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Jean-Baptiste Say: un revolucionario subestimado

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Extraído del número de primavera de 2014 de The Quarterly Journal of Austrian Economics.

Jean-Baptiste Say: Revolutionary, Entrepreneur, Economist • Evert Schoorl • Nueva York: Routledge • 210 páginas.

Este libro es una completa biografía de Jean-Baptiste Say y presenta un relato detallado de la vida y la evolución intelectual del fundador de la escuela liberal francesa. El autor estudia tres periodos importantes en la vida de Say —su juventud, su actividad como empresario y el periodo posterior de reconocimiento de su obra— que coinciden con la Revolución francesa, la Revolución Industrial y la profesionalización de la economía, respectivamente. Consecuentemente, siendo fiel a su subtítulo, el libro describe a Jean-Baptiste Say en las tres facetas de su vida y carrera —las de revolucionario, empresario y economista.1

Un hombre de letras, el primero trabajo de Say fue el de secretario de una empresa de seguros. Su jefe, Ettiene Clavière, le introdujo en los escritos de Adam Smith y en la lucha contra la esclavitud. A la tierna edad de 17 años, Say se convirtió en co-editor de La Décade, un periódico que quería que sus lectores participaran «en una unidad de cultura y en un continuo cosmopolitismo». Schoorl ve correctamente a La Décade como «un órgano de ilustración» que tuvo un impacto importante en los futuros escritos de Say, que se centraron en «libertad, universalismo y progreso».

El periodo más oscuro de la vida de Say se cubre en los capítulos 4 a 7. Después de la publicación de la primera edición de su Traité d’économie politique, Say fue presionado por Bonaparte para «reescribir ciertas partes de libre mercado en un estilo más intervencionista». Say recuerda en una carta: «Bonaparte me ordenó que lo atendiera y me ofreció 40 mil francos al año para escribir a favor de su opinión. Lo rechacé y me alcanzó la purga de 1804». Padre de cuatro hijos, con 35 años Say tuvo que «ir al Conservatorio para aprender a hilar» algodón y posteriormente invirtió su capital en una fábrica en Auchy. Pero durante los siguientes quince años sus finanzas experimentaron un tremendo declive. En 1814 tocó fondo y trató desesperadamente de encontrar una fuente segura de ingresos. Say escribió a sus amigos en el gobierno de Talleyrand, implorando un trabajo al frente «de correos o de obras públicas o aduanas», añadiendo que «aunque soy un buen discípulo de los economistes, me gustan poco las aduanas; pero bueno, no estamos aún preparados para el laissez faire y el laissez passer.» El gobierno francés acabó ofreciéndole una comisión en Gran Bretaña para espiar su desarrollo industrial y reportar sobre la mecanización de granjas, las fábricas de hilado de algodón, las refinerías de azúcar y los barcos de vapor. Este viaje inglés generó un pequeño suplemento para sus finanzas y ocasionó sus primeros encuentros con Ricardo y Mill.

Por muy desconcertante e incoherente que sean la actitud y decisiones de Say durante este periodo de su vida, su biógrafo es lo bastante amable como para no juzgarle muy duramente. Say no parece haber abandonado sin embargo su postura laissez-faire. En una carta a Jefferson fechada también en 1814, Say escribe: «Admitiré que estoy pensando seriamente en establecerme [en América] (…) al sentir la necesidad de respirar el aire de un país libre y sin nada más que esperar que Francia pueda estar bien gobernada».

La reputación de Say —así como sus finanzas— experimentó un impulso y creció constantemente durante los últimos doce años de su vida. El Traité se publicó en seis ediciones durante su vida y fue traducido en Alemania, Gran Bretaña, Italia y los Estados Unidos. Y aunque se le negara un lugar en la Academie, se ofreció a Say una cátedra de economía política en el Collège de France. La última década de su vida vio una popularidad continuamente creciente en Francia, pero más especialmente en el frente internacional. Sin embargo se vio perturbada por problemas de salud y un gobierno incómodo y suspicaz. John Stuart Mill recordaba a Say como «un buen ejemplar del mejor tipo de republicano francés (…) un hombre verdaderamente recto, valiente e ilustrado», una opinión probablemente compartida por la mayoría de los pares y alumnos de Say.

