso están dispuestos a ignorar las leyes laborales y trabajar bajo las condiciones del mercado. Pero la mayoría de los empresarios no se atreven a violar las leyes. Las sanciones que se les imponen siempre son caras y degradantes, sin que importen sus motivos. Sin embargo los economistas estiman que en torno al 30% delos jóvenes sin cualificación encuentran trabajo en la «economía sumergida», donde se pagan los salarios de acuerdo con la productividad. Muchas empresas familiares emplean y forman a millones de jóvenes.

En los próximos años la tasa de desempleo probablemente subirá al aumentar el Congreso el salario mínimo, impulsar los impuestos de la Seguridad Social y aumentar los beneficios, es decir, los costes laborales. Pero los tiempos cambian: podemos aprender de nuevo que las leyes laborales que ignoran los principios económicos básicos y se construyen a partir de la fuerza bruta tienen consecuencias dañinas.

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