Este libro se centra principalmente en la vida de Say, pero está en todo caso entreverado con piezas interesantes de información respecto de los logros intelectuales de Say. Los capítulos 10 y 11 se centran en la economía de Say, indicando tanto las polémicas en las que se vio implicado durante su vida como las actuales acerca de sus escritos e ideas, 180 años después de su muerte. El autor explica muy bien diversas diferencias entre las versiones primeras y posteriores del Traité de Say —diferencias que el propio Say apuntaba en su correspondiente— que muestran al liberal francés evolucionando como economista teórico. El mito de Say como simple popularizador de Smith es también refutado por Schoorl, esta vez con evidencias de que el propio Say era consciente del efecto perjudicial de esas opiniones de sus escritos: «Los que me han acusado de solo haber aclarado los principios de Smith, me han alabado por este comentario (…) pero no me han hecho justicia.»

Adicionalmente, descubrimos que el economista francés, planeando continuar el sueño de su padre de establecer un internado, era también consciente de la importancia de una educación económica para la prosperidad de la nación. Say señalaba en su primera obra importante, Olbie, que «Quien escriba un tratado elemental sobre economía política, capaz de ser (…) entendido por todos los burócratas públicos (…) por campesinos y artesanos, sería el salvador del país». Sus opiniones sobre esta materia fueron compartidas posteriormente por dos de sus sucesores intelectuales: Ludwig von Mises y Murray Rothbard.

Aunque desacredita varios mitos acerca de la vida y obra del economista francés tan conocido, el propio Schoorl. Cae en algunas trampas. Por ejemplo, se refiere repetidamente al método de Say como positivista, despreciando toda evidencia contraria presentada por escritores como Murray Rothbard y Joseph Salerno. Schoorl tampoco menciona dos tradiciones en economía que se inspiraron en las obras de Say: la escuela liberal francesa —que dominó el pensamiento económico en Francia en el siglo XIX— y la escuela austriaca —que considera a Say uno de sus más importantes predecesores.

Aunque sea inconscientemente, Schoorl sí ofrece mucha información importante para la investigación actual sobre la escuela liberal francesa. Por ejemplo, a los investigadores modernos les interesará ver cómo el desacuerdo entre Say y Ricardo sobre el «enigma del valor» significaba en realidad que «la teoría del valor de Ricardo fuera parte de un paradigma completamente ajeno a Say». En ese momento, la escuela liberal perdía la batalla contra la escuela «objetivistas ricardiana»; pero cabe esperar que el renovado interés por la obra de Say revele pronto que los «subjetivistas saysianos» formaron una sólida tradición de pensamiento económico, injustamente olvidada durante demasiado tiempo.

Finalmente merece la pena decir que a pesar de la tremenda cantidad de información útil que sin duda servirá como base para investigación futura, el libro actual se queda lejos de ser una biografía de éxito. Los capítulos, aunque ordenados cronológicamente, se siguen unos a otros abruptamente y la historia de la vida de Say está fragmentada. El volumen se le mucho más como una colección de ensayos que un relato biográfico completo de Say. De hecho, Jean-Baptiste parece un extraño para su biógrafo, aunque Schoorl dedique mucho de su trabajo investigador a los escritos del economista francés. Por desgracia, Say sigue siendo también un extraño para los lectores. Tal vez la intención fuera dejar que las evidencias hablaran por sí mismas, pero es resultado es una narración bastante formal y apática, que no consigue enganchar a sus lectores de la forma en que deberían las buenas biografías.

El espíritu revolucionario e inflexible de Jean-Baptiste Say ha dejado su marca en su propia vida y en la historia del pensamiento económico. Es importante que sus contribuciones recuperen la atención de los investigadores modernos, ya que el debate con partidarios ricardianos pasados y presentes resultará ser fructífero. Entonces cabe esperar que esta primera biografía de Say en inglés no sea la única.

  • 1Aunque el libro de Schoorl se haya presentado a sus lectores como la primera biografía de Jean-Baptiste Say, el Institut Charles Coquelin ha publicado en 2005 un relato igualmente vasto de la vida y obra de Say. El libro de Charles Minart, Jean-Baptiste Say (1767–1832): Maître et pédagogue de l’Ecole française d’économie politique libérale, estaba, sin embargo escrito en francés y hasta ahora solo ha estado disponible para una audiencia limitada. Sin embargo, es un esfuerzo inicial y completamente desarrollado por resumir la vida y la economía política de Jean-Baptiste Say a través de fragmentos extensos de sus obras y correspondencia privada y por destacar la continua relevancia dele conomista francés para la historia del pensamiento económico.
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